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Más placentero que estar en el mismísimo cielo

SÜHEYLA

Sabía que iba a pasar.

No, eso es una gran mentira. Quería que pasara, eso sí, que es una verdad.

«Me acosté con ella».

«Tuve sexo con ella».

«Hice cosas que jamás pensé hacer y mucho menos con ella»

Tenía un presentimiento de que algo iba a cambiar el día de mi cumpleaños: no solo mi número de años viviendo en el planeta tierra, sino que...

Algo me desestabilizaría, me pondría el mundo de cabezas, me haría replantearme cada una de las cosas que he hecho y lo que soy.

«¿Quién soy ahora?», es lo que da vueltas en mi cabeza mientras termino de ducharme. Me pasó la toalla por los brazos, queriendo quitar la humedad, y bajo a mis muslos, y no puedo evitar cerrar los ojos, sintiendo cómo mi respiración se entrecorta.

Los recuerdos chocan contra mí, la piel se me eriza y siento el remolino de electricidad y sensaciones en mi vientre. Encojo los dedos de los pies y suelto la toalla, pasándome las manos por el rostro, desesperada porque ni siquiera después de mi primera vez con Ulrich, me sentí tan hormonal y desenfrenada.

Me visto con rapidez y reúno las fuerzas para ver a Elismar Whittemore que sigue en mi habitación, porque después de que hicimos eso, hui técnicamente al baño.

Por más que intento controlar mi respiración, el color que invade mis mejillas o el sentimiento que no logro explicar dentro de mí, no puedo y cuando abro la puerta, todo empeora cuando la veo sobre mi cama, ya vestida, pero viéndose tan sensual con ese cabello rojo que tanto me gusta.

Ella me ve a los ojos y ese verde que tiñe sus iris me hace sentir escalofríos.

—Creo que deberíamos...— empieza, levantándose ligeramente de la cama y creo que jamás volveré a sentirme igual con esas sábanas, después de lo que pasó encima de ellas.

—Sí, pero solo si tú...— tartamudeo como una idiota.

—Claro, yo quiero...— ella responde, igual de desorientada que yo.

Me rasco el cuello, sintiendo mis mejillas sonrojadas.

—Tenemos que hacerlo...— susurro, y creo que hasta suena como una pregunta.

«¡Por dios, debo comportarme, ya tengo veintiún años!».

—Es lo más sensato...— digo, lentamente.

—Solo si tú quieres. — ella dice y...

—¿Hablar o repetir? — pregunto y me tapo la boca al darme cuenta de lo que he dicho.

Elismar entorna sus ojos con algo diversión y siento que el corazón se me detiene.

—¡Perdón! — me apresuro a decir.

—No. — ella menea su cabeza y no entiendo por qué no va a disculparme, si es más que obvio que hablé sin pensar y eso no significa que yo... quiera, o bueno sí. Sí quiero... ¡Pero ese no es el punto!

—¿No qué? — alcanzo a decir con la voz entrecortada y ella se levanta caminando hacia mí.

—No puedo perdonarte por eso. — ella susurra mientras termina de acercarse.

El corazón de una Whittemore ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora