03: La niña de papá.

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Lo siento. Cómo lo siento.

—ALAN. No seas débil. ALAN ¡Aún no has leído mi libro/diario editado así que levántate, ¡idiota!

     El aire llega a mis pulmones de una forma abrumadora al mismo tiempo en que abro con dificultad mis ojos.

Me llevo una mano al pecho. Parece que voy a sufrir un infarto.

¿Estoy desnudo?

Vendas envuelven mi cuerpo y duele, duele como si me hubiesen enterrado un fierro por el culo.

—Alan, ¡Alan!

Mis ojos desorbitados se enfocan en la figura femenina. En la voz que escuché antes de desmayarme no sé hace cuánto tiempo. No es la morena, es una chica de al menos 22 años con un aspecto bastante... diferente.

—¿Quién eres y por qué me sacaste de allí?

Intento ponerme de pie pero ella coloca una mano en mi hombro, se sienta a mi lado sobre una silla y yo vuelvo a caer en la cama por un mareo.

¡Por los dioses de la mierda! Detesto sentirme así.

—A-agua...

No estoy en un hospital pero tengo una vía y quizá me estén suministrando suero. O eso es lo que espero que sea.

La chica acerca una botella de agua hacia mí y miro el contenido con desconfianza pero, vamos, ya me envenenaron con café, no pueden hacerlo con...

—No, ¿sabes qué? Gracias por tu ayuda pero no voy a tomar eso y...

—Pero si tú lo has pedido, hombre. —Arruga el entrecejo, molesta—. ¡Abre la puta boca y bébete la maldita agua!

No sé si es porque estoy físicamente débil, pero me ha dado un escalofrío el tono en que ha dicho lo último.

Ruda, vaya... ¿por qué me parece conocida?

Con dificultad logro levantarme de la cama aunque la mirada de esa mujer me diga que no.

Efectivamente, estoy como Luisiana D'Elia me trajo al mundo.

Me afinco de la pared arrastrando la sábana que me envolvía y cubro la parte inferior de mi cuerpo. Mi maldito brazo derecho está dormido.

—Espinoza murió.

El mareo vuelve, caigo y veo de reojo la solución caerse al igual que siento la aguja salir de mi mano.

Mierda, ¿pero por qué tengo que llevar tantos coñazos?

—¿Cómo sé que eso es verdad?

La chica me ayuda a levantar y con destreza tomo el arma que yace en su cinturón para quitarle el seguro. Y casi tambaleándome de un lado a otro, logro apuntarla.

Ella sonríe y se sienta de nuevo, cruzando sus piernas.

—Te matarán si no estás en mi bando.

—¿Y cuál es tu maldito bando, niña?

Ella se levanta, con lentitud, me intimida, pero estoy seguro de que solo es por mi estado. Aún así aprieto el arma en mis manos.

—Alan... ¿No me recuerdas?

Niego. Ya el arma ha tocado su frente y ella parece muy segura de que no haré nada.

—¿Quién eres? —No parpadeo aunque, mierda, la vista me pesa.

—Soy Gabriela Espinoza.

Jadeo.

Es cierto. Es la hija que Rodrigo tuvo con su primera mujer. La niña que papá mandó a Europa a estudiar y que, según su misma boca ya muerta, es una espinilla en el culo de los obstinada que puede ser.

Mierda.

—¿Vas matarme ahora sí o...?

Bajo el arma aunque aún sintiendo inseguridad. Me siento en el borde de la cama y ella exhala.

—Cuando papá me dijo que te buscara no pensé que... bueno, mierda, sin la cara hecha mierda puedes ser cogible.

Ésta ilusa, ja. Ni piense que me la voy a tirar. Verla a ella es ver a la difunta Isabella, su madre.

Chisteo ante su mirada entre coqueta y escalofriante.

—¿Quién lo mató?

—No lo sabemos, Alan. Lo encontramos en casa con un disparo en cada extremidad... —Sus ojos negros vacilan—. Lo último que dijo fue: "busca a Alan..."

—Wow, qué honor.

Mi sarcasmo brota en los poros de mi cuerpo. ¡Por supuesto que no estoy contento con esto! Me fui, le dije que no me jodiera ¿y qué hace? ¡Echarme mierda encima! Y de paso, justo antes de morir, como si eso pudiera conmoverme y aceptar todo lo que su niñita tiene pensado.

¡Se equivocan!

—¿A dónde vas...?

—A tirarme por un barranco antes de que me maten primero. Adiós.

Me arrastro porque mi pierna duele demasiado. Llego a la puerta, jadeo cansado. Sigo caminando, salgo de la habitación y me encuentro con cinco hombres, los conozco, me sonríen y arrugan el entrecejo cuando gruño.

—Alan, no seas idiota.

Ni piense que vamos a tomar el mismo camino.

Vuelvo a gruñir cuando escucho cómo le susurra a uno de sus gorilas.

—Déjame, vergación... —Necesito de la pared para seguir caminando por el largo pasillo de lo que parece una casa—. Le dije que no me jodiera ¡Le dije que no me jodiera!

En un mal paso me enredo con la sábana y caigo. Mierda. Mejor que me muera ya.

—Quiero encontrar a la persona que mandó a matar a mis padres, y tú vas a ayudarme.

Ya todo me vale vergas. Así que jadeo con la cara pegada al piso.

—Oh... tan mandona como papi.

Quiero reír pero no puedo.

Ella se agacha tomando y girando mi cara para que la vea.

—A Isabella la envenenaron, Alan, no murió por un simple infarto. Y nadie más que tú sabe quiénes eran sus enemigos del momento. Así que te vas a levantar, te recuperarás, saldremos de este país de mierda y me ayudarás a encontrarlos ¿sabes por qué? Porque estás solo, te estoy dando la oportunidad de vivir y además... —Sonríe—. Tienes una linda debilidad la cual podríamos utilizar como incentivo ¿no crees?

Odio a esta mujer, se cree la versión femenina de mí.

Joder. Qué maldita pesadilla.

 Qué maldita pesadilla

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La facciataWhere stories live. Discover now