02: Mi pasado.

14 9 2
                                    

—¡¿En dónde está?!

La electricidad corre por mi cuerpo, y además del ardor, que es insoportable, mi ojo derecho duele como la mismísima mierda en el infierno.

Jadeo, cansado. No sé cuánto tiempo tengo aquí. Solo sé que desperté justo después de ser golpeado en mis pantorrillas por una cabilla y posteriormente eso mismo casi rompió mi pierna.

—¡No lo sé!

Es la única respuesta que obtendrá de mí porque es la verdad.

No sé nada de Rodrigo Espinoza desde aquella tarde que abandoné su despacho.

—¿Seguro?

La voz encapuchada me causa miedo. Un miedo que, ni por mucho riesgo que corría en mi vida pasada, experimenté.

Miedo a la muerte.

—¡Que no lo sé! —casi lloriqueo.

No obstante, esa respuesta parece desagradarle. Porque vuelve a introducirme corriente y siento un golpe en mi cara.

Ya no sé qué parte exacta de mi rostro está goteando sangre.

Años atrás.

—Es lo único que te he pedido en todo los años que tenemos conociéndonos.

—¡No, Alan! ¡No puedo dejarte ir! —Le dio un puñetazo a su escritorio—. Eres mi mano derecha, joder, ¡Eres mi maldita mano derecha! ¡Y mi fachada! ¡Eres mi estúpida fachada!

La última vez que lo había visto en ese estado fue cuando yo tenía 20 años. Él había hecho un trato con un tipo; 10kl de drogas por armamentos. Y al final, el tipo en el que él tanto confió, nos emboscó y no solo se llevó la droga, sino que mató a la mitad de nuestra gente.

Por miserables 10kl de mierda.

—Rodrigo, compa...

—¿Es por esa chica que llevaste a la casa de Javier?

Los latidos de mi corazón aumentaron.

—¿Cómo...?

—Alan... no puedes dejar esto por alguien que ni siquiera te ama. No hagas esto por esa mujer.

—No lo estoy haciendo por ella...

—¡Busca otras mujeres Alan!, ¡olvídala y deja de pensar estupideces!

Mi paciencia se había agotado, a pesar de que lo respetaba y le agradecía mucho. Así que lo tomé, para su sorpresa, por la corbata que tanto acariciaba al dar órdenes, y lo enfrenté.

—Me vas a dejar ir por dos cosas, compa. —Vi su manzana subir y bajar y apreté el agarre—. La primera por agradecimiento, y la segunda: porque se me da la maldita gana ¿entendido? No te tengo miedo, Rodrigo. Sabes perfectamente que tengo más pantalones que tú, así que no dudes, no lo dudes, Espinoza, que si no dejas irme voy a llamar a cualquiera de los malditos cien hombres que están "bajo tu poder" y haré que te maten, con solo una llamada, así como lo haces tú, desde tu oficina ¡Porque eres un gallina!, y es por eso que no quieres que me vaya; porque no tendrás quien sea tu maldito muñeco que se viste y va a donde tú digas. Ármate de valor, se hombrecito, da la cara, y no me jodas, huevon ¡No me jodas ahora!

Pasé la mano por su imponente traje tras soltarlo, por respeto. Luego de eso me di la vuelta y simplemente, después de 13 años de trabajar juntos, lo dejé atrás.

...

Supe que no iba a buscarme, más por miedo que por apoyar mi decisión.

Por lo general yo no era el que se ensuciaba las manos, pues a él le bastaba con una llamada para quitarle la vida a alguien que no fuera de su agrado. Así que yo era el especialista en la compra, robo y distribución de heroína, anfetaminas, cocaína, crack y otras mierdas, así de sencillo.

Y hacer eso me dejó de importar cuando me di cuenta que lo único que mueve a la sociedad de mierda es el dinero, y que todo, por muy honrado que se haya ganado, sigue siendo sucio. Es por eso que jamás rinde. Es por eso que nos vuelve viciosos, y es por eso que somos capaces hasta de perder la vida en su busqueda.

No fue para nada bonito que, después de tenerlo todo siendo asistente y hasta "doble" de Espinoza, en un abrir y cerrar de ojos, estuviera más en desgracia que cuando lo conocí.

Se lo dije. Mierda, se lo dije aquella noche.

Después que entras no puedes salir.

Mi pasado regresó, y con creces.

—¡Hey, caro!

Un par de cachetadas me hacen enfocar la vista borrosa hacia la voz que estuvo en mi cama. Esa maldita mujer que me dio aquél café envenenado, joder.

¡Vergación! la nota.

—Por lo que más quieras, hija de... —Recibo una patada en el abdomen de su pie entaconado y gimo por el dolor—. ¡Que no se te ocurra!

Ella ríe. De verdad puedo ver cómo disfruta mi desesperación.

—Tranquilo. La dejaré pasar porque coges rico y... —Acerca su boca a mi oído—. Porque nos dirás en dónde carajos está tu jefe ¿mi capisce?

—No sé nada de él...

Si no es por su mirada por encima de mi cabeza no me percato de que hay alguien detrás de mí. Y ese alguien me echa hacia atrás y me hace tragar agua fría, casi ahogándome.

—¡Ahhhhh! ¡Malditos! —Me retuerzo en la silla en la que me tienen atado.

El tipo de la capucha entierra un cuchillo en mi brazo derecho.

¡Mierda, mierda! Me duele, arde, es el infierno.

Amanda, voy a morir.

Veo mi cuerpo por lapsos temblar. Han vuelto a meterme corriente y esta vez por más tiempo que antes.

Ya no puedo más.

Pero los ruidos, ruidos grandes. Ruidos que no descifro se repiten. Mi cerebro me dice que puedo resistir, pero ya no siento mi cuerpo. Estoy cansado, adolorido. Estoy listo.

—Mier...

Disparos.

Veo con mi ojo borroso ya que se me hace imposible ver por el otro y grito del dolor cuando alguien me desata y me carga en brazos.

—Alan, vas a estar bien. Solo resiste, resiste.

—¿Morena...?

Siento la boca seca, con sabor a hierro, y mi corazón latiendo con menos fuerza.

Pero aquí llega, otra vez, la oscuridad.

Pero aquí llega, otra vez, la oscuridad

Йой! Нажаль, це зображення не відповідає нашим правилам. Щоб продовжити публікацію, будь ласка, видаліть його або завантажте інше.
La facciataWhere stories live. Discover now