Cpitulo 3

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CUANDO entraron a la mansión, Dulce no podía creerlo, era inmensamente grande y muy elegante, de repente miró a varias personas paradas esperándolos, se empezó a poner muy nerviosa, pues el señor Gerard había hablado con ella de lo que tenía qué hacer, qué decir si le preguntaban.
Pero no pudo controlarse, cuando sintió que el rubio la atrajo hacia él y la agarró de la cintura, todos miraron la escena. En cuanto se acercaron más, miró que todos tenían una sonrisa en los labios, les devolvió el gesto. Gerard habló:
—Familia, ¡qué bueno que están aquí! Señora Florence —el pelinegro hizo énfasis en Dulce—, ella es la esposa del joven Wiley.
—Oh, Dios mío, eres bellísima que gusto en conocerte, me apena mucho que sea en estas circunstancias; pero aquí te trataremos como lo que eres, la señora de esta casa. Este joven no sé por qué no te había traído a presentarte. Estoy un poco molesta con él, pero se lo dejaré pasar por lo que ahorita está atravesando, así que déjame presentarte a mis otros sobrinos. Mira, este chico de aquí, es Liam.
—Mucho gusto —contestó con una sonrisa en los labios.
—Y este otro, es su hermano, se llama Oliver Scott. Este otro chiquillo, que está acá, es el pequeño Asher.
El pequeño rubio al verla, se dejó ir, gritando:
—¡Mamá!
—¡Mi amor! —exclamó la tía Florence—, perdónalo es que siempre que ve a alguien con esos ojos verdes, piensa que es su madre. 
A Dulce se le apachurró el corazón, no pudo contenerse, se soltó del rubio y abrió sus brazos para abrazar al pequeño. Asher solo tenía cinco años.
—Hola, pequeño —dijo la rubia.
Asher la abrazó y le preguntó:
—¿Tú si quieres ser mi mami?
—Si tú quieres que yo sea tu mamá, entonces yo seré tu mamá.
—Sí, voy a tener mamá. Tío por fin me diste una mamá. Esta sí me gusta; la otra no, es mala y fea.
—¡Asher! —le reprendió la tía, añadiendo apenada—: lo siento.
—No se preocupe, es solo un pequeño —le justificó la rubia, Angust se sentía confundido; no entendía lo que pasaba; de repente, se empezó agarrar las sienes, Dulce Rose se dio cuenta, por lo que indagó sin pensarlo—: Mi amor, ¿te duele la cabeza, te sientes mal?
—Sí, me está empezando a doler un poco.
—Por favor necesito llevarlo a su recámara.
—A la recámara de ustedes —le corrigió la señora Florence.
—Oh, perdón, es verdad, a nuestra recámara.
Hasta ese momento, Dulce Rose quedó en shock, pero ¿qué diablos haría cuando tuviera que dormir con él? Nunca había estado con un hombre. Dios mío santo, tuvo que hacerse de mucho valor para que no vieran su perturbación.

Al ser llevados a la habitación, recordó que no tenía nada de ropa, pues la maleta la había extraviado al salvarlo.
—¿Qué se pondrá? —preguntó una joven de la servidumbre— Señora, sus cosas están aquí al otro lado del closet de su esposo y en estos cajones están su ropa íntima, disponible para usted. 
No lo podía creer, ya tenían todo para ella, entonces dijo:
—Muchas gracias, puede usted retirarse. Pues tengo que atender a mi esposo, cualquier cosa, yo le llamaré. 
—Señora, mi nombre es Alice, a sus órdenes, con permiso. —Se retiró, dejándolos solos.
—¿Te sigue doliendo mucho la cabeza? —inquirió acercándosele—. Vamos, ven, recuéstate un poco, necesitas descansar.
Él la miraba, no se cansaba de ver a esa mujer, se le hacía tan guapa como un ángel caído del cielo.
Lo ayudó acostarse, él, al mismo tiempo, la atrajo a su cuerpo, haciendo que ella le cayera encima. La agarró y se le quedó mirando intensamente, preguntándole:
—¿Puedo besar a mi bella esposa?
Dulce temblaba, pensó para sí misma qué iba a hacer, así que lo único que hizo fue cerrar sus ojos para sentir la invasión de unos labios húmedos sabor a cereza y una lengua buscando de entrar, abrió su boca para que él pudiese probar la miel de su paladar, el beso fue dulce, tierno y muy apasionado.
Ella empezó a seguirle el paso a ese beso, era la primera vez que besaba a un hombre. Desfallecía sintiendo que algo le quemaba por dentro, no sabía qué era, sentía fuego en su sangre.
Al sentir que le rodeaban su pequeña cintura, sin pensarlo jadeó y eso le agradó al rubio; de repente, tocaron la puerta sin pensarlo, Dulce se levantó aprisa, se acomodó el vestido, se puso roja como un tomate y dijo:
—Sí, adelante, pase.
—Hija, quería asegurarme de que todo esté bien, si necesitas algo más —expresó Florence, percatándose que los rubios se encontraban muy nerviosos. Sonrojada por la situación, consideró que estaba saliendo mejor de lo planeado. No obstante, quiso asegurar el terreno; por tal razón, le sugirió a la rubia—: hija, si tú quieres, puedes moverte a otro cuarto para que puedas descansar mejor.
Dulce no supo qué decir, pues parecía que su voz no salía de su garganta. Sin embargo, el rubio hasta el dolor de cabeza se le quitó y, reaccionando, contestó:
—¿Cómo es posible que quieras quitarme a mi mujer de mi lado? ¿Qué no ves que yo la necesito, la necesito siempre cerca de mí?
—Ay, hijo, perdóname, fue una simple pregunta. No quise incomodarte o incomodarlos.
En eso, Dulce habló:
—Sí, puedo moverme a otra habitación. No quisiera incomodarte durante el tiempo que estés con esos dolores de cabeza, así podrás descansar mejor.
—¡¡No, no quiero!! Yo te necesito a mi lado ¿O acaso no quieres estarlo? —lo preguntó con un dejo de tristeza. 
—Claro que sí amor, solamente era una sugerencia de la tía; por ello, me pareció lo mejor, pero no te preocupes, me quedaré contigo.
—Creo que lo mejor es que tú estés siempre a mi lado, así podré recordarlos más pronto.
Ella se sintió morir, pero tuvo que hacerse la fuerte.
—Está bien amor, no te exaltes, me quedaré contigo —aseveró, tomándole de la mano.
—Muy bien, entonces, si todo está arreglado, les deseo que pasen muy buenas noches, con permiso.
La tía Florence al cerrar la puerta tras de sí, se le dibujó una gran sonrisa en sus labios porque estaba saliendo mejor de lo planificado.
Entró a la biblioteca muy dichosa, ahí ya se encontraba Gerard.
—Señora, ¿a qué debo esa sonrisa? Usted no suele sonreír muy seguido.
—Estoy que brinco de felicidad, pues esto no podría salir mejor de lo que pensábamos.
—¿Por qué lo dice?
—Porque parece que a mi sobrino le agrada demasiado y a mí también. ¿De dónde la sacaste? ¿Cómo es que la encontraste? Es  bellísima y se ve que tiene un alma noble.
—No me lo creerá, no he podido detallarle, así que siéntese para contarle ¿cómo pasaron las cosas? Lo que puedo decirle es que ella es hija de unos de nuestros difuntos socios. Averigüé, ¿quiénes fueron sus padres y cómo la despojaron de todo?
—Me estás queriendo decir que conocimos a los padres de esa chica.
—Sí, señora, sí, los conocimos. A decir verdad, el señor Walker tiene acciones en la empresa de nosotros, pero le dijeron que no tiene nada. Que lo perdieron todo, lo cual es falso. Cuando me dijo su nombre se me hizo mucha casualidad el apellido de nuestro difunto socio. Ya luego de investigar bien, descubrimos que en efecto es la heredera.
—Creo que el destino ya está escrito, porque ¿quién diría que conocimos a su padre, el cual dejó acciones en la empresa? Ahora sí, espero, esa arpía de Sophía salga de la vida de mi sobrino y de nosotros.
Dulce Rose se metió a ducharse, mientras Angus descansaba; pues se había quedado profundamente dormido.
Agarró una pequeña bata de seda que había ahí y salió. Al mirarlo, lo vio tan parecido a un ángel.
—Dios mío, ¿qué haré cuando quiera intimar conmigo, se dará cuenta de que nunca he estado con él ni con nadie? Por favor ayúdame Dios, ayúdame a sobrellevar esto.
Se dirigió a la cama y se recostó al otro lado, acomodándose para cerrar sus hermosas esmeraldas, unos grandes brazos la rodearon por detrás, se sintió desfallecer, sentía que el corazón se le saldría.

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