CAPITULO 7

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NUNCA DESAFÍES A UNA MUJER

Cuando Gabriel Gómez, su esclavo escritor, regresó esa noche a su casa, Asmodeo ya tenía rato esperándolo dentro del cuerpo de Merlín. Se encontraba muy a su gusto recostado sobre un sofá y miraba de reojo a Silvia, con discreción. Gabriel entró y Merlín corrió a recibirlo enroscándose en sus pies, mientras soltaba un suave ronroneo cariñoso. Esto le agradó al hombre, al punto que lo levantó, lo arrulló entre sus brazos y se dirigió a la cocina para servirle un plato de leche tibia.

Tanto tiempo de tratar con humanos, había convertido a Asmodeo en un actor consumado. Sabía que con sus mimos, tenía seguro el afecto y dominio sobre Gabriel – Jericó, lo que lo mantendría a salvo de Silvia.

Cuidado con las mujeres. Ellas poseían un sexto sentido a diferencia de los hombres. De momento, no le convenía despertar más sospechas en ella.

Silvia atendió a su marido, le sirvió la cena y se retiró a dormir. Gabriel – Jericó sacó su computadora y la acomodó en la mesa, dispuesto a escribir una hora antes de retirarse a descansar. Asmodeo salió del cuerpo del gato, después de acomodarlo en el regazo del hombre y se paró junto a él, para inspirarle la nueva historia.

NUNCA DESAFÍES A UNA MUJER

Alfonso regresaba aquella tarde a su jacal apesadumbrado. La sombra de la pobreza hacía mucho tiempo que le cubría la luz del sol por lo que se desesperaba en hallar la forma de cubrir las necesidades de Obdulia, su mujer y de sus tres hijos. La cosecha en la que había basado todas sus ilusiones acababa de perderse gracias a una prolongada sequía.

Caminaba aprisa y arriaba a su burrito cargado de provisiones que había conseguido en el pueblo a cambio de la venta de una marranita, trataba de cubrir lo más rápido posible los cinco kilómetros que le separaban de su casita, antes que lo envolvieran las sombras de la noche.

Alfonso le tenía miedo a la oscuridad. Dentro de su creencia se imaginaba que se encontraba poblada de espíritus malignos, que según las palabras de su madre muerta mucho tiempo atrás, trataban de tentar a los hombres para robarles el alma y llenar con ellas las lámparas que alumbraban las Puertas del Infierno.

Las sombras avanzaron más rápido que él y su burrito, y en un abrir y cerrar de ojos se vio envuelto por ellas. Durante largo rato caminó en silencio, silbaba de vez en cuando para asustar los malos pensamientos que le acechaban, hasta que la luz se hizo en su mente: tal vez si rezara los espíritus vagabundos no se atreverían a acercársele. Con voz temblorosa comenzó a recitar un rosario, sintiéndose reconfortado a medida que lo cantaba.

Alfonso ignoraba que no se encontraba solo en aquella oscuridad. Orión, un demonio que apenas había sido enviado desde las entrañas del averno con la misión de atrapar almas de incautos, le había escuchado rezar y recordando los consejos que le habían dado antes de salir, que ardían mejor en el interior de las lámparas las almas de aquellos que son muy religiosos, se dispuso a seguirlo con la intención de tentarlo.

Era la primera vez que Orión salía solo al mundo de la Tierra, donde habitan los humanos. Siendo un demonio joven, aún le faltaban muchas cosas por aprender y en sus anteriores salidas, siempre había estado acompañado de un demonio mayor que él, para aprender la forma en que debía relacionarse con los mortales, para no despertar sospechas y evitar a toda costa que, si no se disfrazaba bien, la víctima pudiera descubrirlo y escapar de su trampa, al descubrir sus intenciones.

Alfonso no desconfió al ver a aquel hombre que salió a su encuentro desde atrás de un árbol. Al no reconocerlo a la luz de la luna, supuso que se trataba de un forastero que por alguna razón debía transitar por el mismo camino que llevaba y sintió consuelo al pensar que ya no caminaría solo.

EL ESCRITOR DEL DIABLOWhere stories live. Discover now