7• Nada Malo

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Estamos mirando Harry Potter y el prisionero de Azkaban

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Estamos mirando Harry Potter y el prisionero de Azkaban.

La noche de Chicas ha sido todo un éxito, y más para mí que llevo dos películas con mis dedos entrelazados con los de Verónica y de vez en cuando inconscientemente cruzamos las miradas con risitas.

Las manzanas acarameladas ya se han terminado al igual que las palomitas.

—Iré por más palomitas —avisa Verónica, tomando el bowl.

Caigo en cuenta que si Verónica se levanta vamos a dejar de tener nuestros dedos entrelaza y no pienso volver a soltarla.

—Y yo buscaré algo se tomar —aviso también.

Verónica suelta mi mano y se levanta. Sentí que algo se desconectó de mí. Me levanto y camino detrás de ella hasta llegar a la cocina.

Dejamos las cosas en la encimera. Verónica vierte semillas de maíz en el bowl y las mete en el microondas. Yo abro el refrigerador y saco una jarra con jugo y relleno cuatro vasos.

La verdad es que hay silencio, pero no es incomodo es uno tranquilo.

—¿Qué piensas, Lia? —me pregunta Verónica.

—¿Por qué la pregunta?

—Porque tres de la cuatro vasos están a la mitad y el que estás rellenando ahora está a tope —señala, mirando con una sonrisa.

—Ah... —río.

¿Y si le digo? ¿Y si no le digo? Que dilema...

—Tengo miedo, Vero...

—¿De qué? —se acerca a mi después de sacar las palomitas de el microondas.

—De lo que pueda pasar... —dejo la jarra en la encimera.

Ella me mira.

—¿De lo que pueda pasar...?

—Sí, de lo que pueda pasar después de que...

Me acerco a ella y la tomó del cuello pegando sus labios a los míos, envolviéndola en un beso que corresponde al instante. Se siente como las nubes, como el agua cayendo en la grama, como abrazar a un perrito peludito.

—De que te diga que me gustas... —confieso contra sus labios.

Me separo de ella y la miro un poco apenada por... Ella toma mis mejillas y vuelve a juntar nuestros labios como poesía de autores franceses. Mis manos aterrizan en su cintura y la pego del borde de la encimera. Ríe durante el beso.

—No pasara nada malo —sonríe porque puedo sentirlo—, porque tú me gustas también...

Por dentro salto de emoción. Sus manos abandonan mis mejillas y bajan por mis hombros y brazos hasta apoyarse de la encimera. Eso hizo estremecerme. Abro más mis boca dándole permiso a su lengua de jugar con la mía y profundizar el beso.

No dudes de eso si ves la más mínima señal de igualdad, puede ser lo mejor de lo mejor. No te reprimas, puedes perderte de algo bueno y no te rindas, intenta.

Con mis manos la pego más a mí y entre risas...

—Te amo...

Unos chillidos nos asustan y volteamos para ver a Emilia y Gabriela con unas grandes expresiones de sorpresa y felicidad.

—¡Lo sabíamos! —exclaman al unísono.

Vero y yo reímos, ella pega su mejilla de mi pecho y me abraza.

—La mejor noche de chicas...

Noche de Chicas ©Where stories live. Discover now