•Capitulo 28•

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El silencio consumía la habitación mientras la luz de la luna era su única iluminación y compañía. Aún esperaba por la llegada de Megami, quien no hacia su aparición ni un reporte hace ya un tiempo. Él había llegado hace un par de horas atrás junto con Kugisaki y Fushiguro, quienes apenas pisaron sus habitaciones, se fueron a dormir, pero él no podría hacer lo mismo si Megami no le entregaba un par de respuestas.

Se había comportado de una manera extraña el día de hoy, a diferencia de la noche anterior que parecía decidida a confesarle algo de suma importancia, algo que jamás pudo salir de sus labios y ser escuchado, pero que era deseado ser escuchado por él. Debía admitir que ella lo confundía, Yuji sabía que tenía tantas cosas ocultas en su interior y muchas que querían salir y la verdad es que no se equivocaba, Megami poseía tantos secretos ocultos al mundo; sin embargo, cuando estaba junto a Itadori todos esos secretos querían ser confesados a él.

La voz del profesor Gojo atravesó las murallas de su habitación y la pronunciación de su nombre le golpeó el alma alertándolo a él y a la maldición dentro, espero para que las voces se silenciaran y al escuchar la puerta cerrarse y los pasos alejándose finalmente salió de su escondite. Bacilo un poco antes de adentrarse, pero un impulso idiota lo hizo entrar de golpe, solo para mirarla como curaba sus heridas estando semi desnuda.

—Lo lamento... Yo quería saber cómo estabas— Sus mejillas se tornaron de un color rojizo y su cuerpo tembló ante tal imagen, imagen que está vez no lo hizo fantasear como siempre lo hacía, está imagen le dolió, está imagen le preocupo y corrió hacia ella cerrando la puerta a sus espaldas.

—¿Qué mierda crees que haces?— Las manos tibias de Itadori tocaron las suyas quitándolas de los moretones y heridas, su rostro reflejo todos aquellos sentimientos que duelen y desagradan preocupando a la chica frente a él.

—Me estoy curando idiota vete de mi habitación.

-¿Cómo quieres que me vaya? Estás herida, te ayudaré a curarte... Maldita sea, te dije que no fueras sola, yo debía ayudarte Megami... Yo— Megami simplemente poso sus manos en sus mejillas, calmando de inmediato el descontrol que era Itadori en esos instantes.

—Necesitó descansar Yuji. Realmente amo tu corazón tan puro y sincero, pero un día te destruirán por eso... cuando termine de descansar me sentiré mucho mejor.

—Solo déjame quedarme un poco más...— la voz del chico se quebró lentamente, abrazo a la chica quien de inmediato le devolvió el abrazo, sus brazos la rodearon con fuerza; sin embargo, sin hacerle daño, con tanto cuidado de protegerla que no parecía real. Odiaba tener que causarle tanto daño, odiaba tener que mentirle más y sinceramente no entendía el por qué con él todo era diferente, no entendía el por qué con él todo dolía mucho más o dolía mucho menos. Que decir de él, simplemente quería que ella se dejara amar, quería que se quitara esa coraza que no dejaba que los demás se le acercarán. Él quería tenerla cerca, querían verla feliz, quería verla compartir con el todo sus secretos, todas sus penas y tristezas, todo su odio y todo su amor, Yuji deseaba que lo amara tanto como él lo había hecho. Sin embargo, lo que él pedía era tan irónico como estúpido, él no sabía que era el amor, solo era un adolescente y nunca había sentido algo igual. Aun así, suponía que lo que sentía era amor... No sé equivocaba.

—Lamento lo de hoy— finalmente ella susurró al separar sus cuerpos, debía admitir que amaba su aroma y la manera tan cálida de abrazarla, eso eran tantos puntos a favor del chico que poco a poco la volvía más loca.

—¿Qué te sucedía?— Susurro devuelta mientras escondía su cara en el cuello de la chica sin dejar de abrazarla.

—Mis emociones me están superando y no sé que hacer— está vez fue ella quien escondió su rostro en el cuello del chico.

—Eso es normal, somos humanos, las emociones nos supera a veces... Solo me alegra que estés bien.

—Siento que muchas cosas contigo quedan en el aire, quiero confesarte tanto, Itadori... Pero sé que me odiaras si lo hago— El chico finalmente levanto su cabeza y fijo sus ojos en los de ella, extrañaba mirarla tan fijamente sin nada más que pensar que no fuera ella, una mirada fija y profunda que expresaba tantas cosas sin decir nada.

—Créeme... No podría odiarte aún que lo quisiera Megami... Es tal como tú lo dijiste, Es un sentimiento que supongo haberlo tenido antes, es algo que no he podido sentir con nadie y que juro que jamás podré sentirlo igual que ahora. Yo también siento que todo lo que se trata de nosotros queda en el aire, sin explicaciones y sin motivos; aun así, me encanta... Me encanta no tener que saber algo con exactitud contigo. Sin embargo, adoraría que me lo dijeras, que me dijeras todo eso que ocultas, todo eso que guardas y encapúzalas, quiero que me muestres esa faceta tuya que nadie más ha visto.

—Esto te terminará destruyendo Yuji.

—Quizás... Pero quiero arriesgarme. Solo quiero ser quien te escuche en las noches y bese en las mañanas, quiero ser tu soporte y quiero que seas el mío. Yo quiero que me confíes todo eso que tienes guardado y que seas libre al fin— sus ojos continuaban viendo los suyos con profundidad, seguían buscando respuesta ante la falta de brillo en ellos, aunque significará romperse. Pero está vez no resistiría más, poco a poco se acercó a ella esperando por la unión final entre sus labios. Esperando por un cálido beso que finalmente llegó haciéndole revolver el estómago y corrompiendo su mente, sus piernas temblaron ante el tibio contacto y el revoltijo de sentimientos que este generaba con tanta fuerza.

—Quiero decirte mucho, tengo mucho que confesar y mucho que necesitó que escuches. Temo que me odies y aborrezcas, pero pretendo arriesgarme por ti... Más no puedo decírtelo ahora, realmente necesitó descansar— finalizó el beso separándose levemente del chico quien sonreía y dejaba a la vista aquellos ojos brillantes que se veían Alegres, esos eran los ojitos que más amaba, los que dispersaban su mente y que la volvían a estabilizar. Eran los ojos de Yuji Itadori quienes le traían paz.

—Mañana será nuestro día libre, si no estás muy mal podríamos salir, quizás comer algo, dar la vuelta... Quizás ver una película... Si te sientes preparada podríamos hablarlo y quizás... Hablar de nosotros... Cómo pareja— La sonrisa del chico era la sonrisa más sincera que podía ver en su vida, El pelirosa era el símbolo de la inocencia, de la sinceridad, la ternura y la paz. Una vez más unieron sus labios en un inocente y delicado beso, un beso que no pretendía más que sus contactos, un beso que los hizo sentir que flotaban y alucinaban de tan perfecto que parecía.

—Claro, te espero aquí mañana— Lo empujó levemente antes de retroceder hasta su cama, algo que fue casi inútil ante el chico que simplemente quería un último recuerdo antes de irse.

—Está bien— suspiro profundo para dar un último corto beso y largarse de la habitación. Mientras ella quedaba frente a su cama, sobándose el cuello y repitiendo en su mente lo mala idea que era todo esto, repitiéndose a su misma lo inútil y débil que era hasta el punto de corromperse de esta forma.

Finalmente, se recostó y acurrucó en su cama, sin imaginar que había desatado el infierno...

La mujer que Sukuna Amo •Ryōmen Sukuna/Yuji Itadori• ✅Finalizada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora