6. Fue una buena conversación

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La noche fue inquieta, y conciliar el sueño, difícil. Yeji se cambió de ropa, vistiéndose con la que trajo Ryujin. A Yeji le sorprendió que fuera una muda limpia -esperaba que fuera la ropa ensangrentada de algún muerto; Ryujin parecía el tipo de persona que haría eso-, pero no se quejó. La camisa blanca de tosco paño le quedó algo grande, igual que la chaqueta de seda -Yeji sospechaba que era del capitán francés muerto-, y los pantalones eran holgados. Le gustaban así. Ayudaba a camuflar que era mujer.

Su nueva vestimenta duró poco limpia, pues tocó dormir en el embarrado suelo del campamento. Sumado a sus confusos pensamientos relacionados con la otra capitana, Yeji pasó una noche de mierda, rodando por el embarrado y frío suelo.

Era de esperarse que se despertara con el Sol ya alto en el azulado cielo, pero no fue así. Los rayos no penetraban a través del dosel de ramas, por lo que el astro todavía tendría que subir un buen trecho.

Yeji tenía la ropa manchada de barro reseco, y pegotes de lo mismo en el cabello, pero le daba igual. La higiene le traía sin cuidado la mayoría del tiempo.

Ryujin ya estaba despierta y presentaba un aspecto similar, manchada de suciedad. La única diferencia en el atuendo de la capitana de la Wannabe eran sus pantalones, a los que había tenido que agarrarles el ruedo, y la camisa -de seda; ese capitán debía haber capturado un buen botín en algún momento para poder disponer de camisas de seda-, pues llevaba la misma chaqueta verde de antes. Misma chaqueta con la misma suciedad.

-¿Por qué sigues usando eso? -preguntó Yeji, señalando con la barbilla la chaqueta.

Ryujin, que estaba afilando la cimitarra con una piedra, sentada en el suelo, le dirigió una mirada pensativa.

-Porque es mi favorita -contestó al cabo de unos segundos.

Yeji arqueó una ceja, pero asintió. Había visto a Ryujin portar esa chaqueta en varias ocasiones anteriores -cuando la veía de pasada en el embarcadero, en una taberna o en otro sitio de Tortuga, Port Royal o cualquiera que fuera la isla de turno-, así que tenía sentido.

-Tendrás que conseguir una criada que te la lave lo más pronto posible, si quieres salvar algo.

Ryujin resopló, pero después sonrió. Yeji le sonrió de vuelta -como si nunca se hubieran intentado matar antes-, y se levantó a buscar mangos o cocos para comer. Tenía un hambre infernal, ya que no había comido nada desde los mangos de la tarde anterior.

Se paró en seco al rememorar el día anterior. ¿En serio Ryujin y ella habían acabado con toda la tripulación de un barco? Ahora sospechaba que ese barco no estaba a su máxima capacidad, o de lo contrario estaría muertas ambas. O algo peor.

-Ryujin -era raro llamarla por su nombre tan casualmente-, vayamos a registrar ese barco. Estoy harta de comer cocos y mangos.

-Por más ricos que sean, ciertamente quiero comer otra cosa -convino Ryujin tras suya-. Así sea pan duro. -Se apersonó al lado de Yeji.

«Pero primero...». Yeji echó un vistazo isla adentro; había cinco tipos tirados por allí de los que había que deshacerse. Se lo comentó a Ryujin, y ambas decidieron encargarse de ellos.

Empezaron con los últimos dos en morir. Los cargaron al bote -algo complicado, pues una persona pesaba más estando muerta-, les llenaron las chaquetas de pesadas piedras, se alejaron de la costa y los lanzaron al mar, donde dormirían por toda la eternidad con los peces.

Más fatigante fueron sus compañeros. Estando tierra adentro, arrastrarlos a la orilla tomó su buen tiempo, pero al final también le hicieron compañía a sus camaradas en el fondo del mar. No llevaban encima nada de valor exceptuando un par de reales de a ocho. El Sol había alcanzado su cenit para cuando terminaron con ellos. Ahora faltaba registrar el barco.

Entre la sal del mar || RyeJiWhere stories live. Discover now