Advertencia: Capítulo con contenido sexual explícito.
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— Kenchin no encuentro mi cinta — se quejó el rubio.
Manjiro Sano, estando cerca de sus 23 años aún se comportaba como un niño.
Draken apareció con la cinta del karategi de su pequeño novio. El rubio contento, se acercó para poder arrebatársela, pero el pelinegro alzó su brazo de manera que le sea imposible alcanzar para el menor.
— Te dije que hoy no irías — regañó Draken — Te quedarás aquí, no permitiré que salgas ¿entendido?
El rubio frunció el ceño. Sino fuera porque realmente ama a su queridísimo novio, ya le habría dado una patada en los huevos. Ya era la tercera vez que el pelinegro evitaba una de sus salidas de entrenamiento con Baji.
— Puedo moverme perfectamente, ya te dije que estoy bien — reclamó frunciendo el ceño.
Draken rio sarcástico — ¿En serio? Porque ni siquiera has intentado saltar para alcanzarla. ¿No será porque sigue doliéndote la pierna, cabroncito?
Cierto, si estuviera del todo bien ya habría saltado y alcanzado al menos lo que colgaba de las manos de Ken.
— Puedo saltar todo lo que quiera — Mentira, apenas y podía dar leves brincos.
Draken le dio un pequeño empujón para que se desequilibrara y hacer que pose su peso sobre su otra pierna, recibiendo un quejido de dolor por parte de Manjiro.
— Si que puedes, eh —se burló.
— Kenchin... — habló amenazante — Hagamos esto por la paz — tomó el cuello de la camisa de su novio acercándolo bruscamente a él. A su rostro.
Draken estaba sorprendido, pero no se dejaría intimidar, él también sabía jugar tan bien como Manjiro lo hacía.
— ¿Por la paz Mikey? — susurró roncamente, rozando sus labios con los rosados y apetitosos labios de su novio — ¿Por qué mejor no comprobamos que tan bien está tu pierna?
Draken rodeo la cintura del rubio con un brazo, mientras con la otra mano sostenía la nuca de Manjiro sin darle oportunidad alguna de escapar.
Manjiro suspiró sobre los labios de Ken, relamiendo los propios inconscientemente y terminando de encender a su novio que sin más, se lanzó a comerle la boca.
No fue suave, al contrario el beso era tosco y lleno de lujuria.
Draken movió ambas manos hacia las nalgas del más bajo, levantándolo como si de una pluma se tratase. Apretando sin el más mínimo pudor todo lo que quería en el pequeño cuerpo de su novio. Manjiro no perdió el tiempo y rodeo con sus piernas la cadera del más alto y mordiéndole el labio, consiguiendo separarse del beso entre respiraciones agitadas.
— Vamos al cuarto — ordenó el rubio.
Draken rio divertido — ¿Ahora sí te quieres quedar?
— Cállate, me harás arrepentirme — le dio un golpecito en el hombro.
