3. El concierto

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Alba empieza a ser consciente de que está dormida cuando todavía no hay mucha luz en la habitación, pero se niega a abrir los ojos, intentando alargar los últimos minutos de sueño. Termina de despertarse cuando Tamy sale del baño y apaga el interruptor a sus espaldas. La de pelo rosa se gira para mirarla con los ojos entrecerrados y un brazo sobre la frente.

—Buenos días —dice la madrileña. Alba emite un sonido perezoso en respuesta y echa un vistazo a la habitación.

—¿Y Sonia?

—Ni idea. Pero no debe de estar muy mal, porque me dio los buenos días hace quince minutos —informa, agitando su móvil en el aire. Alba gruñe a modo de asentimiento y se gira para darle la espalda, volviendo a cerrar los ojos—. ¿Nos vestimos y bajamos a desayunar?

—Sí, ahora voy...

Pero el rato que Tamy probablemente pensaba emplear en prepararse es el que Alba aprovecha para cobrarse unos minutos extra de sueño.

Cuando se despierta, Tamy ya está preparada y juguetea con su móvil, sentada en la cama. Todavía no hay rastro de Sonia. Alba se disculpa y se viste rápido para salir de la habitación con su amiga.

Ya no tiene sentido negar que, cuando salen, lo primero que mira es la puerta de Rocío, y también es a ella a quien busca con la mirada cuando empiezan a moverse por el hotel. Tampoco la ven, pero eso les desconcierta menos que lo de Sonia.

Tamy y Alba desayunan juntas y solo cuando están acabando le llega un nuevo mensaje de Sonia a la primera, informando de que ya vuelve. Las dos amigas fruncen el ceño.

—Pero ¿a dónde fue?

—Que ni idea, tía.

Recogen sus cosas de la mesa y van al vestíbulo, esperando que de un momento a otro aparezca Sonia. Y así es, pero no viene sola, sino del brazo de Rocío. Ambas sonríen con diversión al ver las caras de asombro de Alba y Tamy.

—Pero ¿qué cojones? —Tamara es la primera en hablar, acercándose a su novia. Su pelo está más corto que antes, un poco por encima del pecho, y completamente rubio salvo por las puntas, de un azul pastel.

—No quería estar impresentable para un concierto de semejante relevanta.

—Y aprovechamos el viaje —completa Rocío, cuyo pelo sigue del mismo tamaño, pero teñido ahora de un rubio dorado.

Sus ojos verdes buscan los de Alba y la sonrisa suave a la que empieza a acostumbrarse le acelera el corazón. La de mechas rosas se acerca a ella y se muerde el labio, conteniendo una sonrisa demasiado tonta.

—Estás guapísima.

—Muchas gracias —sonríe Rocío.

Las cuatro, junto con los músicos de Rocío, se pasan lo que queda de mañana ensayando hasta un poco antes de la hora de comer. Alba nota a Rocío nerviosa, especialmente cuando en el primer ensayo de la colaboración con Blas parece que a Sonia se le ha olvidado la letra. Aunque ella confía en su mejor amiga y comprueba en el segundo pase que ya vuelve a dominar la canción, también se siente nerviosa de cara al concierto de esa tarde. Sobre todo porque nunca han tocado delante de tanta gente.

Cuando salen de la sala, Tamy va a avisar a recepción de que esa noche no podrán tocar en la cena, acompañada por Rocío. La madrileña parece ser la adulta más fiable de las tres y la presencia de la cantante, apoyando sus motivos, reduce las posibilidades de que el personal del hotel las sancione por la baja de esa noche, o eso han supuesto entre las cuatro.

—Vamos a comer ya, ¿no? —le pide Sonia a Alba mientras se alejan—. Porque luego tenemos que volver a ensayar a las tres y como llegue con la comida todavía en la garganta, poto.

I fancy you (Albocío)Where stories live. Discover now