29.

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MELISSA

Está empezando a anochecer y el sol se esconde entre los edificios más altos dejando que se cuelen los últimos rayos. Estoy sentada sobre la piedra fría llena de grafitis con los pies colgando hacia la U que forma la estructura del parque. El metal que divide la piedra en dos, frío bajo mis piernas es lo único que siento ahora mismo. Una nube amenaza con esconder el sol.

Saco los auriculares del bolso y los conecto a mi móvil. No me molesto en buscar ninguna canción, solo dejo que suene el aleatorio hasta perderme entre la melodía de las distintas canciones que pasan una detrás de otra. Llevo demasiado tiempo evitando este lugar, y sé perfectamente por que lo hacía. Al igual que ahora sé por qué antes no me permitía sentir nada. Cojo una bocanada de aire y la suelto muy lentamente con la vista clavada en mis zapatillas blancas.

— Me la han denegado ¿sabes?

Suspiro.

El viento sopla y me despeina el flequillo.

— Ojalá estuvieras aquí...

— Estoy yendo al psicólogo, me va muy bien. O eso creo. Mírame, al final me he atrevido a venir—suspiro.

Un viento más delicado sopla un poco más fuerte y las hojas secas de los árboles se arrastran por la piedra pulida de las estructuras curvadas.

— Papá y mamá están bien. Alejandro por fin tiene novio. Aurora... Aurora se está enamorando de Lucas. Ya sabes que Lucas siempre ha estado un poco colado por ella pero parece que les va bien, aunque ella se niegue a aceptarlo. Supongo que la entiendo. Es lo que tú habrías querido, que siguiéramos viviendo. Nunca has sido muy dramático, siempre contento, libre. Pero me está costando, me está costando mucho...

Silencio. El cielo está cada vez más oscuro y las nubes se han empezado a acumular en lo alto.

— Y hay un chico... bueno, había. Un chico que me hacía sentir, sentir cosas que ya creía imposible recuperar. Pero decidió por mí. Y se fue, Isaac, se fue. 

— Ya te perdí a ti... No puedo perderlo también a él. ¿Pero ya es tarde no?

Silencio.

— ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? —Las lágrimas que había estado conteniendo entonces, empiezan a brotar de mis ojos.

Silencio.

Y un trueno.

La primera gota de la tormenta cae justo a mi lado, en la piedra, encima de uno de los grafitis dibujado con rotulador negro que dice "Lo imposible tarda un poco más". Las siguientes gotas no me dan tregua y empiezan a mojarlo todo a su paso. Pero no me muevo. Dejo que la lluvia me empape, aunque estemos en diciembre y mis dientes castañean por culpa del frío.

Un paraguas me cubre la cabeza, me giro para mirar con ojos llorosos y la nariz roja a la persona que tengo a mi lado. Que me abraza con su brazo libre mientras me sonríe con un gesto dulce. Durante unos segundos solo se escuchan los sorbitos de mi nariz.

— Tu padre me ha dicho que estarías aquí.

— Nicola... — suena más como una súplica que como una afirmación. Pero él lo entiende a la perfección. Sabe por qué he venido, sabe con quién venía aquí.

— Lo sé mi niña... lo sé... — acaricia mi espalda con cuidado. Sentándose en el suelo completamente empapado.

— No... te vas a mojar— consigo decir con un hilo de voz.

— Tampoco me gustaban tanto estos pantalones.

— Eres idiota.

— Ya ya, la misma historia de siempre, tu me llamas idiota, yo te llamo dramática. Venga Melissa seguro que tienes algún otro insulto bueno para mí.

Sempiterno(1) {terminada} PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO Where stories live. Discover now