Capítulo 26

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Edward no había dormido nada bien esa noche. Cuando intentaba conciliar el sueño, aparecía en su mente la imagen de Anne. El recuerdo de la joven lo estaba inquietando, sobre todo porque no tenía idea de cuál había sido el motivo de su regreso. En las últimas semanas, había hecho hasta lo imposible por no pensar en ella; era algo difícil, pero sus obligaciones lo mantuvieron bastante a salvo de sí mismo. La amaba mucho, pero se había hecho la idea de no volver a verla tan pronto y creyó que, cuando eso sucediera, no quedarían en su corazón rastros de esa pasión tan fuerte. Empero, aquel encuentro derrumbó el sosiego que había ido acumulando desde su llegada a Londres; bastó un instante para que su amor desenfrenado se hiciese sentir y sus deseos se cifraran en ella.

Estaba hermosísima; en su pensamiento la evocaba de esa manera, pero no recordaba su peculiar belleza en su esplendor máximo hasta que no la tuvo frente a sí. Se había sonrojado cuando la miró y juraría que la había notado nerviosa. Por un momento pensó que se alegraba de verlo, pero aquellos pensamientos eran apenas conjeturas. No olvidaba la manera en la que lo había despreciado y ofendido, no olvidaba que la dama no lo amaba, ¿era sensato entonces albergar algún tipo de esperanza porque estuviese en Londres? Era consciente de que no se había comportado de una manera amable, la había ignorado el resto de la noche, y su impotencia la había descargado en ella. ¿Se suponía que actuase de otra manera? Le era imposible volver a ofrecerle su amor, su bondad, su corazón lleno de ilusiones y esperanzas, pues no podía creer que Anne hubiese cambiado su criterio.

Georgiana fue incapaz de decirle algo a su hermano mayor, en parte por respeto, pero también porque no estaba segura de lo que había visto. Entre su amiga y Edward había sucedido algo, pero no sabía la naturaleza del sentimiento que les unía o les mantenía separados. Tal vez Prudence, con su madurez y cercanía, sí hubiese hablado con él sobre este tema, pero Georgie no se sentía con el derecho de preguntar. Quizás interrogar a Anne fuese más fácil, pero tampoco estaba segura de poder hacerlo.
Edward se dirigió en la mañana a casa de su amigo Henry Holland con el propósito de hacerlo asumir la tarea que había depositado en sus manos en relación a Borthwick, Anne y los Thorpe. Para hartar su paciencia, fue Beatrix quien lo recibió. Se notaba algo cansada pero su carácter afloró no más verlo. La dama tenía esa mezcla de sutil ironía que muchas veces lo sacaba de sus casillas. Lo conocía muy bien y rara vez se equivocaba al observar su estado de ánimo.

A pesar de que en ocasiones Edward podía considerarla exasperante, solía tener una especial tolerancia con ella, pues les unían lazos estrechos que muchos desconocían. Beatrix era la hermana de la mujer que lo había abandonado, la hermana de su prometida. Aunque apenas la mencionaban, el dolor que le había causado a su mejor amigo hizo que Beatrix se uniera mucho más a él.
Cuando Edward se enamoró de Bertha, hacía poco tiempo que Henry Holland se había comprometido con Beatrix. Las dos parejas se conocían desde niños y las familias eran muy cercanas, por lo que era de esperar que en la juventud se enamoraran. Bertha tenía un carácter distinto al de Beatrix. Si su hermana mayor era alegre, simpática, amistosa, ella era calmada, melancólica y sensible. Tales atributos deslumbraron a Edward, quien buscaba a una mujer con las virtudes propias del romanticismo. A él le encantaba su talento musical, pues Bertha despuntaba como una gran intérprete en el piano. Varias jóvenes de su clase solían tocar muy bien, pero Bertha trasmitía una emoción con su ejecución que al joven Edward le fascinó. Al igual que ella, él era muy aficionado a la música, tocaba con brillantez el piano, y el hecho de compartir esta afición se convirtió en un puente entre ambos.

Al comienzo, pensó que Bertha lo amaba tanto como él a ella, pero luego comprendió que de los dos era él quien más amor sentía. Ella a veces era distante, y el compromiso no llegó jamás a hacerse público ni formal. La familia de la joven la presionaba a fijar una fecha, pero Bertha por su propio temperamento, eludía tales requerimientos. Edward fue paciente, pues pensaba que, a pesar de todo, ella lo quería. Ambas hermanas eran muy hermosas y solían despertar la admiración unánime de los caballeros, pero Bertha no se dejaba seducir por ningún otro y únicamente con Edward parecía estar dispuesta a más.

Tu voz en mi corazón ✔️Where stories live. Discover now