1

122 61 1
                                    

  Este último año, y tal vez los estudios dejarían de ser parte de mi vida. Lo más seguro, conociéndome, es que lo extrañe como a nada. Por qué me tocará trabajar con el oficio de enfermera y, a pesar de que es algo que me encante, posiblemente me sienta cansada.

  Puedo conocerme lo suficiente como para decir que los primeros días en que trabaje como enfermera me sienta muy decaída y tal vez con algún que otro bajón. Sin embargo, no voy a quitar la felicidad de un lado, ya que, vamos estaré haciendo algo que me encanta, que me he esforzado por años para conseguirlo.

  Tendré que disfrutarlo.

  Ahora mismo tengo un la última clase del horario lectivo de hoy y, estoy tan emocionada de tumbarme en mi cama. Y lo digo muy en serio. Necesito algo con lo que mi espalda no me haga hacer muecas raras.

  Por qué sí, tengo la espalda bastante jodida, para que mentir.

  — Good morning guys. Please take your notebooks out, today we're gonna do some gramatic exercises.

  Mientras que la mitad de la clase refunfuñando yo bostezaba.

  Inglés. Una clase relativamente, fácil. Para mí, claramente. Tengo otros compañeros que también se les da bien la materia, y que al igual que a mi, nos da muchísima pereza seguir la clase. Ya que, si el profesor nos preguntaba algo, nosotros ya sabíamos que responder.

  En el caso de las personas que no entendían el inglés, tratábamos de ayudarlos pero el profesor siempre nos regañaba.

  Debo admitir que esta vez sí me aburrí. Bastante. Hace un par de minutos estaba dispuesta a escribir algo de vocabulario que puso en el pizarrón pero mi estómago crujió en busca de comida y eso me hizo entender que mi preciosa y a la vez asquerosa-blanda cama de residencia tendría que esperar un poco.

  Así que, ahora mismo estoy yendo a una tienda que está en frente de la residencia, solo compraré una ensalada césar porque es lo que mi apetito pide. Aunque, también cogí trocitos de pollo ya cocinados, para añadirle a la ensalada. Cogí una nestea y listo.

  La tarea de llevar una bolsa con poco contenido en ella, la mochila que me pesaba y la llevaba de solo un hombre, también que llevaba un trabajo de historia en mi otra mano se me dificultaba la tarea.

  Y vaya que sí.

  Porque me despisté y en vez de haber mirado al semáforo de peatones miré el de los autos, y bueno, no morí. Vaya. Que suerte. ¿No me quieres llevar contigo, infierno?

  Tenía los ojos tan cerrados que hasta me dolía, las manos echas puño y de seguro, mi trabajo se arruinó, aunque no está del todo echo la verdad.

  Un montón de ruido se hizo presente, eso me estresó bastante. Abrí los ojos y miré al coche que tenía justo en el lado donde tenía mi ensalada y la mochila cayendo. Mis orbes miraron al conductor del auto y sentí como me quería quemar con ellos.

  Sentí algo de vergüenza, también me sentía pequeña, no me movía y estaba completamente paralizada. En mitad de la acera. Con el chico de pelo negro intentando transpasar mis ojos y mi alma.

  Pero volví a la realidad cuando algo de sombra de asomó, tuve que levantar la mirada. Sin embargo, tuve que tragar saliva instantáneamente.

  — ¿Estás bien?

  — ¿Eh? Ah, sí. — iba a dar un paso hacia atrás pero un brazo me rodeo la cintura hasta atrás y así es como evito que me matará por segunda vez en menos de cinco minutos. — Joder.

  — Hable bien, jovencita. — alcé una ceja, sorprendida por el tacto que me empezaba a arder y por la cercanía. No obstante, hice una mueca.

  — No pensaba que me viera tan joven, pero gracias. — guiñé, alejándome de él siendo esta vez, cuidadosa. 

AVERNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora