~* Prefacio *~

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Me encontraba de pie en medio de aquel estacionamiento desolado, el frío de la noche se colaba hasta mis huesos a pesar de llevar aquella pesada chaqueta, pero sabía que no se debía al clima, todo era producto del miedo. No era la primera vez que estaba ahí, y como cada vez, mis latidos se aceleraban segundo a segundo, los oídos comenzaban a zumbar y empezaba a sentirme mareado.

Desconocía la ubicación de aquel estacionamiento, pero en términos generales era tan corriente como cualquier otro; una extensa superficie pavimentada, líneas de pintura blanca que delimitaban las plazas, e hileras de arbustos separando las zonas; con la única diferencia que no había ni un solo vehículo aparcado en el lugar, no se escuchaba tráfico en la carretera que vislumbraba en la lejanía, y que ese lugar parecía estar en medio de la nada, en algún punto olvidado por el mundo.

La única luz que me permitía detallar el ambiente provenía de un poste de alumbrado ubicado en el centro del estacionamiento, justo a mi lado, iluminando intensamente una proyección circular a mi alrededor, pero dejando en la absoluta negrura el resto del lugar. Los hilos de luz en conjunto con la niebla nocturna le daban un aire gélido y tenebroso al ambiente... El miedo seguía en aumento.

Como era costumbre estaba desconcertado, nunca sabía cómo había llegado ahí ni cómo irme. Empecé a sentirme desamparado, mi mente no dejaba de repetir una y otra vez que no había salida, que estaba ahí y ahí me quedaría lo que durara la noche, y bien sabía que sería interminable.

Me acomodé un poco más la chaqueta, mientras la resignación se iba abriendo espacio en mi interior, sabía que no había ningún peligro alrededor, al menos no para mí, nunca me pasaba nada estando en ese lugar. Me apoyé contra el poste, cruzando los brazos sobre mi pecho para mantener un poco del calor que lentamente me iba abandonando, y así como hacía siempre... Me negué a inspeccionar, no buscaría ayuda, no gritaría esperando alguna respuesta, sabía que cualquier esfuerzo sería en vano.

Sin embargo mientras los minutos pasaban me iba llenando de incertidumbre, ni la certeza de encontrarme a solas, ni la confianza que le tenía a mis conocimientos de defensa personal hacían menos incómoda la situación, volví a preguntarme cómo había llegado hasta allá, llegando siempre a la misma conclusión... Había sido forzado a quedarme, no había otra explicación ¿Por qué alguien querría estar en un lugar así? ¿Quién accedería voluntariamente a quedarse varado en medio de la nada? Así que sí, obviamente estaba ahí en contra de mi voluntad.

Lo que sí era mi voluntad era quedarme anclado a aquel poste, me negaba a moverme, ni una sola de todas las veces que visitaba ese sitio mis pies tocaron el suelo que no era iluminado por ese poste ¿Quién caminaría por aquel desértico y lúgubre paraje en solitario?

El tiempo seguía transcurriendo, miré mi reloj y vi que faltaban dieciocho minutos para las dos de la madrugada, estaba a punto de suceder, siempre me dejaban ahí durante dos horas, presa de la incertidumbre, el miedo y la culpa... En el fondo sí sabía por qué estaba ahí, aunque me esforzaba en aparentar que no.

Escuché el ruido de los neumáticos chirriar contra el pavimento justo cuando me lo esperaba, pero no por eso el sonido dejaba de helarme la sangre cada vez, rompiendo el silencio que hasta ese momento había reinado en el estacionamiento, empecé a hiperventilar. Las grandes bocanadas de aire que tomaba y soltaba se podían escuchar a kilómetros, y mis oídos zumbaron nuevamente cuando me giré hacia la fuente del tormentoso ruido.

A varios metros de distancia desde donde me encontraba, en medio de la oscuridad pude ver las luces traseras de un vehículo, y aunque los focos me cegaban y realmente no podía verlo con mis propios ojos, sabía que era una camioneta azul, no podía especificar el tono, mucho menos podía saber el modelo, esa información nunca llegó a mis oídos, pero sabía que era una camioneta azul.

Entre Tragos y Secretos ©Where stories live. Discover now