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Presente

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Presente

Kurt y Lori silban cuando salgo del baño ya vestida con el uniforme. Me desacostumbre un poco a la protección de la espalda y me estoy asando dentro del traje de cuero —hace más calor de lo que recordaba—, pero bueno, quiero correr y papá no me va a dejar subir en una de las motos sin esto. Lo bueno es que no me queda tan apretado y no siento que mi trasero ni mis pechos vayan a explotar.

—Te queda genial el traje, J —alega Lori.

—Parezco una calabaza, pero no pasa nada —Kurt suelta una carcajada por mi comparación.

—Pero eres la calabaza más linda que hemos visto —mi amigo trata de evitar reírse más de lo que ya lo hizo, colocando su mano sobre la boca.

—¿Tan feo es el traje? —pregunta mi padre, casi ofendido. Casi.

—No es que sea feo, es solo que...está un poco fuera de ¿moda? —no lo quiero ofender, pero es que es verdad. Parezco la calabaza en la que viaja la Cenicienta cuando está volviendo de baile. En televisión no se veía tan mal.

—Bueno, eso se puede arreglar. Y ahora que está una de mis dos princesas en casa, me va a ayudar con eso, ¿no es así? —pasa su brazo sobre mis hombros y me estrecha con cariño.

—Obviamente. No voy a dejar que Theo sea una calabaza gigante —Kurt y Lori se parten de la risa sin poder evitarlo por mucho tiempo más.

Ellos ubican a todos por las fotos que les he enseñado y, además, ambos son muy gráficos cuando se trata de describir algo, así que no me quiero ni imaginar que está pasando por sus cabezas.

—Bueno, ¿Cuál de las motos tomo? —señalo las que están aparcadas al otro lado del box.

Papa se rasca con pena la nuca y no me sabe cómo decirme lo que yo ya estoy sospechando.

—Esas son...—se aclara la garganta— son de Logan y sabes que a él no le gusta que...

—Papá, él no se va a enterar de que tome una de las motos. Además, tiene dos. No va a usar las dos cuando esté corriendo —interrumpo.

Parece pensarlo un rato y finalmente cede ante mi pedido.

—Ve con cuidado —le doy un beso en la mejilla y tomo el casco que me tiende.

Mientras me acerco a las motos, mi estomago se llena de mariposas —o como prefiero llamarles radiadores—. Esa sensación solo la he sentido con él. A pesar de que he estado con unos dos chicos —después de él— no ha sido lo mismo. Esa sensación nunca volvió a aparecer, hasta ahora que tengo algo de él tan cerca de mí.

Creo que puedo manejar la sensación de mi estomago hasta que veo el nombre que coloco al costado de una de las motos y mi mano vuela a mi boca para evitar que salga un jadeo. «Tú energúmeno» está escrito con una letra cursiva e inclinada.

Mi cabeza se llena de recuerdos de inmediato. Uno tras de otro y aunque quiera evitarlo, es inevitable.

«—Tú tampoco lo hiciste tan mal para ser una chica —dijo.

¿Cómo se supone que tengo que responder a eso? Si eso fue un alago fue el peor del mundo.

—¿Disculpa? —pregunto ofendida, y puede que un poco molesta también. Logan mira a todos lados como si estuviera buscando un lugar para salir de esta—. Entonces, según tú, las chicas no pueden correr bien solo por ser chicas, ¿verdad? —me acerco a paso lento a él—. ¿Vas a responder o no?

Cielos, sus ojos de cerca son más lindos de lo que vi de lejos. Su color se asemeja a un mar extremadamente azul y atrayente.

Me obligo a concentrarme y me recuerdo que estoy molesta.

Creo que le comió la lengua el gato porque no tiene intenciones de hablar. Y eso me exaspera, me molesta mucho. ¿Acaso no tiene modales?

—¡¿Es que acaso no te enseñaron a tratar a las chicas, energúmeno?! —digo con un tono de voz alto.

Abre la boca para responder, pero lo único que logra salir de ella es:

—¿Qué es un energúmeno?

—¡Lo que miras todas las mañanas en el espejo! —grito, y salgo hecha furia del box siendo seguida por Christy, dejando solos al energúmeno y a mi hermano».

No puedo ver la cara de mis amigos, pero estoy segura de que están alertas. Siempre lo están cuando se trata de mí y mi pasado. No quieren verme como estuve hace cuatro años atrás cuando nos conocimos.

—Esa la usa para las carreras. Dice que le da buena suerte —dice mi padre, desde mis espaldas, haciendo que crezca mucho más la emoción y se acumulen más recuerdos en mi mente.

Claro que le da suerte.

Mi mirada va a la otra y veo que en esa sí está escrito su apellido. «Miller». Me agacho y mis dedos recorren cada una de las letras con delicadeza. ¿Cómo habrá estado todos estos años? ¿cómo reaccionaré cuando lo vea? ¿cómo lo hará él?

Veo la cola de la moto y diviso tres letras —una al lado de la otra— con la misma tipografía que tiene su apellido. Mis ojos se empañan. Este chico no está aquí y ya me quiere hacer llorar. «J-L-C».

—Mejor corro en la Miller —digo, aclarándome la garganta y obligando a las lágrimas a regresar de donde vinieron—. No quiero acabar con la buena suerte de esa —los mecánicos de papá, se acercan y la sacan del box para encenderla.

Una vez está todo listo, paso mi pierna derecha por encima de ella; me coloco el casco, esperando a que el motor se caliente un poco.

—¿Quieres que tome tu tiempo? —pregunta papá, a lo cual asiento. Vamos a ver qué tan rápido puedo ir después de estos cuatro años.

Los miro a los tres una última vez antes de quitar la palanca que la mantiene de pie y arrancar. Me dirijo a la pista y corro como hacía tiempo quería hacer.

Cada curva, cada inclinación que hago con la moto, es natural. Me siento en el lugar correcto en el momento correcto. No me preocupo por la velocidad en la que voy, ya que usualmente, suelo ir más rápido cuando entro en la pista.

El aire y la velocidad me arropan. Me fusiono con la moto y la controlo por instinto.

Tal y como sucede siempre, mi mente se desconecta de su alrededor y comienza a volar por los recuerdos, hasta que llega al día en el que todo comenzó. En el que supe que mi vida no iba a ser simple, sino que iba a ser extraordinaria, si la pasaba a su lado. O es como creía que iba a ser.

Los Kilómetros Entre NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora