Parte II

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-Por favor, escúchame, solo eso te pido. Después puedes irte, no te detendré, quiero explicarte porqué me fui.

-¿Qué se supone que vas a explicarme, Franco Reyes? ¿Qué un día decidiste dejarme por que ya no me querías, que te interesaba otra? Sabes que no, no es necesario que vengas aquí después de tantos años te decidas a aparecer para volver mi vida un caos, ¿qué es lo que pretendes, destruirme más de lo que ya lo hiciste?

-Sara, por favor. Yo no quise hacerte daño, yo solo quería protegerte a ti y a nuestros hijos,

-¿Protegernos de qué? - Sara lo miró confundida.

-Pues verás- Vacilo un momento antes de continuar- Hice un mal negocio, me asocié con un tipo que resulto ser un estafador y yo terminé pagando los platos rotos de él. Estaba metido en algo muy turbio, la policía lo andaba buscando y me amenazó, si no me entregaba por él les haría daño a ustedes, yo no soportaría que algo malo les pasará, pisaría el mismísimo infierno con tal de que ustedes estuvieran a salvo, Sara. Todo este tiempo estuve encerrado en un calabozo; mi abogado era el único que sabía de mi situación, el creyó que lo mejor era divorciarme de ti para que ustedes estuvieran protegidos y que no les faltara nada- Franco dejó de hablar, la miró a los ojos, tomó sus manos y las besó. –Yo nunca dejé de amarte, Sara. Siempre te he amado y nunca dejaré de hacerlo.

Sara dejó escapar un suspiro, acercó su rostro al de él y le plantó un suave beso en los labios. Se miraron a los ojos, esa tristeza que reflejaban se había ido ahora solo había un fuego en ellos. Sara lo tomó del cuello y devoró su boca, Franco la sujetó de la cintura y con un solo movimiento estaban tendidos en el césped, ella encima de él, sus respiraciones entrecortadas, se separaron para tomar aire y Franco dibujó un camino de besos por su mandíbula hasta su cuello, extrañaba sus besos, sus caricias, su piel, la necesitaba tanto. De pronto sintió las manos de su esposa recorrer su espalda mientras subía su camisa, Franco se sobresaltó, separándose de ella rápidamente.

-Sara, creo que lo mejor es que vayamos a la casa, tengo que hablar con Andrés y Gaby- Su voz sonaba agitada y sus ojos ardían de deseo. Sara no entendía porque la rechazaba, pero aceptó de todas formas, igual no estaba bien, algún trabajador podía verlos. Franco la levantó y ayudó a subirse al caballo, no se dijeron nada de camino a la casa, Sara no sabía que decir después de todo lo que había pasado. Franco estaba muy extraño, seguro era los nervios al ver a los chicos de nuevo, pensó ella.

Llegaron a las caballerizas y Franco la ayudó a bajar del caballo, como siempre lo había hecho, se sentía tan natural, le dió un pequeño beso en la frente y continuaron su camino hacia la casa. Dentro se encontraban Juan y Norma.

-Qué bueno que regresaste, hermano. Estábamos a punto de ir a buscarte.

-No se preocupen, estoy bien. Me voy a quedar, necesito hablar con mis hijos, claro si no te molesta Sara.

-No, claro que no. Gaby no debe tardar en llegar y Andrés debe estar ocupado con su trabajo, le enviaré un mensaje- Subió a su cuarto a buscar su teléfono.

-Bueno flaco, nosotros nos retiramos, ustedes tienen muchas cosas que hablar y por lo visto las cosas están bien entre Sarita y tú.

-Nos vemos, Franco, me despides de mi hermana y ya sabes que puedes llamarnos por si se ofrece algo.

-Gracias a los dos, por traerme y por todo.

Salieron de la casa y Franco quedó allí, en su casa la que tenía tantos recuerdos de ellos, no pudo evitar sentirse un extraño por un momento, hasta que la voz de Sara lo sacó de sus pensamientos.

-Perdón, no te escuche.

-Dije que si tienes hambre o te provoca algo de tomar, puedo prepárate algo...- Franco se le quedó mirando, no podía creer que nuevamente la tenía en frente, después de tantos años, ya no era solo un recuerdo, allí estaba ella, su esposa, la mujer de su vida, viéndolo con el ceño fruncido, cuanto extrañaba verla así.

-Lo siento, no, no quiero nada o bueno si, pero la verdad es que estoy nervioso y no creo que pueda comer algo- Sara asintió.

-Si quieres podemos esperar en la sala o si prefieres puedes recostarte un rato, Andrés dijo que no tardaba en llegar...- A Franco le costaba mucho escuchar lo que decía Sarita, solo pensaba en besarla, abrazarla y hacerle el amor.

-Franco, ¿seguro que te sientes bien? Si quieres puedes recostarte un rato

-Estoy bien, es solo que al verte aquí delante de mí, no parece que fuera real. ¿Sabes cuantas veces soñé con este momento? Y al estar aquí contigo en lo único que puedo pensar es en besarte...- Poco a poco se fueron acercando hasta que estuvieron lo bastante cerca, Franco tomó su cara y empezó a besarla, primero en la frente, sus ojos, su nariz, sus mejillas, hasta llegar a su boca. Devoró su boca con anhelo, no quería separase de ella.- Sara, te necesito, no te imaginas cuanto- Susurró en su oído, mientras bajaba por su cuello, besando y lamiendo cada parte de su piel.

-Franco, mmm, yo también te necesito. Vamos arriba- Se separaron mientras ella tomaba su mano para subir las escaleras.

-No, Sara, espera no he terminado de contarte todo...- La puerta se abrió de pronto y se escucharon las voces de sus hijos.

-Mami, ya estamos aquí- Dijo Gaby- ¿Cuál era la prisa de que llegáramos tem...?- Gaby no puedo terminar de hablar, quedo helada cuando vio a su padre en medio de la sala.

Andrés quedo pasmado, creía que estaba viendo un fantasma.

Sara, soltó la mano de su esposo y camino hacía sus hijos.

-Su papá está aquí para hablar con ustedes, es importante que lo escuchen. Vengan, sentémonos.

Andrés y Gaby caminaron y se sentaron a cada lado de su mamá, sin decir nada.

El ReencuentroWhere stories live. Discover now