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El salón estaba lleno de susurros y mascullados de un lado al otro, casi todos los países estaban en medio de sus puestos correspondientes, a espera que se iniciara la reunión. Incluso la ONU, quien estaba sentado en su mesa, estaba esperando que pudiera dar inicio a la reunión. Fastidiado, su mirada pasó por encima de todos, rodando lo ojos al ver que un dinosaurio durmiente hacía parte de su junta, chasqueó sus labios, lo regañaría cuando diera inicio formal, pero, por el momento ese no era lo que estaba buscando. Siguió su recorrido a una de las sillas que estaban vacías, ese espacio que le estaba retrasando.

—Colombia...— Murmuró para sí mismo, bajando considerablemente su tono de voz, cruzándose de brazos. Ese grancolombiano era el que instruía el que comenzaran.

Miró los países cercanos a este, sus hermanos parecían despreocupados por la ausencia del cafetero, así que intuía que no estaba en problemas y sabían la razón de su retraso, al menos era un alivio saber que estaba tranquilo. Se removió en su puesto, recordando su última conversación con el colombiano, recordando como sus ojos habían estado brillando con fulgorosa determinación en sus palabras.

Villano, esa palabra retumbó en la mente de la organización mientras una de la comisura de sus labios se alzó, como si fuera un atisbo de sonrisa, pero era una mueca. 

Sí, debía de admitir que le intrigaba como ese pobre país sería capaz de hacer un papel como ese, pero no podía arriesgar la seguridad de todos por un morbo propio. Le había puesto un trabajo extra que lo mantendría ocupado por un tiempo, o eso pensó, pues se sorprendió no gratamente, verlo llegar a su oficina hace un par de día atrás entregando su informe de manera silenciosa, con una actitud groseramente arrogante, antes de retirarse. Dejó salir un gruñido sin darse cuenta. No sabía que estaba pasando por esa cabecita del latino, pero lo mantendría tan ocupado como pudiera, de hecho, el llegar tarde le daba excusa para darle una reprimenda y un castigo, ya estaba pensando un buen castigo que lo tendría ocupado por más tiempo y, lo mejor, que estuviera lejos de él.

Su mirada viajó hasta un mexicano, que se encontraba, por lo que podía intuir, burlándose de una guatemalteca molesta. Alzó una de sus cejas, examinándolo con una perturbadora tranquilidad. Alto, galante, narcisista, atractivo, risueño, servicial, con un toque salvaje y sobre todo, para él, su peor característica, latino. Tendría todo un porte excelente, de no ser por ese último dato. Suspiró abatido, preguntándose qué era lo que tenía Colombia cómo para atraer su atención, cuando sencillamente podría tener a cualquier otro país mucho mejor que el caribeño. Además, un último detalle sin importancia, es que lo odiaba. No podía entender cómo se interesaba en alguien que lo quería ver muerto y que, sin saberlo, era víctima de una venganza ya planeada.

Sí, todos son unos estúpido, pensó cansado. Llevó una de sus manos a su rostro, como si en verdad le pesara el cargo que tenía y la verdad, es que sí le pesaba tener que lidiar con países.

El chirrido de la gran puerta siendo abierta, acallantó los sonidos de la habitación y todos los ojos se fueron en dirección al intruso que había acabado de llegar. Unos ojos de joyas esmeraldas fue lo primero que se visibilizó en todo el lugar, ignorando arrogantemente el bullicio que había vuelto a comenzar.

—Delegación Colombia, le recuerdo que la reunión comenzaba a las y punto, ha pasado media hora— La voz prepotente de la organización se escuchó por el lugar, por su contraparte, el mencionado simplemente sonrió con suavidad, aunque miraba fijamente al de mayor rango de todos en la sala, con un toque de burla. Vine tarde, un simple país latinoamericano que tanto odia y aún así esperaste treinta minutos por mi presencia, es lo que quería decir con sus pupilas e iris—. Pensé que ya habías dejado de lado ese mal habito suyo, pero veo que no es el caso.

𝐍 𝐎 𝐂 𝐄 𝐍 𝐓 𝐄   |  𝑹𝒖𝒔𝑪𝒐𝒍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora