14. El amor fue hecho para nosotros.

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Los chasquidos de sus lenguas así como de sus labios cada vez que estos se unían y se separaban con ansiedad de la boca del otro repercutían en la habitación, donde la luz se había desvanecido hacía rato. El clima se había vuelto húmedo y caliente ante los continuos roces de sus pieles, acariciando frenéticamente el cuerpo del contrario, estancando las manos en zonas como las caderas, la cintura, el cuello y enredando los dedos a través de los cabellos marrones y azabaches.

Layla estaba desnuda debajo suyo, con las piernas abiertas enroscadas alrededor de sus caderas, dejando escapar jadeos cada vez que su miembro le rozaba sobre la entrada, provocando que la muchacha arqueara su espalda mientras él abandonaba sus labios para dejarle un par de besos húmedos sobre el cuello, repasándole el contorno de la yugular con ayuda de la lengua a la par que las largas uñas rozaban su espalda.

Con intención de hacerla pedirle por más, se apartó de entre sus piernas, haciendo que dos de sus dedos descendieran lenta y tortuosamente por su torso, acariciándole desde las clavículas hasta el ombligo, direccionando su rostro hacia sus pezones, en los cuales se detuvo un rato para degustar, recorriendo su forma con los labios y succionando con gentileza. Un gemido más en el cual a Layla se le iba el aliento mientras sus dedos quedaban cada vez más cerca de la zona entre sus piernas, jugueteando con ella, acariciando desde el pubis hacia adentro, tocándole a tientas el clítoris, aumentándole el deseo. Lentamente dejó que sus dedos trazaran formas circulares sobre su vulva, consiguiendo como resultado unas cuantas palabrotas y gemidos al son de sus movimientos.

Un sonriente Shinichiro abandonó sus pechos y la miró sonriente, su imagen era digna de una de las fotografías más magníficas y obscenas del mundo: las mejillas rojas, el cabello revuelto, el brillo del sudor que emanaba su cuerpo relucía más con la luz del amanecer y se posicionaba en su frente, pómulos, la punta de la nariz y en sus hombros. Los ojos llorosos entre cerrados y un entrecejo fruncido por el placer.

Cambió de posiciones después de admirarla, colocándose boca arriba en el colchón. La muchacha pareció acatar esa orden silenciosa y echó su cabello hacia un lado, acercándose al miembro erecto del pelinegro, quien deslizó los dedos por una de sus mejillas mientras sus labios se dirigían a succionar con ímpetu el falo. Comenzó lento, de arriba abajo, acompañando los movimientos de su boca con una de las manos que también se encargaba de masajearlo, haciendo que esta vez fuera Shinichiro quien emitía un par de gruñidos en voz baja ante el placer. Le tomó del cabello y aumentó la velocidad de la felación a la par que daba un par de embestidas con su cadera, impactando con la gargantilla de la muchacha, quien cerraba los ojos ignorando lo demás, solo esperando propinarle el mismo placer que él a ella.

El azabache se recostó tranquilamente sobre la almohada, con la mirada perdida en el techo mientras disfrutaba el recorrido de la lengua de Layla por encima de su miembro, tirando de los mechones marrones con fuerza, buscando estar completamente dentro suyo. Sintió como el músculo de su lengua se colocaba justo arriba del glande y lamía frenéticamente la punta.

Satisfecho, volvió a jalarla del cabello para levantarla. Rápidamente se giró en dirección al cajón junto a la cama y sacó de él un paquete de plástico el cual no tardó mucho en abrir. Una traviesa sonrisa se formó en los labios de ella cuando él hubo terminado de ponerse el condón y palmeó su regazo con intención de invitarla a subir. No tardó ni un segundo en acomodarse sobre él, sintiendo el grueso miembro del muchacho entrar por completo dentro suyo.

Shinichiro entorno los ojos mientras colocaba las manos en el trasero de ella, estrujándolo con fuerza mientras la muchacha comenzaba a mover las caderas de arriba hacia abajo, provocando así el choque de sus pieles y ese divertido sonido que ahora acompañaba a los sonoros gemidos de la castaña, tal como los gruñidos de él. Layla se sostuvo de sus hombros para poder continuar con el vaivén de sus caderas por un rato más.

𝙔𝙤𝙪𝙧𝙨, 𝙩𝙧𝙪𝙡𝙮 • 𝙎𝙝𝙞𝙣𝙞𝙘𝙝𝙞𝙧𝙤 𝙎𝙖𝙣𝙤Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt