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-Lisa..

-¿Qué? -seguía susurrando- Nadie nos ve -mis manos jugaban con su vestido y tocaban algunas partes de su cuerpo.

Veía como apretaba su agarre sobre la barra de la isla, se estaba resistiendo.

-Aquí no.. -cerraba los ojos, sabía que lo que estuviesen haciendo mis manos le gustaba.

-Entonces muéstrame dónde.. -unas risas aproximarse hizo que ella se zafara de mí.

Unas chicas se acercaban a la barra y ella me miró antes de irse, había dejado sus tragos pero ya no importaba; debía seguirla.

Claro, podría estar un poco ebria, pero la calentura me había bajado las risas inexplicables y el tonteo. Solo tenía algo en mente: ella.

La vi subir las escaleras, busqué con la mirada que no hubiese ojos puestos sobre nosotras y la seguí.

Rápidamente subí los escalones y escuché una puerta cerrarse, entré a la habitación y ahí se encontraba.

-Quítamelo -se tocaba los tirantes del vestido.

Coloqué seguro a la puerta y me quité la chaqueta de cuero, aventándola al suelo.

Me acerqué y la besé, recargándola sobre una de las grandes columnas que tenía la cama, el calor nos llenaba los cuerpos y la desesperación se notaba por nuestras bocas. Nos besábamos desesperadamente, sentí su lengua dentro de mí y le apreté la cintura.

Sentía nuestras respiraciones entre cortadas y aceleradas, bajé las manos hacia sus muslos y subí el vestido de poco a poco.

-Me gusta como hueles -le dije entre besos.

Se aferró a mi cuello con la necesidad de estar pegadas.

El vestido subía cada vez más y podía sentirlo arriba de su cintura. Quería quitárselo de una maldita vez. Me separé apresurada para subirlo y aventarlo lejos.

Veía su lencería de color rojo, sentí cosquillas. Tenía un cuerpo hermoso y perfecto, justo hecho a mi medida. La acaricié con cuidado, buscando conocerla. Pude sentir como su piel se estremecía al roce de mis dedos. No podía dejar de ver aquellas prendas rojizas sobre ella.

-¿Te gusta? -me sonrió de manera seductora- La compré para ti.

-¿Para mí?

-Te dije que no durarías dos días sin mi atención -se acariciaba los pechos.

-¿Sabías que esto pasaría? -mi pulso estaba acelerado, ya no quería charlar, quería acción.

-Oficialmente gané la apuesta -se me acercó y sin dejar de mirarme, desabrobacha mi pantalón- y quiero mi premio ahora.

Dejé que me quitara la ropa, prenda por prenda para estar iguales. Ella lo hacía lentamente para desesperarme, pero no dejaba de mirarme.

Sus ojos, aquel color tan bello y ese brillo tan particular. Lujuria.

Pasé mi dedo pulgar sobre su labio, intentando remover su labial pero no lo logré. Volví a hacerlo, pero esta vez solo para sentir la carnosidad de su labio inferior. Ella abrió ligeramente la boca y la besé. Metí mi lengua y saboreé su distintivo sabor.

Estábamos empatadas, ambas con la ropa interior y a punto de quitarnos las últimas prendas.

La castaña me guió hasta la cama y me sentó, siguió empujándome hasta que quedé recostada. Ella se subió encima mío y se agachó para besarme. Mis manos tomaron sus muslos y los apreté un poco. Ella volvía a sentarse sobre mí y sólo la miré. Ahí, en aquella pose que consideraba celestial. Sentada sobre mí.

Ella ~Where stories live. Discover now