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En toda vida hay tiempos duros

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En toda vida hay tiempos duros

Al igual que muchos, un niño una vez tuvo un sueño. Un sueño que descubrió a la temprana edad de los ocho años. Un día se encontraba pasando los canales del televisor, aburrido, hasta que vio algo que le iba a cambiar la vida. Vio una moto en una pista viajando a cientos de kilómetros; compitiendo por llegar al podio y disfrutar su victoria junto con todo su equipo. Sintió como el sueño de ser como el hombre que veía a través del televisor, se hacía lugar en su historia.

Los sueños y las vivencias siempre han ido de la mano. Las experiencias suceden tras existir algún deseo o sueño de hacer determinada cosa. Todos tenemos esa voz interior que nos incita hacer lo que sea para llegar hasta allí; en cada uno queda de qué manera se haga.

Unos se van por el lado más fácil, pero que, en definitiva, es la peor elección, ya que nada es tan fácil como parece ser. Al contrario, otros prefieren recorrer un camino lleno de impedimentos y dificultades que quieren evitar que llegues hasta tu destino, pero valdrá la pena haber pasado por ello porque el regocijo de saber que llegaste hasta lo que querías, acompañado por el aprendizaje de los años y los obstáculos que atravesaste, lo valdrá.

El niño estaba emocionado por contarles a todos lo que había descubierto; sin embargo, se abstenía de contárselo a sus padres porque sabia que no lo aprobarían y mucho ya tenía con la decepción que se colaba en sus ojos cada que lo reprendían o se molestaban con él, tras haber realizado una de sus tantas travesuras.

Él era un integrante de la dinástica familia Prescott. Los Prescott son una familia prestigiosa e influyente en el mundo empresarial de los Estados Unidos. Eran considerados los dueños de todo el estado de Nueva York por sus numerosas inversiones en propiedades y empresas. Podrían tener un monopolio si quisiesen, lastima para ellos que era ilegal.

Para llenar los zapatos que suponía ser un Prescott, el niño —Logan— y sus hermanos —Connor, el mayor de todos, y Kyle, el del medio— tenían que sacrificar su niñez e invertirla en cuestiones que, según sus padres, eran productivas e iban a ayudar en un futuro a la empresa que el abuelo Prescott les había dejado encargada.

Logan, al ser el menor de los tres, no entendía por qué no podía jugar como otros niños al fútbol; por qué no podía salir con sus hermanos a una piscina un día de verano y disfrutar sus años de juventud, los cuales tenía en claro que no eran eternos. Sus padres contaban los días con ansia para que fuera finalmente adulto y no tuvieran que soportar sus travesuras e ideas descabelladas que ponían en riesgo la credibilidad de los Prescott, según le decía su madre.

Entendía que sus hermanos y él era suertudos de crecer en una familia acomodada y con libertad financiera, pero sus días no estaba destinados a otra cosa que un fuera su formación. Toda comodidad venia acompañada de algún impedimento o imposición. Día a día asistían a la escuela privada a la que sus padres los obligaban a ir; después seguían clases de etiqueta, al igual que de música clásica, la cual a ninguno les interesaba. Iban de viaje, vestían las mejores prendas de ropa, comían en los mejores restaurantes, viajaban a los lugares más remotos del mundo. Y la lista seguía, ellos eran conscientes de este privilegio que tenían. Pero alrededor de tanta comodidad y perfección, siempre hay un agujero negro que demuestra que nada es lo que parece.

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⏰ Última actualización: Jun 27, 2022 ⏰

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