EXTRA

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DANIEL

Estoy demasiado somnoliento como para prestar atención al sonido de la puerta de la habitación abriéndose. Si es un ladrón que se lleve lo que quiera, mientras no toque a Vera o a Dani todo perfecto.

Golpecitos en mi espalda me hacen abrir los ojos.

—Papi... —susurra la voz infantil de mi hija—. Papi...

Me doy la vuelta para mirarla, intentando no despertar a Vera.

—¿Qué pasa, princesa?

Sus ojitos rasgados me miran con preocupación, puedo verlos incluso con la poca luz que entra por la ventana.

—Tengo miedo —confiesa, susurrando.

Me levanto y la tomo entre mis brazos con cuidado para que Vera siga durmiendo.

—Ven, vamos a tu cuarto.

La pequeña se abraza a mi cuello y esconde la cara contra este mientras la llevo de vuelta a su habitación. Keisi, acostada sobre su cama al otro lado del pasillo, levanta la cabeza al vernos y se vuelve a dormir como si nada.

La tenue luz de la lamparita de Dani está encendida tal y como se la dejamos siempre para que los monstruos no puedan entrar. Según ella, los monstruos malos solo aparecen cuando todo está oscuro, así que le dejamos dormir con la lucecita para que descanse.

Sus muñecas y peluches reposan sobre las estanterías ancladas en las paredes y, ahora que me fijo, hay que repasar la pintura rosa de sus paredes porque a alguien se le ocurrió pintar sobre ellas con bolígrafo.

—He soñado que Gab y yo nos caíamos desde el tobogán y que todos se reían —me cuenta, con esa voz asustada y dulce a la vez.

—¿Y eso te ha asustado? —cuestiono, sentándome con ella en su cama.

—No, me ha asustado que Gab se moría en mi sueño. ¡Le salía sangre de la cabeza!

Sonrío y beso su frente antes de dejarla sentada sobre la cama.

—Princesa, sólo es una pesadilla. No le ha pasado nada malo a Gab. Mañana le verás en el colegio tan feliz como siempre.

—Pero es que ahora no puedo dormirme otra vez —hace un puchero, sacando el labio inferior.

Esa mueca triste de su carita me enternece, así que, con dificultad, me hago un hueco en la cama para acostarme a su lado.

—Me quedaré aquí hasta que te duermas, ¿de acuerdo? —le propongo, sabiendo que es posible que yo también me duerma junto a ella.

Daniela sonríe y se acuesta a mi lado, pareciendo más pequeña de lo que es al estar tan cerca de un mastodonte como yo. Tengo la sospecha de que será igual de bajita que Vera cuando crezca.

—¿Y si me cuentas un cuento mejor?

—Ya te sabes todos los cuentos, Dani.

—Pues inventa uno.

—Princesa, eso de imaginar no se me da bien.

—Por fa... —pone cara de cachorrito y así se me hace imposible negarme.

—Vale —accedo, suspirando. La atraigo a mí y la rodeó con un brazo, a lo que ella apoya su frente en mi pecho. No sé por dónde empezar ni qué inventarme, pero algo se me tiene que ocurrir—. Había una vez...

Dudo.

Sé que los cuentos siempre empiezan así y pensé que se me ocurriría algo mientras lo decía, pero no ha sido el caso.

Entre Tus BrazosWhere stories live. Discover now