Capítulo 40

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NICHOLAS

Conduzco sin precaución, sin temor alguno, por las calles de Tampa. No escucho los insultos que me gritan al pasar, pero sí las bocinas de los autos enloquecer tras de mí, me agrada la velocidad siempre lo ha hecho, pero no es hasta que puedo sentir el esfuerzo que hace el motor por subir de velocidad que noto que he sobrepasado el límite por mucho, reacciono del golpe, pero no frenó en seco, disminuyo la velocidad lentamente hasta que transito por la vía como una persona normal. Lo último que quiero es matarme y dejar a Ágata con dos niños, no es así como planeo que termine mi vida, ni que continúe la de ella.

Joder.

Necesito ver a Sophie.

He sido cobarde por muchos años, pero ya no más.

Necesito ir al lugar que he evitado desde que tenía dieciséis...el cementerio.

No he ido a verla, ni una sola vez. Ni siquiera estuve en su entierro, ¿cómo iba a hacerlo?

No podía ni levantarme de lo borracho que andaba, no quería faltarle el respeto a su tumba.

Estaciono en la floristería frente al cementerio, dudo que a Sophie le agrade que le lleve flores, pero eso lo que se lleva, ¿no?

—¿Qué quieres que te lleve? —pregunto al cielo.

Sé la respuesta.

—Nada, tonto, solo quiero verte.

Eso es lo que ella hubiese dicho, puedo imaginarla cruzada de brazos reprochándome desde arriba y su imagen me hace reír, la extraño, joder la extraño mucho, y siempre voy a extrañarla. Camino con el casco bajo el brazo, pasando por diferentes tumbas, todas diferentes con epitafios desoladores, y en la distancia reconozco las flores favoritas de Bonnie, ahí reposando en la tumba de Sophie se encuentran un par de petunias floreciendo, Michael y Bonnie debieron venir hace poco.

Me late el corazón a toda prisa y me sudan las manos. Sé que Sophie no está allí, quiero decir su cuerpo sí, pero no su espíritu, y aun así, estoy nervioso, nervioso porque sé que la he cagado magistralmente al no venir a verla, ni una sola vez.

—¿Tienes miedo?

Salto sobresaltado y busco de dónde ha provenido aquella voz, hasta que una manito me jala de la parte inferior de los jeans.

—¿Tienes miedo? —repite una pelirroja de coletas—. Pareces asustado.

—¿Dónde están tus padres?

—Oh, por allá —apunta a la pareja arrodillada frente a la tumba cercana a la de Sophie—, le trajimos flores al abuelo.

—Qué bonito.

—¿También estás aquí por tu abuelo? —pregunta meciéndose de un lado a otro.

—No, yo...—titubeo—. Vine a ver a mi hermana.

—¿También está en el cielo? —pregunta—. Mamá dice que el abuelo está allí, ¿tu hermana también?

—Sí, estoy seguro de que así es —me arrodillo frente a la pequeña.

—Oh entonces no estes triste —se encoge de hombros—. Mamá dice que en un futuro nos reuniremos con el abuelo en el cielo, él nos está esperando, seguro que tu hermana también te espera.

—¿Tú crees?

Asiente fervientemente con la cabeza.

—¿Me la presentas?

—¿A quién?

—A tu hermana, tonto —se ríe golpeándome el hombro.

Admiro la inocencia y la confianza de los niños. Y por alguna extraña razón ya no tengo tanto miedo de acercarme a Sophie, supongo que mi nueva pequeña amiga ayuda a que me sienta mejor. Camino decidido hacia su tumba y la pequeña viene corriendo tras de mí, cantando animada una canción que reconozco de un programa infantil, sus padres la observan de reojo y se disculpan con la mirada, seguramente la chiquilla ha de ser de lo más social, me encojo de hombros para comunicarles que no es un problema para mí y la madre sonríe agradecida, por las lágrimas que veo en sus ojos y lo nueva que resulta la lápida, he de suponer que la muerte del abuelo de la pequeña es reciente. Qué pena.

Entre Bailes & Secretos (Libro II)Where stories live. Discover now