Dark Paradise

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Capítulo con contenido erótico inspirado en la canción "Dark Paradise" de Lana del Rey.

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El vacío del taller le retumbaba en los oídos, como las campanas de aquella boda. Funesto, su andar por aquella casa. La esperanza se le había desvanecido con la aspereza de la realidad, que murmurante en su oído cada vez que se acostaba a dormir, le susurraba lo que no quería escuchar. Oh, qué cinismo. Atar aquel vestido de bodas sería, para siempre, su mayor suplicio. Habría querido romperlo, en pedazos y trizas, y una vez más, consumar aquel deseo. El oscuro paraíso que su mente se volvía, retóricamente, la atormentaba dulcemente. Aquellas hebras púrpuras manchando sus sábanas blancas, insonorizado con gemidos las paredes de su habitación, y los deslices cada vez más sensibles de su piel, le aparecían a toda horas. ¿Cuándo acabaría esa tortura mental? Dicho juego, perverso y macabro, tenía a su cuerpo en un vaivén. No se hallaba sin pensar en aquello. Los secretos que albergaba aquella casa, podrían tumbar años de reinado. En su cabeza, una película llena de escenas prohibidas, que, de salir a la luz por una u otra circunstancia, estrujaría más que un acta de matrimonio. El alma vacía que tenía, no vivía, ni se llenaba, si aquellos ojos verdes no veían los suyos al despertar. Más de mil noches no serían capaces de hacer olvidar aquellas que había pasado con ella entre sus brazos; ni más de cien nuevos perfumes, le harían olvidar el olor de su cuerpo sobre su cama. Tendría que mantenerse en su silente recuerdo, porque en aquel momento, la realidad transitaba por otro sendero. Vaya, ¿por qué le dolía tanto? Ella iba a ser feliz, iba a tener una familia. Tendría lo que nunca había podido disfrutar, porque en el fondo, oculto tras aquellos ojos verdes seguros, se hallaba poéticamente incrustado, un dolor cargado de una traumática infancia. Hasta las esmeraldas se cristalizan, ¿no?

Cierta realidad se percibía, solamente para Evie. La mujer de hebras púrpuras escondía tan bien las imperfecciones que la atormentaban, que ante los ojos del rey era perfecta. "Rey estúpido", clamaba Evie entre dientes. ¿No era capaz de ver eso? Ella necesitaba más que lo material, ella necesitaba que la llenaran de verdad. En el fondo, quizás lo que sentía era rabia. Ella era la esposa de él, y Evie misma no entendía cómo había llegado tan lejos en esa historia. No, no era ético. Deshonra, total. ¿Cómo podía tomar como suya a la esposa del rey que todo le había dado? Lo peor en su conciencia era, que, enfrascada en dicho cargo, no se perdonaba a sí misma, y es que francamente, era muy crítica consigo misma. También era muy realista, al punto de reconocer, que no podía resistirse a ella.

Evie tenía prohibido decir su nombre. Le parecía tortura, y también el cielo. En sus recuerdos, las miles de veces que con la luna alumbrando por la ventana, la luz se había reflejado en esos orbes que la veían juguetonamente. Qué buenos recuerdos. Haber sujetado sus caderas tratando de pararlas falsamente, y haber sentido aquellos labios besando los suyos para callarla. Qué crimen, qué maldición. Golpeaba la mesa, y luego se llevaba la mano al rostro con frustración. ¿Por qué no era su final feliz? ¿Por qué el destino insistía en no entregarle esa alma? No podía admitirlo. Desde aquel frío mensaje de hacía seis meses, todo había terminado gélido e inamovible. No, Evie no podía lastimarse más. Tampoco podía dejar que le diese otro golpe a su orgullo. Aún le dolía el recordar, cuando su celular sonó y en su pantalla se alumbró un: "Ben y yo queremos tener un hijo". Golpeaba la mesa otra vez, porque no le creía. Era una mentirosa. Ella nunca había querido hijos, ni niños. Era una arisca, una insoportable, una carente de sentimiento maternal. No, no podía hacerle creer que eso era lo que quería, no lo aceptaba.

Mevie One-ShotsWhere stories live. Discover now