IV ~ Capítulo 29 - "Almas perdidas" 1/3

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Con los ojos aún cerrados se levantó de la cama y camino un par de pasos en medio de la oscuridad avanzando solo con su intuición y su bastó conocimiento de su entorno. Le funciona un par de pasos hasta llegar frente al escritorio del que iba a encender la lámpara para mirar mejor. El dolor se sintió en cuestión de segundos después de que su dedo meñique se incrustara en la patita del mueble de madera.
Grito con fuerza alzando su pie por reflejo para poder sujetar con fuerza el dedo afectado y que de esa manera el dolor disminuya.

Desde el piso de abajo, su madre escucho la gran grosería que su hija había soltado por coraje. «¡Que te dije de esa fea palabra!». Grito desde abajo dejando de hacer lo que hacía para llevar su mano derecha a la cintura tomando esa postura para mostrar a su hija que no estaba bromeando, aunque en ese momento realmente no la estaba mirando. «¡Lo siento!». Grito de vuelta antes de maldecir en voz baja está vez.
La mujer continuo con su labor de preparar el desayuno mientras su hija se daba un baño de agua fria como a la desquiciada le gustaba en las mañanas de verano. Su esposo aún no volvía y aún faltaban unas horas más de su jornada para poder ir a casa y descansar, si le preguntarán, eso era lo más complicado de ser doctor.

—¿Y eso? —preguntó la chica que bajaba secando su cabello con una toalla.

—¿Que es qué?.

—Las flores —el sonido del plástico ayudó a que la mujer concentrada en que no se quemará su panqueque, volteara.

—¡Oh! Las trajo un agradable chico pelirojo. Dijo que te deseaba suerte hoy en tu casting.

—los fans van en aumento —se burló ella llevando las rosas cerca de su nariz para aspirar su aroma. Su madre negó con la cabeza mientras sonreía.

—¡Mi panqueque! —sujeto el mango del sartén y le dio vuelta a su desayuno que comenzaba a sacar humo. —Este lo comerás tú —le dijo a su hija.

....

Se quitó la bata blanca de enzima y la arrojó sin mirar al perchero que adornaba su oficina. Pasaban las Diez de la noche, su jornada de veinticuatro horas por fin había finalizado y era hora de volver a casa con su adorada hija y su amada esposa. Se apresuró a salir de su oficina pero aquella residente que había comenzado tan solo unas semanas atrás interrumpió su salida.
"Lamento mucho detenerlo, ya sé que se irá a casa, también yo, pero en verdad necesito hacer un par de preguntas sobre un paciente". La chica se metió como si nada a la oficina sin mirar al doctor ni prestar atención al gesto de desagradó que había hecho este. "Me gustaría ayudar pero...". Los ojos del hombre se desviaron por completo por todo el cuerpo de la joven doctora que portaba ese clásico uniforme azul al que rediseñó por mucho que el director del hospital le reprendiera.
Sus pechos naturales eran enormes y alcanzaban a sobresalir en el escote del uniforme, sus muslos y glúteos reflejaban bien sus dos horas de pierna en el gimnasio y esa cintura en la que el adulto doctor ya imaginaba ambas manos sujetándose con fuerza a ella.

Los ojos de la joven aún no miraban al doctor, tenía la mirada fija en el expediente médico del paciente con el que necesitaba ayuda. Así que no miro la reciente erección que había tenido el hombre frente a ella solo por su sucia imaginación.
Sin más remedio al darse cuenta de que su amigo había cobrado conciencia,  volvió a su escritorio y se sentó ocultando su desagradable impulso.

La joven doctora no tenía ni idea con el tipo de hombre con el que se había quedado tan tarde en un hospital del que ya habían comenzado a irse dejándolo solo y en silencio con un montón de pacientes y muy poco personal sin darse cuenta de lo que provocaba con sus movimientos y simples toques de piel contra piel de sus solas manos.
En la cabeza ese hombre incapaz de controlarse por mucho tiempo solo estaba ocurriendo que comenzará a idear un muy elaborado plan.

Mas Allá Del Olvidó   [II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora