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Hawkins, 1978

Luego de una buena siesta Maeve se despertó, rápidamente frunció el ceño notando algo se había despertado por voluntad propia no porque alguien más lo hubiera hecho, levantó su mirada notando a Peter con la cabeza a un lado al parecer no era la única que necesitaba un descanso fue pues de todo el trabajaba siempre o eso parecía, al llegar en la mañana el ya se encontraba ahí y antes de irse sin importar la hora el se mantenía en el laboratorio, se le hacía curioso e instantáneamente recordó las palabras de la mujer que la acompañó en su primer día.

"—Lamento tener que repetírselo se que ya debe saberlo, Doctora, pero nadie además de usted junto a los demás doctores pueden salir de aquí. Ni los guardias, enfermeras o moderadores."

Quizás esa era la razón detrás de todo, no mantenían cautivos a los niños si no también a los adultos, su cerebro unió cabos rápidamente pues solo veía salir a los científicos más no al resto de personal pero, ¿Como? ¿Por qué? Eran solo personas cumpliendo su trabajo, ¿Que los llevaba a encerrarlos a ellos también? Sin más negó con su cabeza, no quería sentir más repugnancia por ese lugar sin razones.

—Bien, principito tienes que despertarte.—Con cuidado se levantó y acuclilló para verlo con claridad, sin duda ese era el rostro de un ángel agotado.

Sintió pena por un momento y deseo que su teoría no fuera cierta y que solo se tratara de personas que en verdad amaban ese lugar, no pudo evitar formar una sonrisa antes de colocar una mano en su mejilla pues quien lo viera dormir seguramente reaccionaba de la misma manera que ella en ese instante.

—Peter... Peter...—Murmuró esperando a que despertara.

No le hizo caso en lo absoluto, vaya que tenía el sueño bastante pesado.

—Pe...Ter.—Repitió dándole suaves palmadas en el rostro.

—¿Hmm?—Hizo una mueca moviendo su cara de un lado al otro con la intención de que dejaran en paz su sueño.

—Peter, tienes que despertarte.—Volvió a decir bajito hasta que este abrió sus ojos notando su cercanía y el hecho de que ella sostenía su cachete con su mano.—Ah que lindo te ves, ni parece que nos van a despedir.

El se sobresaltó levantándose al instante provocando así que la castaña lo soltara.

—Me quedé dormido.

—Es evidente.—Habló despabilándose.

—Demonios.—Gruñó el rubio mientras arreglaba su ropa la cual se veía un poco arrugada.—Ven, vamos que nos deben estar buscando.

Rápidamente salieron del área de control dirigiéndose a su locación común.

—Oh mierda.—Pronunció mirando su reloj de pulsera.—Estamos muy jodidos, son las 10 p.m.

—No me estás ayudándome, Maeve.—Doblaron un pasillo.

Al instante Peter la obligó a retroceder bastante exaltado.

—¿Qué...?—Iba a cuestionar pero el mismo le cubrió la boca con su mano.

—El doctor Brenner se acerca, lo escuché.—Quito la mano de su boca y empezó a susurrar.—Corre a la enfermería, di que pasaste el día ahí por pedido de Eleven.

—¿Qué?

—Si nos está buscando y nos ve, esto no resultará bien para ninguno.

—¿Que hay de ti?—Pregunto de la misma forma.—No quiero que te despidan.

—Créeme un despido es lo menos malo que me puede ocurrir, ve ya.—Ordenó.

Y así lo hizo, camino apresurada hasta la enfermería mirando algunas veces atrás donde poco a poco la figura del rubio se iba perdiendo, peinó su cabello con sus dedos antes de ingresar al lugar donde por suerte aquella mujer desagradable ya no estaba.

—¿Eleven?—Hablo bajito buscándola con la mirada.

Recorrió mirando las vacía camillas hasta llegar a la última donde ella se mantenía observando un punto fijo de la habitación bastante decaída.

—El... Me tenías angustiada.—Se acercó a su lado y tomó su mano sana.—¿Qué ha dicho la doctora?

—No podré entrenar con mis hermanos por unos días.—Fue lo único que pudo decir.

—Debe dolerte mucho.—Se acercó a su mano y le dio un beso.—Yo también tengo poderes.

La menor abrió sus ojitos sorprendida.

—Si... Con ese beso te vas a sentir mejor, ya verás.—Soltó una risita antes de tensarse pues la puerta fue abierta.

—Doctora...—Brenner se acercó.

Ella lo saludó con un asentimiento de cabeza mientras Eleven mencionaba un "Papá" con alegría.

—La hemos estado buscando, ¿Donde se encontraba?—Habló ocultando su enojo.

—Pasé aquí la tarde.—Mintió.

—Imposible, cuando vinimos a verla no estaba.—Levantó una ceja.

—La naturaleza humana me llamó, Doctor, seguramente debió haber venido cuando fui al baño.

El hombre miró a la pequeña esperando que esta le diera una respuesta la cual fue una afirmación con la cabeza.

—No se meta en problemas, Doctora... Este no es un lugar para jugar, téngalo claro.—Mencionó.

—Oh créame, conozco muy bien las cosas aquí.—Lo miró con una falsa sonrisa.

"Que hombre tan desagradable" pensó cuando lo vio marcharse sintiendo como podía respirar con calma otra vez.

—Cariño, ¿Que pasa cuando alguien rompe una regla?—Miro a Eleven.

—Papá... Castiga.—Habló algo triste.

Ella no dijo más, pero su expresión era un mar de palabras pues los nervios recorrieron su ser arrepintiéndose de no haberle insistido a Peter de acompañarla, no podía ser otro prisionero... ¿O si?

𝐌𝐚𝐧𝐢𝐚𝐜 |Peter Ballard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora