Epílogo

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Epílogo

ELISMAR

Estaba segura de que aún quedaban muchas cosas que aún no sabía.

Estaba segura de que quizás no sea la mejor persona del mundo.

Estaba segura de que jamás tendría una buena relación con mis padres.

Estaba segura de que el escándalo por todo lo que hizo Ulrich Melnyk era lo que había llevado a banca rota a su familia y había dejado ese mensajito, a todas las mujeres, jóvenes y niñas que alguna vez fueron violentadas, maltratadas y abusadas por una persona "importante" con muchas influencias, que lo único que tenían que hacer era alzar la voz, aunque podría entender lo difícil que todo eso podría ser.

Revivir tus peores miedos, abrir una de las heridas más grandes que tienes, siendo consciente de que así como van a apoyarte, otros simplemente van a juzgarte y crearle justificación a tu agresor o agresora.

Y la triste realidad es así. Pero no todo en la vida es malo, y no había nada en el mundo que tuviera una consecuencia, y la de esas personas que hacen daño a otros, llegará. Tarde o temprano, sin importar lo que hagan.

Estaba segura de que el cabello rubio de Süheyla entraba en las escalas de rubios más oscuros (yo sé, el cambio de un segundo a otro es muy drástico, pero no puedo hacer nada. Siempre me gusta resaltar las cualidades de mi novia).

Estaba segura de que jamás había visto unos ojos grises tan... Lindos y llenos de vida.

Estaba segura de que jamás había conocido a alguien tan fuerte y bondadosa. A alguien que hubiera pasado todo lo que ella pasó y siguiera dispuesta a abrir su corazón e inclusive, perdonara a la persona que tanto la jodió.

¡Dios! Yo estaba segura también, –porque últimamente estaba muy segura de algunas cosas– que no hubiera sido capaz de hacer lo que Süheyla hizo; perdonar a su agresor delante de todo el mundo y no tener rencor en su corazón.

Yo no era capaz, de verdad que no, pero eso era... algo bueno, en parte. Porque ella me complementaba, sí. La verdad era muy gratificante saber que alguien... que alguien me quería, así como yo la quería también.

Me encantaba saber que el sentimiento era correspondido, me sentía afortunada cuando la veía a los ojos, cuando sabía que al final del día, dormiría con ella o que si sonreía, era porque me esforzaba por hacerla feliz.

—Es casi medianoche —murmuró Süheyla. Era el día. Mi día. Sus ojos grises brillaron bajo la luz de la luna: —. Tu cumpleaños ya casi ha acabado.

Hice un gesto de asentimiento. Veintiuno. Nunca hubiera pensado que llegaría este día, o al menos, que iba a llegar a tener veintiuno siendo tan feliz. Pero no, no era cierto. Desde el momento en que dejé que Süheyla entrara en mi corazón, mis temores se fueron desvaneciendo poco a poco y había comenzado a ver la vida de una manera diferente. Pero, de cualquier modo, estaba bien tener veintiuno. Era tranquilizador, era... bien.

Estaba bien.

Estaba desde hace mucho tiempo, aunque fuera tan sorprendente.

—Gracias por estar para mí. — tuve que decir, haciendo que Süheyla se levantará de la cama, dónde ya estaba acostada y camino hacia mí, que estaba en el tocador, haciéndome una trenza para el cabello.

Ella besó mi cabeza y me abrazó por detrás.

—No tienes nada que agradecerme. — susurró.

—Te amo.

El corazón de una Whittemore ✔️Où les histoires vivent. Découvrez maintenant