marzo

32 3 1
                                    

Después de dos días, Laia volvió a Londres con Joe Curtis, que cada vez me recordaba más a Hugh Grant en El Diario de Bridget Jones. Se acercaba el día en que teníamos que volver con ella para escoger la decoración, y por muy egoísta que sonara, no me apetecía ir a ayudarla con ninguna boda que no fuera la nuestra, por lo que le pedí a Charlie que le dijera a Emily y a las otras chicas que estaba enfermo y que no podía ir. Por supuesto, nadie se lo creyó, pero tampoco intentaron hacerme cambiar de parecer. Me pasé el día en el 90's, manteniéndome ocupado y esperando que Laia estuviera lo suficientemente ocupada como para no venir en semanas, y así no tener que mentirle a la cara. Y estuve a punto de pasar el mes sin tener que hacerlo, pero como de costumbre, la suerte no solía estar de mi lado. Me dejé arrastrar por los chicos hasta un club, donde conocí a una chica, Amanda. Una chica rubia, de pelo liso y ojos verdes, ni la mitad de guapa que Laia, pero lo suficiente como para apartarla de mi cabeza durante unas horas. Bebimos. Nos fuimos a su casa, fumamos hasta que estuve tan colocado que no me hubiera sorprendido que un gato empezara a hablarme. Nos acostamos, y fue sublime. Bebimos, volvimos a acostarnos y nos quedamos dormidos.

Me desperté en una casa que no era la mía y que no reconocía en absoluto. Miré a la chica a mi lado, recordando su nombre después de unos segundos. Me levanté buscando mi ropa, y escuché como se levantaba mientras me ponía la camiseta. Me miró todavía medio dormida. "Ashton, ¿verdad?" preguntó. Asentí.

"Escucha, lo de ayer..." Empecé.

"Sí, fue genial, pero deberías irte antes de que llegara mi novio" me dijo. La miré con la boca abierta. Asentí sin saber qué decir, así que me callé y salí de aquella casa, comprobando que conservaba mi cartera, mis llaves y mi teléfono, que estaba sin batería. Genial. Al cabo de unos pocos minutos conseguí orientarme y recordar el camino hasta mi casa. La cabeza me dolía a horrores y no podía esperar a tomar alguna pastilla para la resaca y después dormir. Obviamente, no iba a salir todo tan bien. Abrí la puerta y grité para anunciar que ya estaba en casa, pero no obtuve respuesta, por lo que supuse que estaba solo. Me dirigí a la cocina, y al entrar casi me dio un infarto: Laia estaba sentada en la mesa, mirándome fijamente. Un sentimiento de culpa invadió todo mi cuerpo. Tenía un vaso de agua y una pastilla delante suya.

"Has dormido fuera, así que supuse que necesitarías esto" dijo. Y aunque sabía que no lo merecía, lo tomé de todos modos.

"¿Necesitas algo?" le pregunté.

"No viniste a escoger la decoración" dijo. Tragué saliva.

"Te envié un mensaje diciéndote que estaba enfermo. Me dijiste que no pasaba nada." Eres un desastre, Irwin.

"Eso no significa que te creyera" respondió. "Sentía que algo iba mal, y le pedí a alguien que fuera a ver si tu tienda estaba abierta. Lo estaba." Me miró, y noté como sus ojos me traspasaban.

"Laia, yo..." No sabía que decir. La verdad, a lo mejor. Que la quería demasiado como para verla con otro hombre. Que la dejaría ser feliz, pero que necesitaba alejarme. Pero no podía decirle eso. En lugar de eso, miré hacia el suelo, y deseé que nunca se hubiera ido, o que le hubiera confesado todo tiempo atrás, antes de que conociera a ese arquitecto pijo de Joe Curtis. Le odiaba. Y no solo por ser Joe Curtis y porque iba a casarse con la chica a la que amaba, sino porque en el fondo, no era culpa de él. Era culpa mía, porque era un cobarde y porque no hablé cuando tenía que hacerlo.

"Por favor. Explícame por qué mi mejor amigo parece que está a kilómetros de aquí, por qué tenemos momentos tan buenos como el de la playa y por qué desapareces después, como si quisieras alejarte de mí lo máximo posible" pidió, y la miré a los ojos. Había culpa en ellos, y confusión. Odiaba esa mirada. Odiaba saber que ella creía que había hecho algo mal, cuando el causante de todo eso era yo, y solo yo, no tenía a nadie más a quién culpar. Me dispuse a decirle la verdad, y entonces sus dos manos rodearon mi mano derecha, y mis ojos se posaron en su anillo de compromiso. Sentí como si me estrujaran el corazón, y finalmente me decidí por continuar mintiéndole.

"No estoy bien, Laia" hablé por fin, "siento que mi vida no va a ninguna parte. Todos tenéis una relación estable y una vida planeada, y yo sigo aquí en Brighton, sin tener nada seguro, y me siento solo." Me miró con esos ojos que ponía cuando no sabía qué decir, "no quería hacerte infeliz mientras preparabas tu boda".Por lo menos no todo era fingido. Tan solo estaba omitiendo algunos detalles. Ella suspiró, soltó mis manos y dio unos pasos hacia atrás.

"No estás solo, Ash. Ni mucho menos." Dijo. Tan solo repitió lo que se dice a las personas que sienten que no van a encontrar a nadie con quién pasar el resto de sus vidas.

"No me digas ahora que la indicada va a llegar cuando menos me lo espere ni nada de esas mierdas, Laia, por favor, de verdad que no estoy de humor para un sermón moralizador ahora mismo" le pedí. Y ella tan solo asintió.

"No me haces infeliz" dijo, "nunca lo has hecho y nunca lo harás." Sonreí como pude y me dirigí hacia el sofá, con ella siguiéndome. Me dejé caer y ella imitó mis acciones. "¿Me vas a contar algo sobre la chica con la que te has acostado esta noche?" me preguntó de repente. Volví a sentirme culpable, aunque esta vez no tenía por qué. "

Oh" dije, y me quedé pensando unos segundos, "se llama Amanda".

"Amanda... ¿Qué más?" preguntó. Mierda.

"No tengo ni idea" respondí con total sinceridad.

"Oh" dijo ella esta vez. "Vaya, uhm, solo un lío de una noche, ¿verdad?" Asentí con la cabeza. "¿Te has despedido de ella esta mañana?" preguntó de nuevo.

"Sí" le respondí. La cabeza me iba a estallar. "¿Qué ha dicho?" continuó. Si me enfocara con una luz en la cara, eso sería un interrogatorio en toda regla.

"¿Quieres que te cuenta también las veces que nos corrimos?" le pregunté, y ella puso cara de asco.

"Por dios, no, gracias." Entonces se rió. "Va, ¿qué ha dicho?"

"Que me fuera antes de que llegara su novio" le respondí. Ella se me quedó mirando fijamente durante unos segundos y entonces estalló en carcajadas. No pude evitar reírme también.

"Has roto una relación. Siéntete mal." Me dijo. La ironía detrás de esa acusación me hizo sonreír.

"Es problema suyo, no mío. Yo ni siquiera lo sabía." Me defendí, y ella volvió a reír.

"Oh, sí. Claro. Lo que tu digas" contestó ella.

"Tan solo conocernos empezamos a liarnos, no pensé que tuviera novio, no es mi culpa" volví a defenderme. Laia miró al suelo.

"Espero que no te rompan la cara por acostarte con esa chica" habló.

"Todo un detalle. Gracias por tus amables deseos." Le respondí, y ella volvió a reír. "¿Ponemos música?" preguntó.

"¿Te recuerdo que tengo resaca?"

"¡Ponemos música!" gritó levantándose, mientras yo me tapaba la cabeza con el cojín deseando morirme. Escuché los acordes del principio de Dirty Little Secret, de The All American Rejects, y después ella empezó a cantar, mientras me pegaba con un cojín en el estómago.

"¿Qué he hecho para merecer esto, Dios?" pregunté a nadie en concreto, a lo que ella solo rió. Bajó la música, pero sin quitarla y se tumbó encima mía, quitando el cojín de mi cara y depositando un beso en la mejilla.

"Te quiero, romperelaciones" me dijo, sacando una sonrisa de mí.

"Sigue con ese tema y voy a romperte la vida, chaval" amenacé. Ella soltó una carcajada.

"Tranquilo, fiera" respondió, "pero eh, hablando de ser un fiera, ¿cuántos orgasmos?"

"¡Púdrete!" le grité mientras la tiraba del sofá.

"Más de uno, ¿verdad? ¿Ella ha llegado?" continuó preguntando. Empecé a lanzarle cosas.

"Vete a la mierda, Cooper."

"Sabes que vendrías conmigo, Irwin".

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Apr 26, 2015 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

All this time |a.i|Where stories live. Discover now