Capitulo 22

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Fabrizio había sido un gran amigo en mi infancia y adolescencia. Aún que lo enviaron lejos de Italia hace tres años, me emocionaba poder verlo otra vez. Es como si me encontrará con un fantasma del pasado.

—No digas tonterías —reí

—Aún que me ha preguntado por ti

—Oh ¿En serio? —respondí fingiendo estar sorprendida

—Pensé que ibas a tener algo con él —susurró

—Tienes una gran imaginación, Lissa —reí

A lo lejos pudimos visualizar como el padre de Lissa la buscaba con la mirada.

—Creo que te necesitan —mencioné

—Tal vez, creo que ya casi es hora del baile —suspiró cansada

—Suerte

—¿No vienes?

—Prefiero quedarme aquí, no quisiese saludar a ningún invitado y obligándome a escuchar sus pláticas aburridas -miré hacia el frente—. ¡Oh ahí viene Timothée! —exclamé

—¡Ay por dios! —exclamó saliendo corriendo

Yo reí porque se trataba de una broma, corrió tan rápido que no se dió cuenta que era una broma. Estaba riéndome de su reacción cabizbaja hasta que alguien me interrumpió.

—Mi reina —llamó el duque de
L' Aquila

Oh no. Aquéllos duques eras malvados, traicioneros, juzgadores, cínicos y descarados. Maldecí a mis adentros, no debí alejarme de Lissa. Respondí su llamado con una sonrisa falsa.

—Duques —intente sonar lo más alegre posible

Ni si quiera se molestaron en hacer una reverencia, a ellos no les importa y tal vez no tenga su respeto por rechazar a su hijo, y que padre allá rechazado un negocio con ellos. Pero ahora debían tratarme con respeto, pues era su nueva reina.

—Hace mucho tiempo que no la veíamos por aquí —mencionó el duque

—De hecho nunca la vemos por aquí, tal vez con su nuevo matrimonio la veremos
¿Verdad? —dijo la duquesa

—Tal vez —susurré

—Estamos alegres de su nuevo nombramiento —bufé y ellos me miraron extrañados

—¿Sucede algo? —preguntó la duquesa un poco molesta

—No, nada —respondí sarcástica

—Como decíamos, es un gusto verla después de tal funeral —mencionó la duquesa—. Es una pena el suicidio de su padre —se me borró la sonrisa—. ¿Si fue por un suicidio verdad?

Sabía que su pregunta no iba al cabo, solo lo hizo para incomodar. Al lo cual me molesté. A aquéllos duques les fascinaba molestar, les encantaba provocar peleas solo por diversión.

—Si. Si fue por un suicido

—Es una terrible pena —dijo el duque—. Espero que Dios sí lo tenga en su santa gloria. Porque como sabe, atentar contra su propia vida es un pecado

Yo los miré confundida.

—Si, esperemos, pero esperemos más que Dios perdone a los que verdad hacen mal —reí falsamente

—¿Quienes?

—Pues los que roban y traicionan ¿No?

Mi respuesta los incómodo y claro que fue indirecta. A su hijo Agustín III se le acusó de robar y traicionar al rey antíguo en sus últimos años de vida, se le acusó de robar dinero a los duques de Palermo, como también dar información demás a los rusos con quién habíamos tenido un pleito fuerte en el pasado.

A través del Odio| T. C.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora