Capítulo 12

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Jonathan solía destacarse por su actitud decisiva y por su espontaneidad. A veces le jugaba en contra porque podría ser tomado como impulsivo, pero aquello jamás le importó; tenía la habilidad de pensar rápido y tomar la decisión correcta. Por eso fue el único que llegó junto a Jordan y Kev, con su charola de comida.

—Ya te serviste —dijo Jordan a modo de reclamo cuando se sentó frente a él.

—Tengo hambre —se defendió el rubio, metiendo una patata frita en la boca y dedicándole un guiño de saludo a Kev, quien estaba sentado al lado de su hermano. Como era una larga mesa de madera, otras siete personas ocupaban el otro extremo.

Kev se mostró un poco confuso por el extraño reclamo y la excusada respuesta. Jordan lo notó.

—Tonterías de trillizos —respondió Jordan a la pregunta que Kev nunca hizo— Se supone que debemos hacer todo juntos, sino Eli se disgusta.

—Eres tan buen hermano que eres el único que no fue por su comida —repuso Kev, señalando a Eli, que estaba hablando animadamente con la señora que servía la comida. Esta no dejaba de hacer asentimientos desinteresados y serios, como si no prestara atención a lo que el chico le decía.

—Genial —se quejó Jordan y procedió a dirigirse a la fila. Además de que debía rescatar a la mujer de las extravagantes conversaciones de Eli.

Jon notó entonces que, al igual que su hermano, Kev no tenía su comida, y a juzgar por el hecho de que Jordan no se ofreció a servirle algo, dedujo que no iba a comer, o que ya había terminado. Pero de todos modos tuvo que preguntar.

—¿Estás a dieta?

El chico de cabello lacio lo miró fijamente y movió la cabeza en negación.

—Comeré en la biblioteca. Tengo mucha tarea.

—Podrías haber almorzado mientras nos esperabas —replicó el rubio, agarrando su sándwich y dándole un gran mordisco.

—No tengo apetito de todos modos —Kev hizo un encogimiento de hombros, sonriendo de pronto al verlo comer. Resultaba agradable la comodidad que imponía su actitud despreocupada. Parecía mucho más relajado que Jordan.

Jonathan tragó su comida y se quedó viéndolo del mismo modo, sin romper contacto visual.

—¿Eres un cerebrito? —inquirió mientras destapaba su pequeña botella de agua.

—No, pero me gusta tener mis proyectos en tiempo y regla.

—Eres un cerebrito —repitió Jon con gracia.

—Límpiate —le dijo el otro, apuntándose su propia comisura. Pues el rubio tenía un poco de salsa de tomate en los bordes de su boca. Observó que Jonathan se pasó la mano por la boca—. Lo estás empeorando —se echó a reír y metió la mano en el bolsillo de su pantalón, sacando un pañuelo. Se lo entregó y el chico no dudó en limpiarse la boca y las manos—. Quédate con él —dijo en cuanto quiso devolvérselo. Además de que había retomado su almuerzo y seguiría ensuciándose.

Eli y Jordan llegaron a la mesa con los demás, el menor ocupó el lugar al lado de su hermano y el otro al lado de Kev.

—¡Este tiempo es asombroso! —expresó Eli con vehemencia— ¡Tienen palitos de pescado... frito! ¡Y todo esto me costó dos dolares con cuarenta y ocho centavos!

Tenía el pescado, costillitas de cerdo con barbacoa, chícharos, salsa de tomate y el agua.

Tarde se percató de que había hablado muy fuerte y los estudiantes de la otra punta lo miraron con extrañeza, con sus ceños fruncidos y muy confundidos. Excepto Kev, que le obsequió una sonrisa conforme por su comentario, parecía ser el único que comprendía su emoción.

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