Los Tres Reyes

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Steven surgió desde la superficie del agua, empapado. Se quitó el filtro de la boca para respirar el aire con sus propios pulmones, y examinó con detenimiento la cueva ante sí. Tal y como había sospechado, la luz de la cueva no se debía a que esta tuviera alguna conexión con la superficie, sino a unas cuantas rocas luminiscentes incrustadas en el cielo.

Wallace apareció detrás de él, regresando a su Relicanth a su pokebola.

—¡Jaja! ¿Qué te dije?— cantó Steven, victorioso.

—De acuerdo, tenías razón. Es solo que me extraña que un lugar tan mítico como este aún siga en pie.

—Vamos, el tiempo apremia.

Ambos comenzaron a caminar a través de la cueva. A medida que avanzaban, advirtieron varias paredes puestas a modo de estanterías. Todas tenían las mismas escrituras en braille que habían visto bajo el agua.

Finalmente llegaron hasta el final, donde se encontraba un texto en el mismo lenguaje, pero más apartado que el resto.

—¿Qué dice?— inquirió Wallace.

—¿Cómo quieres que sepa?

Wallace se descolocó.

—¿No sabes leerlo?

—No.

—¡Pero creí que lo había investigado todo!

—Sin duda he investigado mucho, pero nadie me dijo que iba a tener que aprender braille.

—Oh, no... ¿Y ahora qué haremos?

—Vamos, Wallace. Tú no eres de los que se desaniman tan rápido

—No, pero después de todo lo que hemos pasado para llegar a esta maldita cueva...

—A mí me pareció divertido

—Lo dices porque tú no tuviste que navegar, ni hacer nada.

Steven rió para quitarle importancia.

—Vamos, sabes que te estoy agradecido...— y entonces su cara se iluminó —¡Oh! Ahoa me acuerdo, algo que leí por ahí. Esta cueva no debería acabar aquí. Se supone que hay dos habitaciones, y nosotros solo hemos encontrado una ¿Por qué?

Wallace se quedó pensando, pero su amigo no le dio tiempo. De un salto se echó hacia atrás, y lanzó una pokebola contra la pared.

—¡Aggron, usa Excavar!

De la cápsula apareció un enorme pokemon, de grandes músculos y una armadura natural de acero. El pokemon introdujo sus dedos en la roca como si se tratara de un biscocho, y extrajo unas cuantas toneladas de un solo tirón. Así continuó hasta que en menos de un minuto salió por el otro lado del túnel. Al terminar, Steven lo regresó a su puesto y se lo guardó en el cinturón.

—¿Acaso vi un nuevo collar en tu Aggron?— inquirió Wallace.

—¿Te fijaste? Se lo di como premio.

—Ja. Conscientes demasiado a tus pokemon.

—Sí, bueno. Después de todo, son los pokemon más fuertes de Hoenn. Se merecen un regalo de cuándo en cuándo.

Wallace omitió el comentario de que los pokemon de roca eran débiles contra los de agua. Era un dato demasiado obvio, y que al fin y al cabo Steven había probado irrelevante tras varios enfrentamientos entre los dos.

Llegaron a una sala distinta. Era de más o menos el mismo tamaño y presentaba la misma iluminación que la anterior, pero no había pasillos de roca con textos en braille. Solo una sola inscripción al final, nada más. Steven y Wallace se pararon frente a ella y la examinaron con detenimiento. Pero por más que la miraran, no cambiarían el hecho de que era un simple pedazo de roca con puntos hundidos y otros sobresalientes. Wallace comenzó a pensar que en ese momento ya no podrían avanzar, pero entonces Steven sacó una nota de su bolsillo.

Esclavos de HoennWhere stories live. Discover now