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—Позвольте мне помочь вам.

Cuando a los oídos del colombiano esas palabras trasgredieron su ser, el esfuerzo de evitar mirar al de mayor estatura fueron tirados a la basura, porque fue casi como un magnetismo que sus cuencas volvieran a la figura predominante. Parpadeó un poco, preguntándose con sospecha si era algún tipo de sátira nueva o había una intención oculta, mientras que por parte del euroasiático, se dio el tiempo que contemplar los bellos ojos esmeraldas que tratan de rehuir de él, le causaba gracia y, desde su profundo ser, satisfacción.

Sabía que el cafetero no diría nada, aunque sus pupilas dijeran todo lo que necesitaba; no confiaba en él, y no lo culpaba, el sentimiento era recíproco.

Antes de que se extendiera un poco más el momento, el ruso por fin se movió aproximándose al mayor, inclinándose ante él, mientras se acuclillaba para revisarlo antes de proceder con una actividad brusca sobre el latino. Ante la cercanía, quiso retroceder de una manera de auto-reflejo, aunque lo único que ganó sobre esto, fue un siseo y el aumento de la punzada de dolor que se estaba suavizando lentamente.

Sin poder evitarlo, el menor soltó una risilla ante la acción de escapar de sí mismo, le resultaba interesante y no sabía por qué, no era la primera vez que alguien quisiera huir de él, pero la esencia que tenía Colombia, es que no parecía tenerle miedo, sino que huía por otra razón que desconocida.

El sonido suave proveniente de alguien que parecía imperturbable sin importarle nada, era muy  alucinante, hasta la mirada se había suavizado un poco cuando procedió a reírse. Se volvieron a mirar, esta vez sin sentir ese ambiente incómodo entre sí, al contrario, fue esa acción tan inusual que les hizo sentir comodidad. Asimismo, sin darse cuenta, Colombia había bajado esos altos muros tan inalcanzables y Rusia había dejado de lado esa indiferencia por unos cortos instantes.

El comunista llevó una de sus manos a las corvas del de menor estatura, con cuidado y con la otra, la paso por detrás de la espalda, alzándolo como si no pesara nada. Eso provocó una envidia en su interior, ¡¿Quién no quisiera tener ese tipo de fuerza?! ¿Enserio era tan delgado como para que lo alzara tal cual pluma siendo llevada por el viento? Soltó un gruñido por esos pensamientos y prefirió agarrarse levemente, tomando entre sus dedos –índice y pulgar– la fina tela del chaleco elegante siendo parte de su conjunto de su suit black, con ligereza. Curioso, pensó el eslavo par sí mismo.

Lo posó en la camilla con cuidado de que no se lastimara y en medio de balbuceos recibió un agradecimiento susurrado. Se irguió en su puesto, examinándole y dirigiendo su foco de atención al armario de fármacos.

—¿Tu quierer tomar la medicina?— Se esforzó en hablar el español para facilitar mucho la comunicación, incluso con su acento tan marcado y característico, y su estructura que parecía estar bien, pero sabía que estaba mal formada, decidió hablar el idioma natal del latino. No tenía mucha práctica desde la parte oral y tampoco tenía muchas personas que hablaran español para practicar.

Se sintió avergonzado por cómo le había salido, pero el cafetero solo sintió una extraña ternura frente a eso, encontraba un encanto insólito antes ese tipo de detalles pequeños. Consideraba la torpe inocencia como el fruto de la maravilla, sin ninguna excepción. Hasta juraría sentir ternura si la torpeza viniera de su peor enemigo; México.

—Sumercé debe de estar consiente que responder esa pregunta, me causaría problemas a mi.

Mentira no era, ¿pensaba que le respondería a un completo desconocido? Estaba muy equivocado definitivamente. Hizo una mueca ante la respuesta, no era acogedor tener respuestas evasivas y más si estaba haciendo un esfuerzo para sacar más palabras de su boca de las que estaba acostumbrado.

𝐍 𝐎 𝐂 𝐄 𝐍 𝐓 𝐄   |  𝑹𝒖𝒔𝑪𝒐𝒍Where stories live. Discover now