11.

3.8K 520 48
                                    

— Mild, ¿escuchaste todo? — preguntó con un deje de esperanza de que no hubiera sido así.

Mild asintió lacónicamente.

— Escuché todo lo que tío Prem dijo a papi Gulf — contestó el menor.

Y pese a la gravedad del tema, el pequeño Mild no se veía afectado en absoluto. Claro, que no se viera afectado no quería decir que no lo estuviera. Él personalmente era ése tipo de personas que no proyectaba físicamente sus problemas, lo que tendría sentido si resultaba ser el verdadero papá de Mild, porque eso quería decir que el niño había heredado su personalidad.

Y fue entonces que Mew notó algo muy importante con respecto al pensamiento de ser el padre del niño, y fue que en ningún momento le disgustó la idea y tampoco le había molestado escucharlo de los labios de Gulf en su conversación con Prem.

Si, se había sentido conmocionado al principio, como cualquiera cuando se entera de algo sumamente importante e impactante, pero fuera de eso solo se sentía confundido y ansioso.

Tenía tantas preguntas para si mismo y para Gulf. Tanto que descubrir con respecto a ése asunto que le era imposible no sentirse como se sentía. Pero definitivamente, aquello no era enojo ni desprecio hacia el menor.

¿Cuántas veces no había fantaseado con una bonita vida al lado de Gulf, siendo esposos y padres orgullosos? Habían sido tantos aquellos sueños, que parecía una fantasía que se estuviera volviendo una realidad.

Cabía la posibilidad de ser el padre de Mild, y eso era... Fantástico.... Perfecto... Y aún si no resultara ser así, Mew perfectamente podría asumir ése rol.

Miró al niño por un largo tiempo, analizando con detalle sus facciones delicadas y sus ademanes inconscientes, solo para estudiar si había algo en él que le recordara a si mismo, y sorprendentemente había más en el niño de lo que Mew hubiera podido imaginar.

Esos ojos destellantes de un claro color miel solo podrían pertenecer a alguien con un linaje directo con los Suppanovák. Y ni hablar de sus cejas gruesas y bien pobladas, siendo el marco perfecto de aquel rostro semi ovalado y alargado como lo era el suyo propio. La suave mandíbula del niño empezaba a marcarse a penas, pero Mew sabía que el resultado en un futuro sería el de una mandíbula perfectamente cincelada a la altura de un rostro aquilino y hermoso.

En pocas palabras, el pequeño Mild era una proyección de Mew en su niñez. ¿Cómo era que no se había dado cuenta antes? Es decir, al principio había pensado que era su mente tratando de perturbarlo con el pensamiento de que había algo familiar en el niño que le recordaba a él mismo, pero ahora todo eso tenía sentido. No había sido su mente jugando con él. Había sido la voz de la sangre haciendo eco, gritándole la conexión y el parentesco que existía entre ambos.

Mew no lo iba a negar, quería llorar y abrazar a ése niño con todas sus fuerzas. Quería darle todos los abrazos que no pudo darle en todos esos años y recompensarle el tiempo perdido.

Quería hacer tanto, pero debía contenerse por el propio Mild, porque todo era muy nuevo y confuso para él, y lo que Mew menos quería era agobiarlo, porque sabía que no debía ser fácil enterarse de un momento a otro que el hombre al que consideraste toda tu vida tu padre, realmente no lo era.

Era un tema tan delicado que no podía tocarlo a la ligera y mucho menos en ausencia de Gulf.

Mew respiró profundo, sin apartar la mirada del niño. Éste se mantenía expectante, esperando algo, aunque no sabía qué.

Era tan difícil y agobiante. Y al mismo tiempo era reconfortante. Un sentimiento agridulce que solo alguien en su situación podía entender.

— Eres un niño grande y muy inteligente. ¿Hay algo de lo que quieras hablar con respecto a lo que escuchaste? — habló Mew, después de aquel largo silencio.

El menor se encogió de hombros, y Mew pensó que no obtendría ni una palabra de su parte, pero afortunadamente no fue así.

— Papá Pod siempre me decía que no era su hijo — soltó el niño, jugando nerviosamente con sus deditos delgados y con la mirada perdida en algún punto de la habitación. Su voz incluso se sentía nostalgica, como vacía, algo realmente doloroso cuando se trataba de un niño. En ése momento los vellos de Mew se crisparon, pero no dijo nada y esperó para que el niño siguiera hablando —. Cuando papi Gulf no estaba, papá Pod siempre me gritaba que era un bastardo hijo de otro hombre y que por eso no me quería — continuó, con un nudo de voz —. Me dijo que si le decía a papi Gulf sobre eso él lo lastimaría, y como yo no quería que papi fuera lastimado, nunca le conté lo que papá Pod me decía — hizo una pequeña pausa y miró a Mew a los ojos, y Mew pudo notar el miedo latente en las pequeñas orbes. Algo que lo hizo temblar de rabiar y coraje, porque era solo un niño, y un niño no tenía porque temer de esa manera —. Si tú eres mi papá, ¿también me tratarás así? — preguntó, antes de romper en llanto.

Él no quería sufrir más. No quería que nadie golpeara a su papi Gulf otra vez. No quería más gritos en su casa ni lágrimas. Sólo quería un papá que lo amara. Quería vivir la vida de un niño normal y que papi Gulf sonriera todo el tiempo.

Mew tenía los nudillos blancos debido a lo fuerte que su mano se empuñaba. Su corazón se sentía golpeado, y sólo quería salir corriendo de allí e ir a buscar a ése desgraciado que había lastimado tanto a Gulf como a su hijo.

Su hijo...

Plapod había torturado a su hijo y era algo que Mew no iba a dejar pasar. Porque a partir de ése momento Mild no estaría solo. Nunca más le faltaría la protección de su padre, sin importar nada, Mew sería el papá de ese pequeño.

Lo había decidido así, y así sería.

Tal vez Plapod siempre sospechó sobre su paternidad y no le dijo nada a Gulf para desquitar su molestia por medio de maltratos e insultos. Había sido un maldito cobarde que no tuvo corazón para pensar si quiera en el daño que le estaba causando al niño con sus acciones. Había infundido el miedo en ellos, y Mew lo haría pagar por ello.

Sin siquiera pensarlo, Mew tomó al menor y lo estrechó en un fuerte y cálido abrazo para consolar su amargo llanto. Acarició con delicadeza su cabeza hasta que las lágrimas fueron disminuyendo y fueron suplantadas por mocos. Y eso no le molestó en absoluto.

— Yo nunca te lastimaré — dijo, aún acariciando con delicadeza la cabeza del menor —. Yo cuidaré de ti y no permitiré que nunca nadie vuelva a hacerte daño. Ni a ti ni a Gulf — aseguró.

El niño se aferró aún con más fuerza a la camisa del mayor, como si tuviese miedo de que se escapara a algún lado. Mew sintió su cuerpo temblar completamente por el cúmulo de sentimientos encontrados.

— ¿Me lo prometes? — inquirió el menor con un poco de duda.

Era entendible que dudara, pero Mew se encargaría de demostrarle que todo lo que decía era verdad.

— Te lo prometo — contestó —. Te lo prometo por todas las estrellas del cielo y las del mar.

El niño asintió, y no dijo nada más. Minutos más tarde ya se había quedado dormido y Mew supo que ése era el momento perfecto para bajar y hablar con Gulf.

Gulf le debía muchas explicaciones, y él estaba dispuesto a escuchar todas y cada una de ellas.

(...)

Oigan, me equivoqué en mis cálculos. Había dicho que esta historia tendría menos de diez capítulos, pero ya ando en los once.

Igual, no me extenderé mucho porque ya estoy escribiendo los capítulos finales y el epílogo, así que Milovat queda oficialmente extendida a quince capítulos, incluyendo epílogo.

Milovat ➻ Mewgulf.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora