9.- Destino

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Caminaban por un paraje solitario y ruinoso, como si el sitio hubiera sido escenario de una destructiva batalla que acabara con todo lo que había allí. Era un lugar donde ni siquiera los fantasmas ponían el pie.

No era de extrañar que Wen RuoHan hubiera escogido este sitio como su escondite. ¿Quién creería que hay algo en un lugar tan abandonado como este?

Jiang Cheng frunció el ceño, mirando alrededor conforme avanzaban.

— Este sitio se me hace familiar— dijo—. ¿Dónde se supone que estamos?

— Hay rastros de que hubo cuerpos de agua por aquí— dijo Nie HuaiSang—. Es probable que estemos en las inmediaciones de Yunmeng.

— Hay algo allí— señaló Liu QingGe.

Cuando los otros tres voltearon, vieron una figura inmóvil a la distancia. Conforme se iban acercando la figura se hacía más reconocible: se trataba de una persona encadenada a un palo de hoguera. Su cabeza colgaba al frente, su cabello suelto de color plateado cubría su rostro, pero su atuendo e indumentaria eran inconfundibles.

Se trataba de Mu Qing.

Jiang Cheng y Liu QingGe trataron de ir hacia él pero Wen Qing se los impidió.

— Hay que ir con cuidado— dijo—. No podemos avanzar imprudentemente.

— Podría ser contraproducente— dijo Nie HuaiSang mirando alrededor con sospecha—. Podría ser una trampa.

La voz de Wen RuoHan se escuchó detrás de ellos.

— Que acertada observación, líder Nie— dijo—. Sin embargo, aún estás lejos de alcanzar la habilidad de Nie MingJue.

El rostro de Nie HuaiSang se oscureció por la furia. Esta vez fue Jiang Cheng quien le impidió avanzar y señaló hacia el dios prisionero.

— Ayúdalo a despertar— dijo—. Yo le patearé el trasero por ti.

— ¿Está seguro de eso, líder Jiang?— inquirió Wen RuoHan con burla.

— Ya lo hice una vez.

— Podría llevarse una sorpresa.

Una llamarada de fuego fue arrojada en su contra. Jiang Cheng dio un salto hacia atrás para evitar el ataque en el momento que Liu QingGe lanzaba a Cheng Luan contra la calamidad; Wen RuoHan tomó la hoja de la espada para detenerla, pero en ese instante su mano se prendió fuego; las llamas se extendieron rápidamente por todo el brazo y el fantasma soltó el arma.

— ¿Quién resultó ser el sorprendido?— se burló Liu QingGe recuperando su arma.

Jiang Cheng lanzó un latigazo con ZiDian obligando a Wen RuoHan a retroceder, mientras las llamas fantasmales fueron recogidas por Sandu, siendo absorbidas por la espada para aumentar su poder. Mientras tanto, Nie HuaiSang y Wen Qing sortearon los conjuros que encontraron en su camino hasta llegar a Mu Qing y ambos examinaron al hombre para comenzar a liberarlo.

— Esta es una complicada matriz de acupuntura— dijo Wen Qing, y resopló con molestia—. Fue desarrollada por mis ancestros para curar males graves, no para quitarle la energía a alguien. 

— ¿Podemos retirarla?— preguntó Nie HuaiSang.

— Sí, pero debemos ser cuidadosos o el general podría morir. Comience por el lado sur. Debemos trabajar en sincronía.

Fue en ese momento, mientras Nie HuaiSang se alejaba, que Wen Qing notó algo anudando la matriz justo en el pecho de Mu Qing: era un pequeño broche con un suntuoso decorado de color carmín que emitía un brillo fantasmal.

— No puede ser lo que creo que es— dijo la diosa, comenzando a retirar los puntos del lado norte.

Jiang Cheng y Liu QingGe luchaban con todo lo que tenían, pero sua fuerzas igualaban los trucos de Wen RuoHan.

— ¿Saben qué otra habilidad tienen las llaves del cielo?— preguntó—. Pueden aumentar el poder espiritual de la persona que los porta. No es de extrañar, ya que se trata del poder del emperador que no pudo ser contenido, naturalmente terminaría por condensarse en el cuerpo de la persona que tenga cada llave. 

— Y tú no eres digno de tener ese poder. 

Los tres voltearon hacia el sitio de donde provenía aquella voz. Mu Qing se dirigía a paso lento hacia su dirección, y detrás de él Nie HuaiSang y Wen Qing trataban de crear una matriz de aislamiento para evitar daños mayores con el inminente enfrentamiento que estaba por venir. 

— Wen RuoHan, si hubieras sido un poco más inteligente, sabrías donde buscar mi llave del cielo— dijo Mu Qing con burla—. Ahora vas a morir con la consciencia de haber sido un idiota.

CatástrofeWhere stories live. Discover now