XII

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Isabel Riv

La casa frente a sus ojos era enorme, si algo Hana sabia de Hoseok era que su persona disfrutaba de lo que trabajaba

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La casa frente a sus ojos era enorme, si algo Hana sabia de Hoseok era que su persona disfrutaba de lo que trabajaba.

Fue hasta que estuvieron a puerta cerrada que Hana pudo abrazarle como ella tanto había anhelado.

Eran unos melosos sin remedio, pero, así es como disfrutaban y demostraban lo mucho que se querían y Hana solo podría rogarle a la vida que aquello que tanto estaba disfrutando fuera duradero como ninguno antes en la vida.

Hana estaba enamorada.

Eso era evidente.

Hoseok cocinaba bien, de hecho Hana estaba encantada con el platillo del cual Hoseok se habia enaltecido tanto, y no mentia cuando dijo que le quedaba exquisito.

—¿Te gusta? — preguntó Hoseok.

— Me encanta, tus manos son benditas y estas golpeando mi paladar con esta delicia ¿Como aprendiste a cocinar tan bien? Espero puedas enseñarme — dijo Hana con sinceridad y mucho entusiasmo alzando la mano hacia la de él y a Hana le causó ternura verle sonrojar hasta las orejas.

Es que Hoseok rara vez era alagado por detalles como esos, porque ¿Que novia gustaba de ir a comer a su casa? Ellas preferían comer en un restaurante caro donde el alquilará todo el local e hiciera de aquello algo confidencial, y cada vez que Hoseok miraba atrás se hacia claro, y el estaba buscando en la vanidad y la apariencia lo genuino, lo cálido.

— Bueno, siempre veía a mi hermana cocinar y a mi madre, yo, creo que solo lo aprendí sin querer... Puedes venir el fin de semana, yo... bueno, yo, solo si tu.

— Vendré, me enseñaras y aprovecho a tenerte cerca — dijo Hana y esta vez fue ella que se sintió tímida ante su hablar, porque Hoseok sujetó su mano y sus labios estaban en sus nudillos, un simple beso en la mano y Hana dejaba de pensar con claridad.

Después de comer y de hablar de todo y nada, Hoseok le mostró el estudio donde pasaba mucho tiempo.

Hana pensó que el estudio solo estaba en la empresa, sin embargo en su casa también había un estudio que parecía un santuario.

Y despedirse era solo el protocolo, Hana quería quedarse, más que quedarse quería seguir abrazada a él.

¿Alguna vez Hana se sintió deseada? No, no hasta esa noche, no hasta que Hoseok se separó de sus labios y le vio de esa manera. Eran adultos, pero eso no quitaba que ella no estuviera nerviosa, ¿realmente ella podía hacerlo bien? Yoin solía decirle que cuando es el momento simplemente pasa y solo queda disfrutar.

Hoseok no quería escucharse necesitado, pero sus manos le delataban.

— Es, es... estoy nerviosa — confesó Hana sin quitar la mirada en aquellos ojos.

— Lo, lo siento, yo, lo siento.

— Pero quiero, quiero hacerlo...

Oh Hana, ella se sintió amada esa noche, ella disfrutó esa noche, ella se sintió avergonzada de sus propios gemidos y Hoseok amó todo de ella esa noche.

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