Capítulo 4

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     El país, por fin, podía dar un respiro entre tanto caos

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     El país, por fin, podía dar un respiro entre tanto caos. Esa mañana, las noticias de primera hora daban la buena nueva de forma esperanzadora como una luz al final del túnel que seguía encendida al ser muestra de que no todo estaba perdido para la sociedad nipona.

      Lograr apaciguar la maldad de afuera era tarea dura, más no imposible, y los medios enaltecían los nuevos acontecimientos al alentar a todos los civiles para que no decayeran entre sus lamentos.

     Todos tomaban el metro y se movían por las calles con dicha al poder ir los niños a sus escuelas con inocencia y los adultos a sus trabajos con alivio, pues el marcador se movió a favor de los héroes al éstos anotar un golpe decisivo contra los villanos; ganando la paz un punto dentro del juego donde, hasta ese momento, la malicia había estado llevando la delantera en la partida.

     Una única persona no quiso salir a disfrutar de ese día digno de celebrar, ya que cierta fémina optó por usar su hogar como búnker para refugiarse de lo atemorizante que se había vuelto el exterior bajo su pesado contexto.

     Ni la más mínima estática corría en su casa, puesto que ella se encargó de desconectar cualquier dispositivo, como televisión y radio, para huirle a las noticias de ese día. La luz de su hogar era casi nula, como si no llevara el sol sus primeras horas quemando desde el cielo, porque la mujer desató cada cortina y persiana de sus ventanas al aislarse de lo que sea que podía estar aguardando por ella si se enfrentaba a la realidad.

      Aun así, la ansiedad no la dejaba quedarse quieta y sus ojos espiaban por mínimas rendijas en sus ventanas al no poder aguantar la incertidumbre de si Seguridad Pública la estaba esperando en el frente de su casa o si el ejército se había instalado en su patio trasero.

     Nadie la había invadido aún, pero tal y como el canto del gallo al amanecer, las llamadas sin cesar de su línea fija fueron el aviso inquietante de que algo estaba sucediendo con la llegada de ese nuevo día; volviendo a la fémina la primera en saber que el plan del hombre explosivo había dado un peligroso traspié sin siquiera haber escuchado por boca del agente de Seguridad Pública que era un hecho que el rubio cenizo y ella estaban en la mira.

      No había a dónde huir, pues las fuerzas armadas ya sabían que Shizuoka era la prefectura donde el villano de las explosiones solía esconderse al frecuentar a su esposa, por lo que terminaron imponiendo toque de queda en cada provincia del país; aislando cada prefectura para poder atrapar a Dynamight a punto de efectuar sus atentados en el resto del territorio nipón o para interceptarlo cuando intentase visitar a su esposa.

     Lo más en que ayudaba el haber desconectado las líneas de su hogar, era en retrasar las noticias que sabía que, de un modo u otro, llegarían. La fémina estaba negada en volver a hablar con el agente de Seguridad Pública que, con su mera existencia, la amedrentaba al éste haberle hecho saber a ella que él sería el más feliz de condenar al infierno a Dynamight. Sin embargo, ni una sola llamada del agente fue atendida por la mujer esa mañana, a pesar de que el coctel de autoridades y militantes sabían exactamente que ella se encontraba ahí, en el hogar supuesto para el matrimonio Bakugo.

𝐎𝐮𝐫 𝐏𝐚𝐬𝐭𝐬 𝐀𝐬𝐡𝐞𝐬 [𝗕𝗮𝗸𝘂𝗴𝗼̄ 𝗞𝗮𝘁𝘀𝘂𝗸𝗶 -𝗩𝗶𝗹𝗹𝗮𝗶𝗻-]Where stories live. Discover now