Capítulo 25.

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Mayo 3 - Día 105

Me desperté con el suave quejido que salía de los labios de Valentina, su cuerpo estaba acurrucado en sí misma, sus manos en forma de puño contra las sábanas, su frente presionada contra la tela. Sus ojos estaban fuertemente cerrados y una delgada línea de sudor recorría su frente, debió de ser algo que le dolió mucho.

El reloj que estaba en la mesita junto de su cama marcaba las 4:06 a. m., el cuarto del hospital estaba oscuro excepto por la luz que venía de la puerta. Traté de bloquear la luz con mi cuerpo para servirle de escudo a Valentina lo mejor que podía y protegerla del mundo de ahí afuera.

—Amor, ¿es un dolor de cabeza? —murmuré moviéndome para tomar sus manos, recordé la forma en que aprisionó mis dedos la última vez usándolos como una línea de vida.

Ella se congeló ante el contacto, separándose de inmediato de mi piel.

—No me toques, NO ME TOQUES.

—Valentina, soy solo yo —dije tratando de calmarla mientras me estiraba para presionar el botón de llamado de las enfermeras, intentaba hacer mi mejor esfuerzo por consolarla—. Soy Juliana.

Ella simplemente cerró sus ojos con fuerza.

—Yo no... No... —Dejó escapar un respiro que parecía más un sollozo—. No me toques.

Asentí mordiendo mi labio inferior tan fuerte que estaba segura de que me haría una herida y la sangre caería por mi barbilla cubriendo mi cuerpo mientras me bajaba lentamente de la cama tratando de ser cuidadosa y no empujarla.

Ella estaba sintiendo mucho dolor y no era su culpa que no supiera quién era yo.

No era su culpa que me estuviera alejando de ella.

No era su culpa que no me necesitara.

Retrocedí con lentitud hacia el clóset y mi espalda golpeó la puerta con un sonido que hizo que Valentina se encogiera.

Yo solo la estaba lastimando, la estaba lastimando y nunca podría dejar de lastimarla.

Mis brazos temblaban de arriba hacia abajo, escalofríos pasaban a través de mi piel mientras me hundía en el suelo. Necesitaba ayudarla, necesitaba repararla y hacer que todo estuviera bien para ella porque yo no podría estar bien hasta que ella lo estuviera.

Ni siquiera pude decírselo mientras luchaba contra sí misma. Tampoco pude hacerle saber que no estaba sola.

Kaya entró en la habitación con nada más que una suave mirada que dirigió hacia mí, yo estaba sentada en el suelo con mis rodillas pegadas a mi pecho, mis dedos tirando de mis mejillas mientras que lágrimas de frustración amenazaban con desbordarse de mis ojos. Tenía tantas ganas de irme, dejar mi esperanza aquí y correr hasta que mi limitado tanque de oxígeno no fuera lo suficiente para sostenerme, hasta que mis pulmones se llenaran y solo me ahogara. Aunque estando sentada aquí, ya había comenzado a ahogarme.

Pero me quedé en donde estaba, parecía una bola temblorosa en el suelo porque sabía que, al final de todo esto, no podía dejarla por un millón de razones dolorosas. Le prometí que siempre estaría ahí, incluso cuando ella hubiera olvidado porque quería que me quedara.

Porque como John Green dice: «Amar es mantener una promesa de cualquier forma».

Y yo iba a mantener esa promesa, incluso cuando ella no se acordará de ella. La mantendría incluso cuando me doliera mirarla. La mantendría, aunque me rompiera en pedazos.

Cuando llegara el momento de la verdad, no tendría ninguna opción en el asunto.

Mayo 5 - Día 107

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