PARTE 2 - ARIELLE

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Arielle Hollis le dedicó una sonrisa inocente a la vendedora mientras sus dedos trabajaban en deslizar un lápiz labial en el bolsillo de su abrigo. Era un tubo dorado. KissKiss de Guerlain. Usaba el mismo tono frambuesa desde que tenía memoria. Solía tener tres, e incluso cuatro, en su antiguo tocador, pero las cosas habían cambiado.

La única manera de dejar la icónica tienda de Selfridges con el lápiz labial era gastando su triste salario o robándolo. La opción correcta era evidente.

Dejó el perfume del que habían estado hablando sobre el mostrador y miró el reloj en su muñeca, alejándose a paso decidido.

La primera vez que había robado algo escuchó los latidos de su corazón anunciando cada paso que daba. Ya no los oía. Solo la fugaz sensación de adrenalina cuando cruzaba la salida y se encontraba del otro lado.

Los últimos meses la habían convertido en varias cosas, entre ellas, una ladrona. Arielle había pasado semanas en galerías de compras y callecitas de tiendas observando a otras personas hacer lo mismo. Tomando notas de triunfos y fracasos para idear un estilo propio.

Sus reglas eran sencillas: una cosa a la vez. Y solo en tiendas donde ya hubiera comprado antes. Las vendedoras tendían a relajarse con clientes habituales y ella sabía la ubicación de las cámaras de seguridad.

El atuendo que llevaba también era una pieza clave. Era una de las razones por las cuales había conservado algunas cosas de su vestuario de diseñador. Nadie pensaría que no podía pagar un lápiz labial cuando llevaba una cartera Channel.

Arielle se abrió paso por las transitadas calles de Dalston. El vecindario estaba repleto de pubs, pequeños locales y stands de comida. El aire olía a platos de diferentes partes del mundo. Desde guacamole a kebabs.

El contraste con su antiguo vecindario era algo que todavía la aturdía. Arielle Marie Hollis solía vivir en Notting Hill, en una imponente casa blanca de tres plantas con ventanales enmarcados por columnas, pequeños árboles siempre podados y flanqueada por una fila de casas de igual fachada blanca que se extendían a lo largo de la cuadra.

Pembridge Gardens era un área sofisticada destinada a la elite londinense donde las calles solían estar vacías a excepción de turistas con cámaras fotográficas.

Esa había sido su vida hasta que su padre, Peter Hollis, había perdido su cuenta bancaria debido a un fraude y evasión de impuestos. Él y su madre Coraline no tuvieron más opción que mudarse a la residencia de su tío Charles, esperando que alguna solución milagrosa los regresara a su antigua vida.

No ella. Arielle vio lo que su madre llamaba "una maldita desgracia" como a una oportunidad de reinventarse bajo sus propias reglas.

Al igual que la mayoría de sus compañeros nacidos en familias privilegiadas, su vida había sido planeada desde la cuna. Incluso antes. Desde la primera educación en The Minors Nursery School hasta los últimos años en el internado Charter House.

Su madre había imaginado que su existencia le daría algo de que presumir en reuniones sociales: una hermosa hija con talento para la pintura. Un atractivo hijo con méritos académicos. ¿Quién podía decir qué tipo de fantasías había entretenido esa problemática cabeza?

No importaba.

El paso que había dado había sido el primero por propia elección, y lo consiguió gracias a que no le tembló el pulso cuando falsificó la firma de su padre en un cheque para pagar la matrícula de la Queen Mary University of London.

El acontecimiento sucedió semanas antes de que las cuentas bancarias de los Hollis fueran congeladas, por lo que se aseguró su primer año como una estudiante dede estudios de Literatura Creativa.

GALEN PEMBROKEWhere stories live. Discover now