EPÍLOGO

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En el acantilado, Asmodeo revisó por última vez las hojas escritas. Se sintió satisfecho por el trabajo ejecutado por su esclavo escritor. Unas nubes negras de tormenta se revolcaban en el cielo y lanzaban descargas eléctricas que lo iluminaban por instantes. El mar furioso a sus pies chocaba incansable contra las rocas. Guardó los documentos en la fisura y la selló con una descarga eléctrica que atrapó de una nube.

Se sentó entre las rocas para poner en orden sus pensamientos. Se entretuvo capturando rayos y lanzándolos a diferentes partes del mar, como cuando un niño tira piedras contra la superficie del agua.

El alboroto de chispas eléctricas atrajo la atención de otro ser de la oscuridad. Una gigantesca serpiente con el lomo verde y el vientre amarillo, se aproximó al pie del acantilado. Al verla, Asmodeo bajó al vuelo, y se sentó en las rocas frente al monstruo.

— ¿Qué sucede hermano Asmodeo —dijo La serpiente con voz profunda— ¿porqué tanto alboroto?

—Perdona que te haya incomodado, hermano Leviatán. Solo me encuentro un poco aburrido y mataba el tiempo en espera del amanecer.

—Hacía tiempo que no te veía —añadió la serpiente— ¿Cuándo lograste salir de tu prisión?

—Hace unos pocos años. Ya estaba cansado del encierro en ese ataúd de piedra, en el subsuelo de la Catedral.

—Pues, vaya que te la hicieron buena —dijo Leviatán y continuo—, pareciste un principiante, mira que meterte con esos curitas exorcistas. Solo a ti se le pudo ocurrir.

—Lo bueno es que, nada es para siempre —dijo Asmodeo—. Una inundación me liberó del muro y la curiosidad de los humanos terminó por sacarme de mi prisión.

—Como demonio que eres de la Tierra, espero que hayas aprendido la lección hermano Asmodeo —sentenció Leviatán.

—Y tú, como demonio del mar, ¿no estás expuesto al peligro que te exorcicen atrapándote?

—De ninguna manera hermano. Cuando en algún barco de los que hago naufragar, se encuentra un religioso, primero lo tiento para que sea fácil de atrapar, y si no lo puedo hacer, hago lo posible para que sobreviva al naufragio y me salvo del peligro.

—Buena estrategia, hermano Leviatán —dijo Asmodeo.

La serpiente se irguió de improviso y volteó la cabeza hacia el horizonte. Oteó el aire y volviéndose le comentó:

—Por cierto hermano, tengo trabajo que hacer. Un barco crucero lleno de adictos y pecadores, se encuentra a punto de naufragar, no muy lejos de aquí. Nos veremos en la siguiente convención en el Infierno —dijo y desapareció deslizándose entre las olas.

Asmodeo vio como se alejaba ondulante en el mar. Pensó en lo comentado por Leviatán.

—Tal vez, sería interesante contar en otra historia, como fue que un puñado de curitas lograron atraparme en el ataúd de piedra, donde permanecí por casi quinientos años. Pero, eso será en otra ocasión. Por el momento, ahora buscaré un editor para hacer que publique mis historias. Es tiempo que Gabriel – Jericó Bonobo, mi escritor esclavo, saboree las mieles del éxito literario y se den a conocer mis memorias en honor a mí y a mis hermanos demonios, dueños de todas las culturas humanas...


Para contactar con el autor:

JOSÉ HERNÁNDEZ VALADEZ

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EL ESCRITOR DEL DIABLOWhere stories live. Discover now