PARTE 1 - GALEN

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Galen Pembroke caminaba bajo los faroles de una calle gris. El aire nocturno de Londres tenía cierto peso que se sentía en los labios. Un velo de neblina y humedad cubría el ambiente.

Nada lo tentaba más que la invitación que le extendía la noche. La oscuridad que se paseaba por las calles haciéndolas menos transitadas. Los juegos de luz y sombra que coronaban los antiguos edificios.

Era su escenario.

Atravesó angostos callejones que muchos definirán como "inseguros" y continuó por las calles bien iluminadas, siguiendo rastros de música hasta dar con una fiesta.

El edificio se veía descuidado. Apartamentos pequeños; lo cual se traducía a rentas baratas, si es que existía tal cosa en una ciudad como Londres, y a inquilinos jóvenes.

Reposó su silueta a un lado de la entrada de manera casual. Había pasado más de una semana desde la última vez que había bebido sangre y la necesidad de consumir magia ardía en su garganta.

Galen era un Antiguo. Distinto a las criaturas inmortales atormentadas por la inconsecuencia de los años y la condena de su alma propias de las grandes novelas góticas. Su corazón latía. Bombeaba vida.

Los Antiguos son longevos, humanos que necesitan beber sangre de poseedores de magia para mantener con vida el hechizo que corre por sus venas. Eso explica por qué Galen tenía la apariencia de un joven de veintiséis años cuando llevaba vivo unos cuantos más. Su pelo oscuro, sus hipnóticos ojos marrones con destellos verde y su atractivo rostro lo acompañarían por un largo, largo tiempo, antes de envejecer.

Las risas anticiparon la llegada del grupo que había estado esperando. Se acercó al portero eléctrico fingiendo una expresión impaciente. La primera chica en notarlo se lo transmitió a sus amigas en un intento poco disimulado, haciendo que compartieran una risita y miradas de interés.

—Buenas noches, señoritas —dijo de manera galante—. He estado anunciándome,

pero creo que nuestra anfitriona tiene la música un poco alta.

Una de ellas se adelantó hasta el portero y apretó un dedo contra el botón del 5º A. El último piso.

—Típico de Leslie —respondió presionándolo de manera reiterada—. ¡Les!

¡Estamos abajo!

Un zumbido que hizo vibrar la puerta, les permitió la entrada.

—Después de ustedes —dijo Galen sosteniéndola.

Las jóvenes se presentaron hablando una encima de la otra, mientras Galen se detenía en el aroma de cada una y buscaba aquella chispa casi imperceptible al estrechar las manos en un saludo. Sin embargo, ninguna de ellas era una bruja o poseía magia.

Lo primero que notó al acercarse al departamento fue la mezcla de incontables voces hablando sobre la música. Lo segundo fue la escasez de luz. Y lo tercero, las botellas de alcohol barato que ocupaban la mayoría de las superficies.

Jóvenes universitarios.

Galen no se guiaba por muchas reglas, pero una de ellas era evitar a los menores de edad. Eran un anzuelo que tenía el potencial de arrastrar a un tiburón hacia un mar de problemas.

Se paseó por la habitación y tomó una cerveza en el camino. Las brujas eran difíciles de encontrar y aún más difíciles de engañar. Los aquelarres hacían un buen trabajo en educarlas sobre la amenaza de los Antiguos. Por fortuna, no había muchos como él. Lo que hacía que muchas jóvenes brujas bajaran la guardia. La mayoría de ellas se perdían en ocultar lo que eran, el rol de jóvenes normales les salía tan bien que a veces se olvidaban todo acerca de los peligros del mundo sobrenatural.

GALEN PEMBROKEWhere stories live. Discover now