Violeta

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Se sentía con más fuerzas que nunca. Cualquiera se motivaría con el primer beso de la persona que le gusta y la certeza de poseer habilidades sobrenaturales. Respiró profundo para que la emoción que le generaban ambas cosas no la desconcentrara. Se enfocó en la luz que provenía de la entrada al callejón.

—Bien. Así que, finalmente, la última dimensión.

Gracias a su aumentada intuición, ahora todo estaba claro: se encontraba en su mente, por eso todo se sentía como en un sueño. Aunque no era solo su mente, aquello iba más allá, como si conectara con todo lo que existe. De alguna manera, se encontraba tanto en su mente individual como en la mente colectiva. Aquello debía ser el plano astral. Pensó en la ley de Mentalismo y recordó un documental sobre sueños lúcidos al que le había puesto breve atención hacía mucho. «De acuerdo. Si esto es como un sueño, si esto es mi mente, y considerando que en efecto poseo habilidades sobrenaturales, entonces debo de tener la capacidad de controlar todo lo que sucede aquí».

Varias veces intentó que Mía apareciera, pero no tuvo éxito.

—Algo me decía que eso no funcionaría —suspiró.

Salió del callejón y apreció las fascinantes auras que rodeaban a todos los seres vivos. Afortunadamente ya no había tantos entes negativos; de hecho, ahora había también otro tipo de entes que parecían neutrales y positivos, y lucían como humanos, animales y ángeles. «Me imagino que la menor cantidad de seres negativos es un reflejo de que estoy mejorando. Vas bien, Cielo». Miró hacia arriba y sonrió. «Algo me dice que esto sí funcionará». Saltó decidida y de repente ya se encontraba volando a gran velocidad sobre los edificios.

—¡Fantástico! ¡Esto es fantástico!

Dio varias vueltas sobre un parque y se elevó todavía más para sentir la frescura de las nubes y los rayos del sol. Flotó apaciblemente unos segundos, extasiada, hasta que vio una cancha de baloncesto vacía y descendió. Se acercó a la pelota que se encontraba en las gradas y, al poner los pies sobre el piso de nuevo, con su mente la elevó y encestó.

—Increíble, también telequinesis. Esto es como ser una Diosa.

Hizo que la pelota regresara a ella. Preguntándose si podría atravesar objetos, la presionó con fuerza; en seguida la traspasaron sus manos. Eufórica, se dispuso a volar y a atravesar todo lo que se interpusiera en su camino. Se sentía imparable.

Mientras descansaba en el césped, un ser parecido a un ángel pasó cerca de ella y se dirigió a él.

—¡Hola! Oye, ¿sabes cuál es el propósito de esto? ¿Sabes cómo funciona en el fondo todo esto?

El ser se limitó a sonreír y siguió su camino.

«Vaya, ¿a quién me recuerda?». Pensó irónica. Se acercó a varios entes positivos y neutrales más, pero ninguno le respondió, ni siquiera aunque ella deseara con fuerza que lo hicieran. «Bueno, definitivamente no tengo todo el control aquí. Aunque quizás eso prueba que esta dimensión no es solo mi mente». Aun así, quiso averiguar cuánto era capaz de lograr. Observó el paisaje frente a ella y, haciendo uso de la visualización, hizo que de una ciudad occidental en pleno día cambiara a una ciudad oriental en plena noche. «Guau, pues esto es mucho poder».

Emocionada, viajó o, mejor dicho, hizo que viajaran a ella todos los lugares del mundo que le había dado curiosidad conocer. Siendo capaz de entender cualquier idioma y de hacer lo que quisiera sin que nadie protestara, voló sobre distintos cielos, probó nuevos platillos, exploró tiendas exóticas y se subió a impresionantes juegos de parques de diversiones. Definitivamente aquellos poderes le encantaban. Además, durante todo el transcurso no dejó de encontrarse con números repetidos, que en cada ocasión le daban más energía para continuar.

Los tonos del cieloWhere stories live. Discover now