4.- Regreso

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-- 15 años después --

— ¿Alguien ha visto a Mu Qing?

Xiè Lian recibió una respuesta negativa. Ni siquiera sus propios oficiales adjuntos sabía dónde se encontraba, lo cual era algo extraño ya que Mu Qing siempre se aseguraba de dejar a alguien a cargo cuando se iba. No era su costumbre desaparecer así como así, por lo que Xiè Lian se preocupó un poco. Aún así siguió buscando. 

Sin embargo, lo más cercano a su respuesta fue la información que le dio Ling Wen.

— Hubo una perturbación de energía en la frontera suoreste, por lo que el general Xuan Zhen y Su Alteza Tai Hua fueron a investigar, ya que era algo que afectaba los territorios de ambos.

— Ya veo— dijo Xiè Lian agradeciéndole a Ling Wen.

Fue entonces que decidió contactarse con Lang QianQiu sin tener éxito. Tal vez el joven no quería responderle, algo totalmente comprensible, por lo que iba a llamar a Quan YiZhen para que intentará contactarlo sabiendo de la amistad entre los dos. Grande fue su sorpresa cuando vio a Lang QianQiu correr hacia él en la gran avenida marcial con la ropa desgarrada y cubierta de sangre.

— ¡QianQiu!— gritó Xiè Lian yendo a su encuentro.

La gente alrededor observaba entre anonadada y curiosa, algunos incluso comenzaron a cuchichear entre ellos. Xiè Lian los ignoró a todos y se centró en su antigo discípulo.

— ¿Qué ocurrió?

— Maestro…— llamó Lang QianQiu con la mirada perdida, aferrándose al brazo de Xiè Lian—. Él busca las llaves del cielo. Está cerca de tener una, debe proteger la otra. 

Xiè Lian perdió el color de su rostro al escucharlo, teniendo un mal presentimiento.

— ¿Quién las busca?— preguntó.

Sin embargo, Lang QianQiu había llegado al límite de sus fuerzas y perdió el conocimiento. Xiè Lian se llevó una mano a la cabeza contactando con Feng Xin en el momento en que un hombre vestido de rojo aparecía. El dios se sorprendió de verlo ahí, de pie, cuando se suponía que le habían cortado la cabeza 17 años atrás.

— Su Alteza— dijo el hombre con un gesto de triunfal burla.

— Wen RuoHan— dijo Xiè Lian—. ¿Cómo…?

— Usted mejor que nadie debería saberlo.

Claro. Un fantasma no muere a menos que se destruyan sus cenizas. ¿Cómo pudo olvidar algo tan elemental como eso?

— Hagamos esto más sencillo— dijo Wen RuoHan—. Tengo a uno de sus generales, pero no sé dónde tiene su llave del cielo. Entreguemé la otra llave y le devolveré a su general vivo y entero. De lo contrario… temo que sufrirá toda clase de torturas hasta que obtenga lo que quiero.

Una flecha fue lanzada hacia Wen RuoHan, quien la atajó con la mano sujetándola con indiferencia. Feng Xin se colocó junto a Xiè Lian con su arco en la mano y la cuerda tensa, listo para disparar otra flecha. Al mismo tiempo, Quan YiZhen apareció repentinamente corriendo hacia Wen RuoHan y ambos se sumieron en una pelea que hizo temblar la capital. A pesar del espectáculo, irresistible para cualquier dios marcial, Xiè Lian se concentró en lo importante y miró a Feng Xin.

— Tu llave— dijo—. ¿Está a salvo?

Feng Xin abrió la boca para responder, pero un sonido explosivo llamó su atención y ambos voltearon justo para ver a Quan YiZhen volando por los aires. Feng Xin disparó otra flecha, la cual fue esquivada por el fantasma, y en ese momento Lan WangJi se enfrentó a él.

— Tú de nuevo— dijo Wen RuoHan con fastidio haciendo aparecer una espada—. ¿Por qué siempre debe haber un Lan queriendo fastidiar mis planes?

Lan WangJi no respondió, en su lugar desenvainó a Bichen y se arrojó contra él lanzando un ataque que fue bloqueado por el fantasma. Lan XiChen tomó el relevo luego de un rato y ambos se enfrentaron a él. Sin embargo, al poco tiempo fueron burlados por el fantasma, que se abrió paso entre ellos esquivando incluso a otros dioses que se interponían en su camino. Así fue como logró finalmente alcanzar a Feng Xin arrancándole un amuleto que colgaba de su cuello.

— ¡Lo tengo!— exclamó con salvaje alegría mientras extendía el brazo con el amuleto. 

Una luz blanca iluminó el lugar, y cuando se disipó el fantasma ya no estaba. No solo eso: el cielo había quedado totalmente aislado y todos estaban incomunicados.

— ¡Maldición!— exclamó Feng Xin, furioso.

— Su Alteza, ¿qué son las llaves del cielo?— preguntó Lan WangJi.

Xiè Lian se llevó las dos manos a la cabeza, masajeando suavemente.

— Son dos amuletos que me vi obligado a forjar para verter parte de mi poder espiritual como emperador celestial— dijo—. Uno puede sellar el cielo y el reino fantasma, con lo que los dioses y los fantasmas de nivel Ira y Devastación están atrapados en sus dominios, mientras que el otro retira el sello. Con ambas, se pueden dominar los tres reinos. 

— El mío es el que sella los reinos— dijo Feng Xin—, mientras que el otro…

Su mirada se tornó alarmante mientras un sombrío Xiè Lian lo miraba, ambos pensando lo mismo.

— El que libera el sello lo tiene Mu Qing.

Nadie se mostró sorprendido por ello. Después de todo, Feng Xin y Mu Qing habían sido los hombres de confianza de Xiè Lian incluso antes de su ascensión, por ende solo a ellos les confiaría algo así de importante.

— Su Alteza, ¿qué vamos a hacer?— preguntó Feng Xin—. No podemos dejar a Mu Qing solo. 

Para su sorpresa, Xiè Lian esbozó una pequeña sonrisa y dijo:

— Él no está solo.

CatástrofeWhere stories live. Discover now