- Despedida en Saipan -

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—Lo lamento. —murmuró el doctor con expresión seria y cerró la carpeta de exámenes sobre el escritorio— Podría decirles que le queda un año, incluso más, pero estaría violando una ley ética que me impide mentir sobre el estado de un paciente. Si hay algo que quiera hacer antes de que comience a debilitarse deberían hacerlo juntos.

—¿Y si intentamos con la quimio una vez más? —preguntó la madre desesperada en la silla frente al doctor— ¿Algún medicamento de ensayo que aún no haya sido lanzado al mercado?

El doctor dio una negativa de cabeza.

—Sus defensas están en el suelo. No resistiría las transfusiones. Lo lamento mucho. —repitió titubeante ante los sollozos de la mujer.

El padre intentaba mantenerse sereno por los dos. Se excusaría para ir al baño más tarde y lloraría a solas. Después de lavarse la cara, saldría a seguir sosteniendo aquella familia que se derrumbaba a través de ocho meses de sufrimiento.

—Significa que le está dando de alta para que no muera en el hospital. —susurró la mujer en un hilo de voz— Significa que nos hemos rendido nosotros primero, aunque él continúa luchando.

—Mamá, está bien. —Jimin se puso de pie arrastrando el respirador y abrazó a su madre por la espalda.

Lejos de sentir consuelo con la caricia de su hijo aquel llanto penoso se volvió incontrolable.

—Agradecemos su dedicación doctor. —dijo el padre otra vez fingiendo sobriedad y también se puso de pie— Agradecemos sus cuidados y haremos lo que sugiere, si Jimin está de acuerdo.













Las enfermeras del cubículo hicieron una despedida con globos y un pastel para Jimin.

Por costumbre, lo hacían con los pacientes que vencían el cancer después de librar duras batallas.

Esta vez se trataba de un joven de veinticuatro años con un devastador y raro cáncer de huesos.

Había ingresado en la sala de terapia intensiva con un inexplicable dolor de cuello, que lo hiciera perder la conciencia durante su clase de danza y del cual no se recuperó.

Después de este primer evento vinieron las radiografías revelando las causas funestas.

El llanto de su madre en las madrugadas, las discusiones con su padre, los vómitos constantes y la pérdida de peso.

Los médicos decidieron dejarlo internado en el hospital hasta que consiguieran algún tratamiento efectivo sobre la enfermedad, que no dejaba de expandirse.

Se vio obligado a abandonar la carrera en el cuarto año, a pesar de que los profesores acordaron establecer las fechas de los exámenes consultando su disponibilidad.

Ocho meses después lo habían declarado con metástasis en todo el organismo. Significaba que los tratamientos no habían funcionado y que la ciencia se rendía.















—Quiero visitar Saipan. —dijo Jimin bajando las escaleras aquella mañana usando una camisa floreada.

Vio cómo su madre se secaba las lágrimas frente a la estufa y su padre se metía de cabeza en la nevera en busca de algo para disimular las suyas.

Otra vez discutiendo, pero Jimin había aprendido a ignorar todo lo que hablara sobre su enfermedad.

—Quiero pasar unas vacaciones en la playa, nadar todos los días, broncearme la piel y probar de todos los pescados que haya en el mar. —dijo sonriendo y sus ojos se volvieron dos líneas finas.

𝙳𝙴𝚂𝚃𝙸𝙽𝙾 ••𝗄𝗈𝗈𝗄𝗆𝗂𝗇••Where stories live. Discover now