—¿Y bien? —corté el silencio que se había formado.
Mordió su labio, meditando lentamente sus palabras.
—Solo no tengo el valor para hablar con alguien, ni mucho menos mirarlo a la cara...
Incluso mientras íbamos caminando y hablando, él miraba al suelo.
—Pero me has mirado a mí a los ojos en una ocasión.
—Es como verme a mí mismo, así que no me da tanto miedo. No suelo mirar a la gente a los ojos.
—Eso es nuevo para mí.
No dijo nada.
—¿Te causan nervios?
—Me causan pavor.
Tragué saliva con pesadez al notar como se le tensaban los labios, un estrago que dejó claro que era un tema serio para él y que no bromeaba.
—Oh, lo siento tanto, no debo imaginar lo difícil que es.
No dijo nada, pero sus ojos brillaron de algo inexplicable, como si mi simple comentario le hubiese sorprendido, me pregunté si era la primera vez que recibía un ofrecimiento así y si las personas que convivieron con él entendieron su situación y la respetaron.
—Yo también tengo un problema —dije para hacerlo sentir bien.
—¿Cuál es? —preguntó curioso, sus ojos brillaron como un niño pequeño.
Me daba vergüenza asumirlo, pero era lo obvio y si él había tenido el valor de contarme algo sobre él, debía también decir algo.
—Me meto en asuntos donde no debería.
—¿Esa es una excusa para explicar la bomba de humo en mi casa?
—Podría ser... —escondí una sonrisa traviesa.
Se encogió de hombros, restándole importancia. Seguimos caminando por las viejas calles, a él no le preocupaba pisar basura o atravesar muros grafiteados, le parecía algo normal e incluso no cuestionaba la forma de cómo era Plutón: sombrío, triste, lleno de sueños destrozados y vidas perdidas.
—Todavía la tengo —confesó durante un largo silencio.
Le miré sorprendida.
—Guárdala.
Asintió.
—¿Y tus padres que dicen al respecto?
Noté que se tensaba dejó de contemplar el suelo para alzar la mirada al frente.
—Vamos por tu hamburguesa —propuso. Parpadeé confundida por su cambio de tema y asentí, no podía negarme a dicho premio. Sin embargo, no pude borrar de mi cabeza las cosas que resguardaban sobre él.
Pasamos por un puesto callejero de hamburguesas, le indiqué que se sentase en la banqueta y yo iría a pedirlas, me hizo caso y fui a pedir dos con extra-queso. Volví con él y dejé su bolsa de compras en el sitio vacío a su lado.
—Mis ojos son el mayor problema —continuó, para mi sorpresa, cuando tomé asiento a su lado—. No me gustan. Llaman demasiado la atención. Y no me gusta la atención. Me pone nervioso y me llena de... Llegué a usar suplentes, pero solo me lastimaron los ojos.
—¿De verdad hiciste algo así? —dije sorprendida.
—Casi quedo ciego.
Me eché a reír, algo que lo hizo confundirse y no dejé de reír hasta que las lágrimas se me salieron.
—¿Qué te parece tan gracioso? —arrugó su nariz.
—Siempre consideré que exageraba con mis ojos, pero tú rebasas eso, lo que me lleva a decirte que tus ojos son bonitos, Levi.
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LA LUNA TAMBIÉN LLORA
Teen FictionTopanga lleva dos años de relación con Embry, quien pese a tener una vida demasiado complicada, es un chico humilde que cuida de su hermana menor y tiene como objetivo tener una banda de música. Cambios drásticos pasarán con la llegada de un nuevo v...