Capítulo 1 "Isla Harper"

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¿Alguna vez has sentido esas ganas de querer quedarte mirando a alguien por horas?

El cosquilleo en el estómago y esa sensación de que estás observando al ser más perfecto de la Tierra -suena un poco exagerado, pero así lo sentí.

Viajemos ocho años atrás.

Era el día de mi décimo cumpleaños, vestía de pirata ya que todos llevaban disfraces, incluso mis padres. Estaba en el jardín, cruzada de brazos mientras lloraba a moco tendido y contaba los segundos para que el payaso que habían contratado se marchara. El muy pesado solo decía malos chistes y se la pasaba ligando con las amigas de mamá. Lo que enfurecía a mis amigos y a mí. En fin, me recordó mucho a esa película que Deshen me enseñó a escondida de nuestros padres, donde un hombre joven y bien dotado se dedicaba a conquistar mujeres de la tercera edad, lo que se traduce: que le quedaban pocos días de vida. Solo que mi payaso no mostraba ese cuerpo de muerte, sino una barriga de camionero cervecero que no sabía cómo podía caminar con ella.

Y así fue como no me quedó de otra que idear en un plan. Reuní a todos los niños que pude y nos escondimos en la casita de la piscina, donde se dio lugar la reunión. Entre un comentario por aquí y otro por allá, acordamos atarle una cuerda en los pies y empujarlo a la piscina donde contemplaríamos su muerte -perdón, eso último solo lo maquiné mentalmente yo.

Tomamos la cuerda y salimos como todos unos guerreros de la casita. Los chicos comenzaron a llamar la atención del payaso Barril -así le habíamos nombrado- mientras me escondía detrás de un arbusto haciéndole un nudo a la cuerda, esperando el momento preciso. Sentí un silbido. Esa era la señal. Observé como unos zapatos de payaso se acercaban y no lo pensé dos veces. Me lancé, até la cuerda a sus pies, comencé a dar vueltas alrededor del hombre hasta que lo hice caer, estaba tan cegada por la adrenalina que no esperé a que los demás me ayudaran, lo arrastré sintiendo todo el peso de su cuerpo hasta que cayó al agua.

Me reí como toda una villana sintiéndome más feliz que una lombriz y luego caí en algo: no tenía la fuerza suficiente para desplazar un cuerpo como el de Barril. Entonces empezaron los gritos, las personas a correr de un lado a otro, un cuerpo se lanzó a la piscina y cuando emergió solo pude ver a mi padre sacando a un niño del agua.

La calma me abandonó y se convirtió en mi mejor amiga la desolación. Aguanté el peor de todos lo regaños que una madre le puede dar a un hijo y luego me obligó a disculparme, petición que no tuvo que repetir debido a que si de algo me regocijaba era de una buena educación. Resulta ser que mi hermano había traído a su mejor amigo para que le conociera, el cual iba vestido de payaso, vió cuando me escondía detrás del arbusto y le dijo donde me encontraba.

Él no dudó en ir a buscarme y sin duda, me encontró.

Estaba en salón de casa plantada delante de un chico delgado que temblaba de frío, no levantaba la mirada del suelo y sostenía entre sus manos con demasiada fuerza una rosa amarilla de pocos pétalos.

-No sabes cuánto lo siento. La cuerda no era para ti... solo, lo siento mucho -miré hacia un lado, jugando con mi falda un poco acongojada por la situación.

Una mano fría se posó en mi hombro y cuando miré hacia arriba, el mundo se detuvo. Ay, que Diosito se apiadara de mí. Unos ojos cafés me contemplaban desde lo alto y me hacían sentir más pequeña de lo que era.

-Feliz cumpleaños -dijo tendiéndome la rosa.

La tomé y acto seguido él se dirigió a la puerta para marcharse.

-¿Eso significa que me perdonas? -grité después de salir de mi trance.

Se dio media vuelta con la rabia dominando sus frágiles fracciones.

Sinónimo de mala suerteWhere stories live. Discover now