Capítulo 35

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Al día siguiente, una inesperada visita en Hay House incomodó a Anne. La joven se hallaba en la terraza de la casa, disfrutando del buen tiempo. Tenía un libro sobre la mesa y aguardaba por Georgie, que le había prometido acompañarla un rato. Georgie se sentía tan triste que no había salido de su habitación. Edward también le había recomendado que evitase la reclusión y le había encomendado que paseara a Snow, el terrier blanco de su madre, que desde su partida gimoteaba lastimosamente.

Anne se cuestionaba si Georgie bajaría por fin, cuando una mano sobre su hombro la hizo sobresaltarse. Se levantó de inmediato cuando se percató de quién era, mas no se recuperó de la impresión hasta unos minutos después.

—¡Charles! —exclamó—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—He venido a darle mis condolencias a lord Hay —se explicó—. Supe la muerte de la señora Hay y me sentí en el deber de presentarle mis respetos a su hijo. Lamento que se hayan frustrado los planes que tenían para el verano.

Anne se sentía incómoda. En cierta forma, mientras Charles hablaba, recordó el grado de intimidad que había alcanzado con Edward, y aunque no se arrepentía en lo más mínimo, se preguntaba si podría ver a Charles de la misma manera o si él advertiría que había cambiado. ¡De saberlo se sentiría tan desdichado!

—¿Ya has visto a lord Hay? —preguntó.

—Sí, me ha recibido en su despacho. Ha sido una entrevista breve, pero en estos casos uno no tiene mucho que decirse, salvo lo que es costumbre.

La última vez que Edward la vio hablando con Charles discutieron, y no tenía intención de que eso volviese a suceder. Él no tenía motivos para seguir desconfiando de su amor, pero era preferible no dárselos ahora, más aún con la reciente muerte de su madre.

—En ese caso —le dijo con seriedad—, ya que has cumplido el objetivo de tu visita, deberías marcharte ya. No es conveniente que nadie te vea en la terraza en mi compañía.

—¡Oh, Anne! —expresó Charles tomándole de las manos—. ¡Sabes que no he venido por eso! Lo que más me ha impulsado a visitar esta casa, es la posibilidad remota de encontrarte en algún pasillo o salón. Me he atrevido a llegar hasta aquí cuando te he visto desde la distancia.

Anne retiró sus manos, aunque no con brusquedad.

—Lo siento —prosiguió ella—, no tengo nada más qué decirte.

—No es cierto —le insistió él—, sé que me amas todavía.

La joven se alejó dos pasos, evitando su contacto.

—No quería informarte ahora de esto, pero no me dejas alternativa. Lord Hay y yo estamos prometidos para casarnos. Te ruego que respetes mi decisión.

Charles se quedó atónito, aunque ya lo sabía. Escucharlo de sus labios fue un duro golpe para él.

—No puedo creerlo —respondió—, no has podido olvidar nuestro amor. Te miro y sé que…

—¡No sigas! —le pidió ella, alzando la voz—. No podemos hablar de este asunto ahora, menos aquí.

—Tienes razón —reconoció él—, no es ni el lugar ni el momento para hacerlo.

De su chaqueta extrajo una carta y se la entregó.

—Por favor, léela —le dijo con una mirada suplicante—. No renunciaré a ti. No me detendré hasta que te cases conmigo.

Antes que Anne pudiese responder o incluso devolverle la misiva, Charles ya había salido de la terraza y atravesaba el salón principal.

Ella permaneció unos segundos sin saber qué hacer, estaba nerviosa y las manos le temblaban, así que decidió retirarse a su habitación. Cuando salió, casi se tropieza con la señora Julia. Temía que hubiese estado escuchando a escondidas, por lo que se asustó tanto que la carta se le cayó de las manos y fue a parar al suelo. De inmediato, se agachó para recuperar la carta, pero la tía Julie se percató enseguida de lo turbada que estaba.

Tu voz en mi corazón ✔️Where stories live. Discover now