53. Coincidencias.

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A la mañana siguiente tuviste que correr a la oficina de Martha y pedirle permiso para poder salir antes de clases. Habían vuelos hasta las seis de la tarde disponibles ese día viernes y era tu única posibilidad de viaje. Te habló sobre tus responsabilidades en cuanto a las evaluaciones que venían pronto, pero tu explicándole que estarías de vuelta el sábado en la tarde, accedió, aún más entendiendo la necesidad de ver a tus amigos.
Arreglaste algunas pocas cosas lo más rápido que pudiste, y esperando a la hora de tu viaje diste lo mejor en clases o eso es lo que notaron algunos profesores. Con el simple hecho de saber que verías a algunos de tus amigos, fue sido suficiente para que tu ánimo mejorara un montón.
No les habías querido decir por lo que sería una completa sorpresa. Anne te había enviado la invitación a un restaurante en la que se iban a juntar con lo chicos en caso que cambiaras de opinión, así que ya sabías donde debías llegar.
Al ser las cuatro de la tarde, tomaste un taxi y partiste al aeropuerto. Estabas tan emocionada, que ni te importó hacer todos los trámites que muchas veces daban una molestia enorme antes de un viaje.
Después de la hora de vuelo, estabas pisando nuevamente tierras londinenses. Extrañamente lo sentías como casa, más familiar que el lugar en el que llevabas viviendo más de dos meses. Al acomodar el pequeño bolso que habías llevado sobre tu hombro, comenzaste a caminar hasta que algo te detuvo de golpe. En la zona VIP que podías ver de lejos, viste a un hombre con un abrigo negro, cabello azabache que tapaba su cuello, hombros altos y de gran estatura.
Tu corazón comenzó a latir con fuerza y las mariposas en tu estómago se hicieron presentes al instante.

¿Adam?

No podías estar segura de eso, por la distancia que había, además del vidrio que distorsionaba un poco la vista, te hacía dudar. Pero las posibilidades de que Adam fuera a Londres eran bastante altas y que justo estuviese un fin de semana en el aeropuerto aún más.

¿Debería ir?

¿Pero por qué deberías ir? ¿De que serviría? No has sabido de él por tanto tiempo y además quizás Adam ni te quisiese ver, o quizás ya tenía a alguien más.
Volviste a mirar a ver si alguien acompañaba al hombre, pero al momento que se giró levemente de lado, te diste cuenta que llevaba barba y un bigote. Bajaste tu mirada al instante y te sentiste la más estúpida del mundo.

       Que ilusa eres.

       Moviste tu cabeza en desaprobación y simplemente te dirigiste a tu destino.
      A veces no podías creer que a pesar del tiempo que había pasado, seguías con la imagen de Adam tan vivida, y aún más sintiendo que aún lo amabas. No sabias absolutamente nada de él y con Emilia finalmente no habías averiguado nada, pero aún por mucho que te quisieras engañar, las ganas de alguna vez poder verlo te carcomían.
       Aun así, te sentirías como ahora, ni si quiera estabas segura si el hombre que viste era él, pero con el simple parecido te congelaste completamente. Las preguntas sobre qué le dirías o qué harías ni si quiera tenían respuesta, realmente pensar en eso solo te haría perder cabeza.

       Es una pérdida tiempo.

       Sacando las ideas de tu mente y tratando de ignorar tu corazón, viste la hora y te diste cuenta que se hacía tarde. Corriste a uno de los baños del aeropuerto y tomándote de tu tiempo, te cambiaste a una vestimenta más elegante acorde al restaurante en el que se iban a reunir.
       Te miraste al espejo y diste unos retoques a tu labial. Te querías ver bien y tratar de darle brillo a tu rostro. El invierno en si ya lo tenía un poco pálido, y tu desánimo y pocas horas de sueño aún más.
       Al sentirte conforme trataste de sonreír y animarte de que por fin verías a tus amigos. De verdad los habías extrañado mucho. Te abrigaste tomando tu abrigo, ya que aún hacía frío y ubicando tu bolso en el hombro izquierdo, te encaminaste a la salida del aeropuerto. Te robaste algunas miradas y te sentiste orgullosa, por lo que más segura detuviste un taxi y le pediste que te llevara a tu destino. Te quedaba solo media hora para llegar y estabas rogando para que era hora punta un día viernes, llegarás a tiempo.
       Miraste por la ventana y sonreíste a la ciudad. Te sentías en unas mini vacaciones en las que podrías olvidar toda la preocupación que en Ámsterdam te causaba, y aunque fuera un poco, era mejor a nada.
       Suspiraste ante aquello y subiendo tu mano a la gargantilla comenzaste a jugar con ella. La idea de que Adam podría haber sido el hombre que viste seguía golpeando tu cabeza, aunque era estúpido, claramente no era él, pero llevabas dentro de ti esa extraña sensación y no sabías que hacer al respecto más que sólo ignorarla.
       —Llegamos señorita. —dijo el chofer mirándote por el retrovisor.
       —Oh, si... claro. —miraste hacia afuera y luego sacaste tu billetera —¿Cuánto es?
       —Veintiocho libras.
       —Bien. —dijiste entregándole el dinero el hombre y agradeciendo el cambio de moneda que habías realizado en Ámsterdam antes de viajar. —Que tenga una buena noche.
       —Usted también.
       Te bajaste del taxi con una sonrisa y caminaste hasta el hermoso y caro restaurante.

Daddy Issues (Adam Driver y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora