Hombre cabal

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*No olviden escuchar la canción de este capítulo*

*No olviden escuchar la canción de este capítulo*

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"El rechazo es un desafío". 
Veronica Purcell.

Observó a la puerta azul, recargándome en la ventana cuando la niebla del día ha logrado empañarla por completo. Mis uñas chocan insistente con el metal.

—¿Y entonces? —pregunta—¿Ahora sí vas a tocar?

—Vámonos.

—Algún día tendrás que salir ¿Sabes?

—Algún día.

Decepcionado suelta el aire y el motor del automóvil se escucha, llevándome lejos de ese vecindario en New York tan distinto de los edificios del centro.
Hogareño y calmado, algunos niños incluso pasean en bicicleta. La vida afuera continúa pesar de la tuya.

—Ya es tarde —le escuchó decir—¿Necesitas algo más para pasar la noche? En cuanto se oculte el sol no podrás salir. El día es bello, podríamos detenemos en el parque si prefieres.

Niego, descansado la cabeza en el respaldo.

—Solo sácame de aquí, Leonard.

—Como prefieras.

El resto del viaje transcurre en silencio y solo escucho sus quejidos incómodos entre su tambaleo en el asiento. Atrás está quedando las residencias familiares y la sombra de la modernidad con los rascacielos oscurecen las banquetas.

La ciudad que tanto amé al bajar de ese tren que venía de Kentucky ahora se sentía como una prisión. Una grande y moderna que me robaba un trazo de vida cada día, quien diría que llegaría a extrañar los mastizales de mi granja.

Y como si tuviéramos el tiempo contado, llegamos a la pretenciosa Manhattan justo al bajarse el sol. Leonard emprende el camino por el edificio, saludando al portero que levanta la mano en señal de reconocimiento y me analiza atento. Igual que cada día, supongo que espera notar algun cambio en mi.

Subo por la angosta escalera al tiempo que saco la llave de la puerta, de nuevo se atora. Condenada llave.

—Descansa, Leonard —digo entre la puerta, adentrándome al frío recibidor.

—¿Segura que no necesitas algo más?

—No, tengo todo lo que necesito aquí —saco la botella de vino que esta en la mesa—. Al menos claro que quieras dejarme esa pistola que tienes en el cinturón, te lo agradecería si así fuera.

—¿La pistola?

Imito con mi mano un arma, colocándola justo en la cabeza y disparando con el pulgar.

—Pam.

—Liz...

—Ya, ya... No me des tu sermón. Estaré bien.

Quimera [Vittorio Puzo/Elizabeth Colvin]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz