CAPITULO 6

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MÁS FURIOSO QUE RÁPIDO

Durante la Edad Media, la música preferida por los demonios como Asmodeo, había sido la opera. Ahora, prefería muchas veces el Rock & Roll. La velocidad a la que se tocaba lo enardecía produciéndole un placer cercano al sexual. Claro está que, para poder tener relaciones con humanos, debía poseer primero a uno de ellos. En forma de demonio, le era poco menos que imposible tener sexo. Solo podía sugerirlo a parejas y excitarse al verlos en acción.

Otra de las habilidades que los demonios inspiraban en los humanos, era el dominio de la mecánica y la capacidad de crear máquinas de diferente tipo. No en balde, Lucifer, el príncipe de los demonios, había logrado comer del árbol del conocimiento en el jardín del Edén.

Durante su interacción con humanos, los demonios les enseñaron ambas cosas: la música y las habilidades mecánicas. Uno de los inventos que siempre le habían gustado a Asmodeo, eran los autos veloces. Como los jóvenes son más fáciles de manipular, era posible tentarlos con un poco de alcohol y drogas para hacerlos que liberaran sus emociones y sentimientos. Los demonios entonces, los asimilaban y disfrutaban de ellos como cuando comían un manjar. Las entidades infernales se alimentan de nuestras emociones, sentimientos y miedos, y mientras más intensas son, mejor.

Durante algún tiempo, Asmodeo influyó en un grupo de jóvenes que sentían la misma pasión que él por las tres cosas: sexo, drogas y autos veloces. Así es que decidió que la siguiente historia que escribiría su esclavo – escritor, Gabriel – Jericó, sería la de Germán y Pamela. Tardó varios días en darle forma, por lo que ocupó el cuerpo del gato Merlín para permanecer a gusto en su casa.

Silvia detestaba al gato. Le molestó en especial una ocasión en que ella acababa de bañarse y se disponía a vestirse en su recamara. Merlín descansaba sobre la cama con esa indolencia que tienen todos los gatos. Pero, le pareció advertir una mirada de lujuria en el animal. ¿Un gato morboso? —en que cosas estoy pensando, se dijo a sí misma— pero la mirada insistente del gato la convenció que así era. Asmodeo la observaba desde los ojos del felino.

— ¡Sácate de aquí, cochino! —le dijo con coraje y le arrojó una toalla.

El animal salió despavorido de la habitación y ella cerró con pasador la puerta. Ya hablaría después con Gabriel sobre el extraño comportamiento de Merlín.

Asmodeo reflexionó sobre el asunto. No le convenía que se deshicieran del gato, ya que era su refugio durante el día. Decidió no molestar de momento a la mujer y mejor dictarle su nueva historia a Gabriel – Jericó. Las siguientes noches, su esclavo se sentaba inspirado a escribir sobre autos veloces, hasta que terminó.

MÁS FURIOSO QUE RÁPIDO

El tono rojo fuego del Charger de 400 caballos de fuerza, con alimentadores de aire instalados sobre el cofre, contrastaba de manera interesante con el azul cobalto del cielo al atardecer. Los inmaculados rines cromados y el negro del caucho de las llantas anchas traseras, hacían palidecer de envidia el asfalto en que se posaban. Los asientos de cubo delanteros, tapizados en piel en tono beige, le conferían un toque de elegancia al monstruo mecánico.

Así era el Dragón Rojo, orgullo de Germán. Él había probado innumerables veces su velocidad y potencia al ganar el circuito de la caseta de Tepotzotlan a el final del Anillo Periférico, en el canal de Cuemanco en Xochimilco, distante a unos cincuenta kilómetros. El record de recorrido del Dragón Rojo no había sido superado por nadie: veinte minutos. Inclusive, la competencia más cerrada que había tenido, la había realizado un mes antes contra un Mustang Cobra con motor arreglado: 350 caballos de fuerza contra los 400 del Charger, aunados a la pericia y temeridad de Germán; habían hecho polvo a el Mustang.

EL ESCRITOR DEL DIABLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora