CAPÍTULO XVII: AB IMO PECTORE.

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Kara POV.

Amar era frío y solitario, pero también era cómo volver a casa.

Podría decir que me arrepiento de muchas cosas en mi vida, pero me estaría mintiendo. Y no puedo quejarme de los resultados, aún cuándo estos hayan sido inesperados. ¿Pero de qué me asombro? Sí algo he aprendido en mi tiempo aquí en la Tierra, es que lo imprevisto no siempre es malo y muchas veces resulta ser muy bueno. Así que de nuevo, no me arrepiento. Tampoco me arrepiento de haber confiado en Lena cuándo recién llegamos mi hermano y yo aquí. No me arrepiento de haberla escogido cómo mi amiga, ni cómo mi pareja. Tampoco me arrepiento de estar con ella aquí en la universidad y mucho menos me arrepiento de nuestras peleas. Por muchas y dolorosas que fueran, eso nos ha hecho más fuertes y hemos aprendido más de lo que somos cómo pareja. Cómo esa vez qué Stella, después de ser ignorada olímpicamente durante meses por ambas, llegó una tarde a nuestra habitación en el campus, diciendo que estaba esperando un hijo de Lena. Luego de soltar esa verdad, ella se fue sonriente, dejándonos solas allí en la silenciosa habitación. Me quise morir en ese momento, pensando en cómo Lena me había faltado así. Me sentía terrible y terminé todo con ella en ese mismo momento. Era lo único que podía hacer, a pesar de las palabras de Lena negándose a aceptar su error. Me dolía en el alma verla roja de las lágrimas que corrían por su rostro, mientras le decía que no podía seguir más con lo nuestro, pero me sentía peor por su traición, y yo sólo actuaba en consecuencia de su falta hacía mí. Tomé algunas de mis cosas en un pequeño morral, y fui con mi Camille, que me dió asilo en su dormitorio, después de explicarle lo que había pasado con mi ex novia, y porque estaba así de mal, y tuve evitar que saliera de su dormitorio a buscar a Lena, para matarla por haberme hecho algo así. Pero la detuve, porque no podía dejar que hiciera algo así, no podía con la idea de ver a mi amor lastimada, aún cuándo ella no tuvo la misma consideración conmigo. Aunque supe días después por Ralph, qué mi amiga había buscado a Lena en la biblioteca dónde estudiaba y que frente a mucha gente, había  castigado sus partes nobles con una patada certera en su entrepierna. Mi primer impulso al saber eso, fue ir a buscarla y ver cómo estaba, pero imaginé encontrarla consolándose con Stella, mientras hablaban de su futuro bebé, y sólo pensar en eso me hizo sentir más enferma de lo que ya estaba, por lo que desistí. Pero con el paso de los días, y al superar el shock inicial de la noticia, y en cuánto estuve realmente sola para pensar las cosas, me alegré por Lena. Al menos ella tendría su hijo, uno que no tendría jamás conmigo. Aunque claro, una cosa era aceptar eso en la soledad de mi mente y otra cosa era exteriorizarlo, porque eso no lo reconocería jamás a nadie. Rehuí de Lena con maestría, ignorando el latido constante de su corazón que siempre solía calmarme, pero que en ese momento no hacía más que martirizarme, y probarme que ambas fallamos. Por más qué Lena me aseguraba y me juraba qué Stella mentía, y que no había pasado nada con ella, no podía creerle, por lo que la dejaba con la palabra en la boca, las muchas veces que iba a verme en mis guardias en el Hospital Universitario, o  en los pasillos por fuera de los salones de clases, incluso alcanzó a ir hasta la habitación de Camille a buscarme, arriesgando su integridad física, y me habría conmovido por eso, de no ser porque aborrecía la traición a lo nuestro por su parte. Pero tampoco podía ignorar la pequeña barriga que poco a poco crecía en el vientre de Stella, ni el rápido latido de corazón que provenía del pequeño ser creciendo dentro su cuerpo. Pero un buen día, gracias a la divina misericordia de Rao, todo se supo. Forbes Montgomery-Grey, un chico alto y delgado, con grandes y profundos ojos azules y cabellos rojos cómo el fuego, que reconocía cómo un compañero de facultad de medicina, se apareció en una de mis guardias en el Hospital Universitario y me contó toda la verdad. El chico era el padre del bebé de Stella. Se disculpó de antemano por dejar que esto pasará, y que sabía que Stella había provocado que terminará mi relación con mi ojiverde. Forbes, me contó cómo Masterson lo enamoró y luego lo convenció para que tuvieran un bebé, fingiendo amarlo y prometiéndole qué estarian juntos después, y él creyó cómo tonto todas sus promesas, y me dijo que cuándo Stella supo que estaba embarazada, ella se alejó sin más de él, y de cualquier relación que llegaron a tener entre ellos. El problema, era que él quería estar con ella en el embarazo y después encargarse de su hijo cuándo naciera, pero Stella no lo dejaba, porqué ese bebé era el pase de ella para estar con Lena, y que él no le iba a arruinar sus planes. Ese día me sentí morir dos veces. La primera, por no haberle creído al amor de mi vida, a mi pareja, y la segunda, fue por darme cuenta de hasta dónde era capaz de llegar alguien sólo para conseguir lo que quería. Entre ambos, buscamos a Masterson en su dormitorio, y después de confrontarla y relatarle todo su plan, no le quedó más que aceptar lo que hizo, más cuándo Forbes, nos mostró a ambas todas las evidencias de lo que había hecho Stella. Estaba que reventaba de rabia mientras dejaba a esos dos en aquella habitación. Fui envuelta en un mar de lágrimas por los largos pasillos del campus, llorando de frustración por todo lo que me acababa de enterar y por habernos roto de esa manera a Lena y a mí. No tenía consuelo ni ánimos, y sólo quería estar con Lena y rogarle que me perdonará por desconfiar. Era lo único en mi mente por los angustiantes minutos que me tomó hasta llegar a nuestra habitación o la que solía serlo. Esa en la que no entraba desde hace más de un mes. Lágrimas de sangre quisieron salir por mis ojos, al encontrar a Lena, hecha una ovillo en nuestra cama. Estaba tan delgada y con unas profundas ojeras alrededor de esos ojos que antes me miraban brillantes de amor, y ahora lucían opacos en mi dirección. No hice más que arrodillarme frente a ella y pedirle perdón por desconfiar de sus palabras y creerle más a Stella. Lena, no tuvo palabras para recibir mí angustiada disculpa, sólo acciones. Me besó profundamente y yo la besé con la misma intensidad, mientras ella me tomaba entre sus delicados brazos y me llevaba de vuelta a nuestra cama. Nos hicimos el amor por el resto de esa tarde, hasta que fuimos capaces de vernos sin llorar, hasta que comprobamos con caricias y besos, que estábamos ahí para la otra, cómo siempre debía ser, y que sobre todo, nuestro amor había vuelto a triunfar, para nuestra suerte. Estaba también aquella vez que una enfermera que estaba de guardia junto conmigo en el Hospital Universitario, y tomándome desprevenida, juntó nuestros labios en un beso. Reaccioné enseguida empujándola, haciéndola caer a unos pasos de mí, quejándose por el dolor del golpe que se dió al caer, mientras yo me quitaba con el dorso de mi mano su sabor de mi boca. Era una atrevida y una irrespetuosa, ¿Cómo se atrevió a hacer algo así? Cuándo le grité que en su vida se acercará a mí, o no respondería de mis actos, y me giré para irme, pude ver a mi novia totalmente enojada, viendo con odio crudo a la chica todavía tumbada en el suelo. Intenté explicarle lo que había pasado, pero Lena, me dijo que no era necesario, que había visto y escuchado todo lo que había pasado, y amenazando con una vida de miseria a la mujer enfrente de nosotras, sí se atrevía a acercarse de nuevo a mí, mi novia me tomó de la mano y me sacó de ese cuarto de Hospital y nos llevó rápido de vuelta a nuestro dormitorio. Lena, poseyó mi cuerpo de tantas maneras esa noche y con tantas ganas, que creí morir en sus brazos de tanto placer, mientras me juraba ser más cuidadosa con nosotras, para que nadie se creyera con el derecho de besar a su novia. Juro que ese día la amé aún más, amé sus ganas de  poseerme, y su cuidado por lo nuestro.

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