Capítulo 23

1.1K 159 12
                                    

Mi impulso me estaba llevando a un lugar desconocido, los latidos de mi corazón respondían a cada estímulo de Conrad, como si él lo dirigiera, no me importaba cederle el control, el toque indecoroso no se sentía incómodo o terrible como había creído alguna vez.

Había besado a chicos antes, pero no así. Nunca así.

Nunca había enredado mis piernas con tanta ansiedad alrededor de unas caderas masculinas, nunca había querido que me tocaran el cuerpo con tanta posesión como lo estaba haciendo él. Y sin dudas nunca había gimoteado para alguien solo por una mordida burlona sobre mis labios.

Conrad me puso sobre el escritorio y ajustó mis piernas a su alrededor, escuché que varios objetos eran empujados fuera de su lugar por mi cuerpo, había papel que terminó arrugado bajo mi trasero. No era que me importaba, solo no podía evitar darme cuenta de cómo esos detalles enviaban ondas a través de mí. Sus manos acariciaron todo el camino de regreso a mi cintura, su peso y entusiasmo me obligaron a reclinar mi espalda con un suspiro.

Cuando decidió darle un respiro a mis labios, llevé mis manos hacia su cabello, la sensación me produjo escalofríos o quizás fue la raspadura de su barba sobre mi cuello. Me estaba oliendo y yo lo hice también. Nunca creí que el aroma de un hombre me gustaría tanto, no cuando todo lo que había escuchado de mis doncellas era que apestaban a semanas sin lavarse y que sus babosos besos sabían a alcohol barato.

Conrad olía a viento de invierno, acero y sudor, no era desagradable, era salvaje. Creía que sus besos tenían el gusto de las estrellas fugaces al cumplir deseos, aunque se sentían más bien como la música que los había escuchado tocar una noche. Se sentía como magia indómita recién descubierta.

Mi piel ardía bajo el cuero de mi ropa, me resultaba incomoda, pequeña.

Clavó sus dedos en la porción de cabello sobre mi nuca y tiró con suavidad hacia atrás, exponiendo mi garganta. No podía ver sus ojos, tenía la cabeza agachada, su boca raspando contra mi yugular. Su otro brazo me rodeaba la cintura, manteniéndome apretada contra él. Solo podía ver hacia arriba, perdida en las sensaciones.

Sentí la humedad de su lengua trazando con inspiración desde la base de mi cuello hasta mi mandíbula. Jadeé y me sacudí. Un escalofrío me mordió la espalda, haciendo que me arqueara hacia él.

Te quiero lamer en todas partes.

Su voz fue un gruñido que apenas pude descifrar.

La confesión no me asustó, en su lugar me hizo tragar impresionada por lo mucho que quise que lo hiciera.

Deslicé mis manos por sus hombros hacia su pecho, donde mis manos se hicieron puños sobre su camisa, necesitaba mantenerme aferrada a algo. Conrad besó mi cuello con delicadeza y lentitud, temblaba, como si estuviera peleando consigo mismo para hacerlo de otra forma. Me daba cuenta, cuando de pronto sentía la presión de sus colmillos y luego se retiraba con rapidez para besar.

Soltó mi cabello cuando su boca se tropezó con el cuello de mi camisa, la removió solo lo suficiente para descubrir el hueso prominente de mi clavícula. Lo trazó con sus dedos antes de que pusiera su boca allí también. Subí mis manos hacia sus mejillas, acariciando, guiándolo.

—Conrad, ¿puedo pasar?

Alguien estaba tocando la puerta desde el exterior.

Me paralicé.

—¡No! —espetó el hombre enredado conmigo. Había detenido sus caricias al instante, el brazo que me rodeaba, como si fuera posible, me apretaba con más fuerza—. ¿Qué pasa?

Se escuchaba furioso.

Mis manos seguían en su rostro, por lo que reaccioné alejándolo lo suficiente para mirarlo. Inquebrantable negrura me devolvió la mirada. Devoró mi rostro. Y yo solo volví a quedarme quieta, sin respiración.

ScarWhere stories live. Discover now